martes, 31 de diciembre de 2013

It's time to live

 
 
Disculpad que hoy haya titulado la entrada en inglés. Se me ocurrió la misma la otra tarde después de hablar con mis hijos, cuando me explicaban el acrónimo de YOLO (you only lives once). Me pareció fascinante que siendo unos adolescentes en sus cabezas ya barajen este tipo de conceptos. Aun teniendo toda la vida por delante querían hacerme ver lo importante que es disfrutar de la misma cada minuto de su tiempo. No es incompatible con sus responsabilidades. Durante la charla no querían imponer una filosofía pegada sólo al disfrute, huyendo del trabajo, del esfuerzo o de los compromisos. A su modo, con sus palabras, intentaban compartir conmigo lo importante que les resulta disfrutar de sus vidas, saber que en cada instante deben sonsacar lo mejor que ésta les ofrece. Sinceramente me quede pasmado, como el famoso Rey de Torrente Ballester. Sin haber cumplido ninguno de los dos quince años y lo claro que ya lo tienen, apuntan maneras, es bueno que las generaciones que nos siguen sean capaces de sentir y pensar que sólo se vive una vez.
 
Aquella conversación me ha llevado a la entrada de hoy. Creo que cuando la última página de este año está a punto de terminarse es bueno que pensemos que ha llegado el tiempo de vivir. Llevamos más años de los que queremos encorsetados, amedrentados, preocupados por los aspectos económicos de una crisis que nos mordió como perro de presa y aun hoy nos  mantiene sujetos por dientes y mandíbulas sin darnos un respiro, bloqueando nuestras voluntades y paralizados por el miedo a que en la pelea por soltarnos nos rasgue por completo la vida.
Este año tampoco ha sido nada bueno, a pesar de que en los últimos meses parece que hay ciertos datos que nos ofrecen una mínima esperanza, hemos vivido doce meses de pesares, hemos sufrido como en los anteriores todo tipo de calamidades económicas, volvimos a los cuarteles de invierno con la intención de dejar pasar la tormenta y esperar a ver si escampaba. Ha sido un largo año, hemos vuelto a pelear cada día por seguir en la picota, o por salir del abismo, hemos batallado hasta la extenuación por no perder, el empate nos parecía un buen resultado. Y con este panorama nos hemos olvidado de vivir. Llevamos mucho tiempo siendo muertos vivientes, tristes espectros de lo que fuimos, cadáveres andantes, fantasmas de un pasado no muy lejano. Ha llegado el momento de recuperar la alegría, de sonreír cada día, de disfrutar de la única vida que tenemos.
 
Al nuevo año que empieza en poco más o menos doce horas sólo le pido que sea permisivo con nosotros, que nos dé un poco de aliento, que nos ofrezca un poco de tregua, que nos deje ser nosotros mismos, y que nos regale unas cuantas alegrías. Quiero apuntarme al movimiento del YOLO; quiero sentir que estoy vivo, quiero hacer cosas que me ayuden a volver a disfrutar con las cosas más insignificantes, quiero que cada día del próximo año, cuando esté a punto de dormir llegada la noche, pueda pensar que en el transcurso del mismo hice algo que mereció la pena, por mi o por alguno de los demás.
Cuando uno se va haciendo mayor como yo, cuando se ha vivido ya más años de los que quedan por disfrutar, al resto del camino se le pide poco. No se buscan grandes emociones, se buscan sendas sin grandes altibajos, más planas y cómodas de transitar. No por ello renuncio a disfrutar de lo que resta del paseo, hay mil y un incentivos, hay mil y una ilusiones, hay mil y una emociones que están esperando alegrarnos la vida.
 
Al año nuevo que está a punto de entrar sólo le pido que nos dé la oportunidad de convencernos que aún hay tiempo de vivir, que tu sólo vives una vez y que nos permita ser y estar: ser felices y estar vivos otros doce meses más.
It’s time to live, recuerda You only lives once.
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sábado, 21 de diciembre de 2013

Somos la llave


 
 No lo dejes para mañana.
 No tardas más de esos cinco minutos que pierdes al día en no hacer nada.
 Merece la pena.
 Con un pequeño esfuerzo se obtiene un resultado infinito,
de esos que no se compran con dinero.
Haz como yo, haz como muchos y verás como te sientes mucho mejor.
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viernes, 6 de diciembre de 2013

Adios Madiba.


 
Ayer el mundo se quedó un poco más huérfano. Ayer murió la sonrisa de África.
Nelsón Mandela, Madiba, murió a los 95 años de edad.
 
Estamos un poco más solos, somos un poco menos tolerantes, buenos y menos humanos.
 
Madiba nos regalo durante muchos años tolerancia a raudales, misericordia y amor en cantidades ingentes; respeto, valentía y la alegría de estar vivo, de ser libre.
 
Madiba nos enseño como nadie el valor de la libertad, el amor fraternal, lo inútil del resentimiento, el odio y el castigo.
 
Nelson Mandela, la sonrisa de África, ha sido y será siempre un referente social, político y humano, ha sido y será siempre un mito en la lucha por la libertad.
 
Os dejo aquí algunas de sus más celebres frases, algunos de sus pensamientos, algunas de sus verdades:

 
"Obtendrá usted más en este mundo a través de actos de misericordia que a través de actos de castigo"
 
"Mientras caminaba de puerta en puerta hacia la salida que me llevaría a la libertad, sabía que si no dejaba mi amargura y odio detrás, seguiría en la cárcel"
 
"Aprendí que la valentía no era la ausencia de miedo, si no el triunfo sobre él. el hombre valiente no es quien no siente miedo, sino el que conquista ese miedo"
 
"El resentimiento es como beberse un veneno y esperar a que mate a tus enemigos"
 
"La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo"
 
"Ser libre no es simplemente deshacerse de las cadenas, sino vivir de manera que se respete y realce la libertad de los demás".
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martes, 3 de diciembre de 2013

Neil Diamond - Hello Again



Hello, my friend hello.
Just called to say hello....
 
Aristóteles dijo:
"La Amistad es un alma
que habita en dos cuerpos,
un corazón que habita en
dos almas".

jueves, 7 de noviembre de 2013

sábado, 28 de septiembre de 2013

Enseña a tus hijos a ser felices, no ricos. Cuando crezcan van a entender el valor de las cosas... no el precio.



De nuevo fusilo una frase de las infinitas que te encuentras a diario y que se sin quererlo las haces tuyas. Frases simples, fáciles de recordar, impactantes en su mensaje, y casi siempre bien intencionadas. Frases que te hacen pensar, reflexionar, cuestionar lo obvio, frases morales y de calado ético e incluso estético.
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Últimamente reproduzco entradas cargadas de moralinas. No es que me crea con la altura de miras suficiente o la catadura moral para dar consejos a nadie, y menos generar con mis comentarios una corriente de opinión pretenciosa y cargada con la razón y la verdad absoluta.
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Quizás lo que me esté ocurriendo es que marco una mayor distancia con la vida, que siento que soy menos protagonista de la misma, que puedo elegir un papel de segundón y por tanto ser un escéptico observador de todo aquello que me rodea. Posiblemente estoy en ese periodo de mi propia existencia lejano ya de la necesidad de imponer mis criterios, ideas y opiniones, e inicio la fase del crítico espectador de una realidad que poco o nada tiene que ver con el ideal que siempre he añorado y que con el paso de los años se ha ido haciendo añicos rompiéndose en mil y un pedazos.
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En cualquier caso y por no dispersar el tiro, cuanta verdad recogen las palabras que construyen el título de hoy. Que cierto es y qué pena da, que pocos sabemos entender hoy el real valor de las cosas. Y que verdad es también que tenemos la responsabilidad como padres, o simplemente como adultos, de enseñar a nuestros hijos el verdadero valor de las cosas.
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Nadie dice que sea fácil, que exista la varita mágica o la ciencia infusa para lograrlo sin esfuerzo. No nos engañemos, tampoco somos perfectos como seres humanos y es más fácil errar en el camino, que acertar en el intento. Pero seguro que si ponemos todo nuestro empeño en la tarea al final lo lograremos.
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En principio partimos con ventaja. La primara aspiración de los padres es que sus vástagos sean felices siempre, todos y cada uno de sus días. Y la felicidad no se compra, se hace. La felicidad se consigue con esmero, con cariño, con amor, con ilusión, con comprensión, generosidad, se alcanza dando lo mejor de cada uno de nosotros y sin pedir mucho a cambio. Ser feliz poco tiene que ver con lo material, cierto es que las personas necesitamos unos mínimos que nos reconforten y nos ofrezcan ciertas seguridades, pero ser feliz de verdad tiene mucho más que ver con: un beso, una sonrisa, un abrazo, una caricia, unas palabras de amor, un guiño, una mirada, una ilusión, la felicidad real poco o nada tiene que ver con la riqueza.
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No soy un Quijote, no pretendo serlo ni quiero negar tampoco que en la vida, en mi propia vida, la lucha por mejorar y conseguir las cosas que hoy tengo y comparto con mis seres queridos sean despreciables o perniciosas para mí y los míos. No soy rico y sé que nunca lo seré, pero no me importa, ni aspiro a ello, ni es el objetivo que anhelo conseguir. Valoro y mucho lo poco que tengo, intento que mis hijos así lo vean y lo sientan, espero que entiendan que aquello que uno puede alcanzar lo ha de hacer con esfuerzo, desde la honradez, desde el compromiso con los demás, pero siempre valorando cada paso, cada hito, cada meta conseguida.
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No estoy nunca convencido de que lo esté haciendo bien, de que lo vaya a conseguir. Tengo infinitas dudas cada día de que aquello que quiero transmitir lo reciban y perciban de la manera correcta, que sea yo capaz de trasladar el valor real de las cosas importantes y de diferenciar éstas de todo lo superfluo que la vida ofrece. Mi mayor preocupación es si realmente soy capaz de hacerles felices y enseñarles que nunca renuncien a serlo, la vida es infinitamente mejor si uno consigue cada día ser un poco más feliz y además comparte con los demás una porción enorme de su felicidad.
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sábado, 21 de septiembre de 2013

Ser bueno no es sinónimo de ser idiota.




Esta semana un amigo me envió un Whatsapp con la siguiente frase: “Ser bueno no es sinónimo de ser idiota. Ser bueno es una virtud que algunos idiotas no entienden”. Yo diría incluso que no sólo algunos, sino que es común denominador de la mayoría de ellos.
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Me quedé un poco parado. No tenía muy claro si mi amigo me llamaba idiota de una forma muy elegante a la vez de contundente, o muy al contrario quería reafirmar mi forma de ser ante algún comentario malicioso de alguna tercera persona sobre mí. O simplemente envió una frase de las tantas que se intercambian hoy en día a través de los dispositivos móviles. Aún hoy no lo sé, espero ver a mi amigo en breve y aclarar mis dudas.
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Sea como sea, sea yo un idiota o no a los ojos de mi amigo, creo que hay mucho de verdad escondido en el significado de la frase de marras.
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Para empezar diría que hay pocos buenos e infinidad de idiotas en este nuestro mundo. No sabría calcular la proporción, pero por cada persona buena que te puedes encontrar en tu vida tropiezas con una multitud de idiotas. Estamos hartos de escuchar el comentario de lo idiota que puede ser alguien porque carece de maldad en sus actos, dichos o pensamientos. Son señalados por falta de carácter, porque aparentemente siempre son los primeros en ceder, en complacer, en evitar los conflictos, en perdonar las ofensas ajenas, y si me permitís son el foco y la diana de todos los idiotas que le rodean en sus bromas de mal gusto, chanzas y demás acciones degradantes, es el bicho expiatorio de las frustraciones de todos los que le rodean.
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Hoy en día es fácil abusar del bueno, de confundir la bondad con la estupidez. Nuestra sociedad nos ha hecho bastante peores de lo que nos pensamos. Abusamos de los que por falta de maldad los sentimos inferiores en muchos aspectos de la vida. Incluso muchos de los idiotas buscan de manera incesante una buena persona para que estando a su lado les permita resaltar sus falsas virtudes, capacidades y éxitos.
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Normalmente una buena persona tiene la virtud añadida de una paciencia ilimitada, de una capacidad infinita de perdonar, de ceder el protagonismo a todos los que le rodean, de actuar en un segundo plano y reconfortarse con las alegrías de los demás. Una buena persona es un lujo que raramente sabemos valorar cuando lo tenemos cerca, cuando tienes el privilegio de contar con su amistad, de su lealtad. Una buena persona es un bien escaso, una rara avis, una especie en peligro de extinción.
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No sé si yo mismo soy una buena persona y por tanto de forma ineludible un idiota a los ojos de muchos. No lo sé y no me importa. No sé si al contrario yo soy el idiota que confunde la bondad de los demás con la estupidez. Quizás prefiera pertenecer al primer estereotipo, estoy convencido que son infinitamente más felices aquellos que hacen el bien sin importarles su reputación, los que por la vida pasan regalando a los demás lo mejor de si mismos, los que por idiotas pasan a los ojos de los verdaderos necios y estúpidos.
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Si ser muy buena gente es ser un idiota no me importaría que en mi epitafio alguien pusiese: “Aquí yace un idiota, uno de los grandes, vivió convencido de su propia idiotez hasta el día que murió”.
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domingo, 1 de septiembre de 2013

La verdad es que....



Estoy convencido que Don Fernando Lázaro Carreter se está removiendo en su tumba desde hace ya mucho tiempo, y especialmente en los últimos años. El que fuera director de la Real Academia de la Lengua española, doctor en filología románica, doctor honoris causa por seis universidades españolas, profesor asociado en La Sorbona y escritor de una extensa producción de libros y artículos, se volvería a morir seguro de un ataque al corazón o embolia cerebral comprobando el mal uso que hacemos los españoles de nuestro rica lengua.
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Llevo tiempo pensando en escribir esta entrada, y aún a riesgo de ser un petulante, o lo que es peor dejar una vez más una muestra pública de mi pueril uso del castellano, de todas las incorrecciones que soy capaz de cometer cuando intento contar con la palabra escrita mis devaneos con el mundo quimérico de las ideas, me atrevo hoy a sumarme a todos aquellos que critican abiertamente el mal uso que hacemos los españoles de nuestro lenguaje y extenso vocabulario.
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Más sinceramente lo que pretendo es vilipendiar públicamente a todos aquellos que día tras día, en cualquier momento u ocasión, utilizan de manera reiterada la coletilla que encabeza esta entrada de hoy.  No lo soporto, no puedo con ello, me puede y cada vez que la escucho en boca de cualquier personaje público, en cualquier medio de comunicación, la cólera me domina y siento dentro de mí una incontrolable reacción de ira.
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No parece que sean conscientes del daño que hacen a nuestra lengua cuando de forma adictiva incorporan a sus conversaciones, declaraciones, discursos, este tipo de muletillas lingüísticas que nada aporta y nada suma al valor de lo que cuentan, o dicen en cada momento. No es necesario reafirmar que aquello que contamos es cierto, no explica nada adicional a lo que ya referimos, ya damos por hecho que en sus palabras encontramos esa verdad que el interlocutor quiere trasladarnos. Nuestro lenguaje nos ofrece muchas alternativas distintas y suficientes para comunicarnos con la claridad suficiente y la limpieza necesaria para no macular nuestra comunicación con estas muletillas o coletillas que lo único que consiguen es empobrecer nuestro discurso y cuestionar nuestras capacidades en tareas de comunicación.
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Lo peor de todo es que no son conscientes del mal uso que realizan de esta expresión, muy al contrario creen que este uso les otorga una dignidad y una calidad en el verbo que ya quisieran para ellos sus congéneres. Seguro que íntimamente se aplauden de lo bien que se expresan y lo mucho que han mejorado en sus parlamentos.
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Fijaros si todavía no habéis descubierto lo que os cuento, escuchar detenidamente, y comprobaréis por vosotros mismos lo expandida que está la coletilla a la que me refiero. En cualquier ámbito de vuestras vidas la vais a escuchar hasta la saciedad, da igual que sea: entre compañeros de trabajo, entre vuestras amistades, en las declaraciones de deportistas, algún que otro sesudo tertuliano, comunicadores, políticos, periodistas, e incluso nosotros mismos. Y cuando esto ocurre, cuando uno mismo al expresarse descubre que ha incorporado a sus diálogos la nociva coletilla el mal es grande, grave y de difícil solución.
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El uso se ha masificado. Igual da utilizarla a modo de entradilla, como nexo de unión entre una y otra frase, como respuesta a una pregunta cerrada, como exclamación, aclaración, negación, cualquier momento y oportunidad es buena para incluirla. Ciertamente es una lástima que tan mal uso de nuestro lenguaje se adueñe de todos nosotros y que no seamos capaces de erradicarlo.
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Necesitaba este pequeño desahogo, la verdad es que hoy he escuchado en infinidad de ocasiones la pérfida muletilla. ( Perdón, que tontería, y ahora que digo?)
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Sólo un par de últimos consejos: para evitar el linchamiento de nuestra lengua, leamos más, mucho más, e intentemos escribir algo de vez en cuando, no pasa nada por hacerlo, ya veis que hasta el más de los incapaces, y ese soy yo, de vez en vez realizamos el esfuerzo de juntar palabras, y tengamos muy presente siempre diccionarios de nuestra lengua y libros como el de Don Fernando Lázaro Carreter, “El dardo en la palabra” que nos ayudarán seguro a hablar mejor y cuidar mucho más nuestra comunicación.
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jueves, 22 de agosto de 2013

Yermo.



Árido, estéril, infecundo, inhabitado, deshabitado, desértico, desolado, o cualquier otro sinónimo valdría en este caso para definir y descubrir mi incapacidad para producir textos en este blog. Cual pertinaz sequía llevo meses sin publicar nada, he convertido este espacio en un erial.
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Sé que la mejor manera de enfrentarme a esta situación es intentar doblegar la apatía que me invade, obligarme a sentarme con una mayor frecuencia delante del ordenador y pulsar tecla tras tecla par ir componiendo textos que finalmente tengan algo que contar, algo para compartir.
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He huido conscientemente de comentar la patética y penosa realidad política, social, económica que nos rodea. No he querido ser uno más en la cadena de lamentos, críticas, y comentarios sobre todo lo que nos rodea en nuestro día a día y que tiene que ver con la vergonzante clase política de nuestro país, merecedores de cualquier vituperio, por fuerte que este sea. No soy capaz de zaherir como se merecen todos y cada uno de los personajes de nuestra vida pública que de forma tan vergonzante nos tratan como si fuéramos todos un rebaño borreguil de ineptos, estúpidos o idiotas sin opinión. No he querido y no me interesa, he decidió vivir de espaldas a todos ellos.
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Por otro lado no he sido capaz de componer ningún texto con un mínimo interés para nadie. Mis experiencias vitales no son lo suficientemente atractivas como para compartirlas públicamente, y las más personales las guardo para mí en mi derecho a la intimidad.
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Estoy a punto de terminar mis vacaciones estivales y tampoco he encontrado durante estas casi tres semanas nada merecedor de ser compartido. Han sido muy normalitas, y los días han transcurrido entre paseos diarios por la playa, muchas horas de descanso y muchas más dedicadas a la lectura. En este sentido he de reconocer además que me he confundido y mucho en la selección de las novelas de este verano. A excepción del que seguramente será el best seller del año, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” (Joël Dicker, editorial Alfaguara) una novela muy recomendable para este periodo, de una trama apasionante, con un ritmo narrativo como pocos, y con un excepcional estilo literario, el resto de novelas han sido entre malas y muy malas, y han sido algunas las que he leído en estos casi veinte días. Un desastre absoluto en mi criterio de elección y como no puede ser de otra manera he pagado la penitencia de este pecado leyendo cada una de ellas hasta el final de sus páginas.
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Esta siendo un año de crisis creativa, a penas llevo una docena de entradas y con periodos excesivamente largos entre una y otra. Hoy me he hecho el propósito de escribir estas líneas y publicar la entrada quede como quede. Si perdura mi barbecho, y si esta página se convierte finalmente en un terreno inhóspito, en un páramo o una estepa infecunda, echaré el cierre, e igual que llegue sin hacer mucho ruido saldré por la puerta trasera y por incomparecencia manifiesta dejaré que la Cambra se hunda en este mar fecundo y poblado de sitios que aportan mucho más contenido, experiencias y sentimientos.
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jueves, 25 de julio de 2013

24 de Julio 2013. 20,42 h. Curva de Agrandeira (Santiago de Compostela)


Una tragedia así cubre de negro dolor, pesar, y llanto a una ciudad, a una región, a todo un país.
No hay palabras que puedan expresar los sentimientos que cualquier ser humano siente ante tal escalofriante suceso.
Sólo condolencias y el máximo respeto por las víctimas, familiares y amigos.
Descansen en Paz.

martes, 25 de junio de 2013

Nunca me enfado con la gente por lo que me piden, si no por lo que me niegan.



Llevo meses en el dique seco, alejado de este nuestro blog. Apático, perezoso, sin inspiración suficiente para enfrentarme a la obligación, o mejor dicho devoción, de volcar mis pensamientos, sentimientos, sensaciones en escritos que periódicamente comparto con todos los lectores, compañeros de este viaje ya iniciado hace unos pocos años, dueños y señores de estas páginas figuradas, de estos relatos que expresan con torpeza una parte de lo que soy, o mejor dicho siento que soy, pienso que soy, o proyecto que soy.
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Hoy después de unos meses ausente vuelvo a nuestra cita impulsado, no sé muy bien porque resorte, a compartir con todos vosotros un estado de ánimo un poco decrépito y un tanto maltrecho. Seguramente será pasajero, probablemente será efímero en el tiempo, previsiblemente caduco y poco persistente, absolutamente reversible y fácil de reparar.

En la vida de cada persona se suceden hechos y situaciones poco o nada deseables, se suscitan adversas realidades, se originan conflictos, nacen nocivas tesituras y finalmente se adoptan defensas, trincheras y barreras insoslayables para preservar y proteger el propio ser de los ataques y afrentas a las que uno se ve expuesto en el devenir de su día a día.

Que cierto es que el ser humano si se muestra accesible, generoso, cercano, próximo y asequible termina siendo víctima del egoísmo, la voracidad y codicia de todos aquellos que le rodean. Que cierto es que la mayoría de las veces la bonhomía de las personas se entiende como necedad y debilidad, como simpleza y carencia de fuerza en el carácter. Que cierto es que descubrir y manifestar siempre la mejor predisposición hacia los demás, termina siendo un bumerán que vuelve envenenado, veloz y certero con alto riesgo de golpear en las entrañas, de herir en el alma y romper en el corazón. Qué fácil es siempre explotar al generoso, abusar del tolerante, excederse con el dadivoso.

Y como bien dice el título de la entrada (frase del ilustre líder conservador de la segunda mitad del siglo XIX, Antonio Cánovas del Castillo) nunca me enfado por lo que me piden, ya no, ya he entendido que así ha de ser y lo que de mí se espera, pero no puedo evitar enfadarme por lo que me niegan.

Para aquellos que no me conocen todo lo escrito hasta ahora podría parecer una fatuidad llena de presunción y petulancia, un canto al victimismo y un retrato espiritual de un engolado ser jactancioso y vanidoso, propenso a inmolarse en pira pública por el bien general. No soy así, lejos está mi persona de asemejarse a tal retrato.

Sólo sé que en toda mi vida siempre he intentado complacer y no ser especialmente complacido, he intentado dar sin esperar, he intentado cumplir con todo y todos más allá de las expectativas que en mí se habían depositado. Cuando uno así entiende la vida, no pretende nunca una recompensa explicita de aquello que ofrece sin un aval de contra rembolso, sólo busca un poco de empatía, un gramo de comprensión y una pizca de compensación.

Cuando la negación de una ilusión se materializa, el daño es grande, la grieta desquebraja la confianza, el compromiso se rompe y la distancia se convierte en un abismo imposible de superar.
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domingo, 28 de abril de 2013

Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace.




Lo dijo Jean Paul Sartre, filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, crítico literario y seguramente el máximo exponente del existencialismo y marxismo humanista. Fue Premio Nobel de Literatura en 1964, aunque rechazó el galardón, y activista comprometido con las causas más importantes de su época: el mayo francés, la revolución cultural china y la revolución cubana.
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Y como la mayoría de las veces ocurre, de estos señores tan sesudos que alguna vez hemos leído algo, o hemos estudiado en el pasado sus ideas y teoremas filosóficos, resulta que tienen razón, que en su infinita capacidad de resumir verdades como puños en frases de escasas palabras nos regalan pensamientos inherentes al ser humano y que nunca pierden actualidad.
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Esta semana me tope de bruces con la frase, y como ya he comentado con anterioridad en este mismo espacio, se apoderó de mi y hasta que no vomite cierta reflexión no me la podré quitar de la cabeza. Y en esto estoy esta mañana gélida, de un domingo de primavera, frisando el mes de mayo y con temperaturas más propias del mes de enero. Intentando liberar mí pobre mente, por reducida capacidad intelectual, de un peso tan grande, de una nueva obsesión que bloquea mis neuronas e impide una libertad de pensamiento y reflexión sobre nuevos aconteceres que me rodean.
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Concurre además en el tiempo con el regalo que una querida amiga me ha hecho en el día de mi santo, conocido especialmente por ser el Día del Libro, una edición de Fluir (Flow), una psicología de la felicidad de un autor imposible de pronunciar Mihaly Csikszentmihalyi, y al que en breve le meteré mano para adentrarme en el tratado de la alegría, la creatividad, y el proceso de la involucración total con la vida, realmente promete y me alcanza en u momento donde la desesperanza y la tristeza se han convertido en compañeras fieles de mis pasos por la vida.
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Por todas estas razones, y me imagino que por muchas más que callo y no comparto en mi derecho a la intimidad, vuelvo a este nuestro sitio a intentar desbrozar un razonamiento que además de por cierto lo rescato por su actualidad.
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En momentos donde uno hace aquello que no le queda más remedio, en situaciones donde uno se aferra a lo que tiene, más a modo de defensa que como resultado del libre albedrío, en estos tiempos que nos ha tocado vivir cuando el desánimo, la amargura y la falta de alegría es un todo, querer lo que uno hace es la única tabla de salvación que está junto a nuestras manos. Pasado es el tiempo cuando uno decidía que iba a hacer con su vida, cuando uno escogía su futuro, más o menos acertado, y se involucraba en aquellos proyectos personales o profesionales que le apetecían y le ofrecían la seguridad del disfrute por el simple hecho de hacerlo, o al menos intentarlo. Pasado es el tiempo cuando uno cambiaba de rumbo sin miedo, sin condicionamientos, sin a penas unas pocas reflexiones ventajosas en si mismas, que animaban a nuestro ser a tomar las decisiones incluso más arriesgadas para caminar detrás de nuestras propias ideas, para alcanzar nuestras ilusiones y quimeras, para ser felices haciendo sólo aquello que nos proponíamos y que a sabiendas impulsábamos con el único objeto de satisfacer nuestro yo. Aquel tiempo pasado, pasado está, y nuestro presente necesita de otro estímulo, de otra ilusión, de una nueva motivación.
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La única forma de subsistir en este entramado de decepciones continuas, de desasosiegos mayores, de frustraciones diarias, de díscolas soluciones, es aferrarse al clavo ardiendo de lo que tenemos y querer hacer aquello que sin remedio hacemos. Apasionarnos con nuestras obligaciones diarias, amar el esfuerzo que sin duda realizamos en el quehacer de cada día. Querer todo lo que hago, desear hacerlo, buscar la excelencia en cada detalle de una obligación impuesta o no, disfrutar hasta límites insospechados por tener la fortuna de seguir haciendo, trasladar a todo el entorno la felicidad por seguir haciendo, por continuar teniendo, por obtener lo que yo me gano.
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Cuando todo es más difícil, cuando lo cotidiano parece imposible de mantener, cuando lo fácil es tirar la toalla y dejarse arrastrar por una ciénaga pestilente con rumbo fijo a la cloaca de la vida, la única solución posible y plausible es mantener siempre cerca la idea de que todo lo que uno hace, todo lo que uno decide, todo lo que uno alcanza, se hace, decide y consigue desde la convicción de que es lo que uno busca, persigue y quiere.
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No lo digo yo, lo dijo y con un acierto absoluto Jean Paul Sartre, ahí es nada.

jueves, 28 de marzo de 2013

Teño Morriña, Teño Saudade.




Dice la tradición que a San Andrés de Teixido: “vai de morto quen non foi de vivo” (va de muerto quien no fue de vivo). Y eso he hecho yo este año en los primeros días de esta semana de vacaciones, días que he vuelto a recorrer los parajes de mi niñez y otros muchos que aún no conocía del norte de la provincia de A Coruña.
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Un viaje al pasado, un viaje que ha estimulado mi memoria para rescatar los recuerdos de los veranos de hace ya muchos años, de veranos repletos de felicidad, de veranos de aventuras por aquellos parajes inolvidables donde los bosques de eucaliptos orillaban las playas aún entonces salvajes y que junto a mis hermanos y un pequeño grupo de amigos conquistábamos en cada excursión.
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Galicia tierra de bosques encantados, de meigas y de la Santa Compaña. Tierra de cabos, de acantilados que rasgan y rompen la tierra para ofrecer la majestuosidad de un mar bravo que rompe con fuerza titánica contra sus rocas. Una tierra de infinitos concellos, parroquias y aldeas. Tierra de las más bellas playas, tierra de diminutos puertos pesqueros, tierra de ensueño, tierra soñada, tierra querida, añorada y amada.
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Teño morriña, teño saudade porque estoy lonxe de eses teus lares. Quero as tuas ribeiras que me fan lambrare, os teus ollos tristes que me fan chorare.
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He vuelto a Galicia, he vuelto a la tierra de la que nunca jamás me debí separar. Han sido muchos los años que he estado lejos de ella, han sido muchos los años que viví a espaldas de ella. Como un niño arrepentido he vuelto a la calidez de su hogar, he pisado sus calles por pasos antes dados, he visto imágenes ya conocidas, retenidas en mis retinas desde tiempos pasados, he descubierto nuevos lugares, he sonreído por calles y plazas que ya me pertenecían en mis recuerdos, he pisado de nuevo la arena de aquellas playas que siendo niño bañaron mi cuerpo y limpiaron mi alma. He vuelto a Galicia, miña terra nai.
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Eu queroche tanto, e ainda non o sabes. Teño morriña, teño saudade.
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He vuelto a Galicia y está vez será preámbulo de nuevas y continuas visitas. Ya sé donde quiero estar en adelante, he pisado la tierra donde quiero vivir cuando poco o nada tenga que ofrecer a los demás, cuando llegue el tiempo de dedicarse a uno mismo, cuando lleguen los años de disfrutar de los recuerdos, de recordar en la sin memoria las pequeñas cosas que nos hicieron felices en toda una vida. Quiero estar cerca de alguno de los cruces de esos caminos por donde la Santa Compaña, a partir de la media noche, sale a buscar al que está en trance de muerte para hacerle más llevadero su último paseo.
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Teño morriña, teño saudade, un canto a Galicia miña terra nai.
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domingo, 17 de marzo de 2013

Curro, el del Vaticano.




El 13 de marzo de 2013, hace escasos 4 días, a las 19,06 horas, en el segundo día del cónclave, en la quinta ronda de votaciones, fue elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo Papa de la iglesia católica, apostólica y romana y Jefe de estado de la Ciudad del Vaticano. El Papa Francisco, el sucesor de Benedicto XVI, el primer pontífice originario del continente americano, el primero perteneciente a la Compañía de Jesús: Curro el del Vaticano.
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Si hombre, si. El hijo de Mario José y Regina María, aquellos que del Piamonte emigraron a la Argentina, a Buenos Aires para ser más concreto. El Mayor de los cinco hijos, aquel que andaba ennoviado a los catorce años y que al final se nos hizo cura. Si mujer, si, que no te acuerdas. Un chico listísimo, que sabe latín, además de griego, historia y literatura. El que estuvo en Alcalá de Henares y curso estudios de Teología. Que no te enteras por Dios. Que ya sé yo, que me lo contaron, que sabe cinco idiomas: español, francés, inglés, alemán, italiano por supuesto, y además latín. Un portento, y desde chiquitito despuntaba, lo decía todo el mundo, hay que ver lo listo que es este chaval.
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Pues no se si tu lo sabías, pero parece ser que ya andaba preparado y muy colocado en la anterior elección a Papa, cuando se lo llevo el estirado del alemán, ese que de todo sabe y que ahora vive de emérito entre libracos y papelajos, Benedicto. Fue él mismo el que pidió que no lo votaran en la última ronda. Qué como lo sé, pues que uno tiene información y de la buena, que tú estás en la luna de Valencia y que no te enteras de nada.
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Hay que ver, pues a mi me gusta mucho, incluso le entiendo cuando habla en italiano, no como al otro. Que sencillo y cercano es, tiene cara de Papa, y seguro que a todos esos golfos los mete en cintura, que te lo digo yo, que este hace historia.
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Mujer aprobar el aborto, la eutanasia y los anticonceptivos no lo creo, y tampoco le gusta el matrimonio de los gays esos, pero está muy preocupado por los pobres del mundo y seguro que a más de uno de los grandes gerifaltes les saca los colores, menudo es mi Curro. Sólo hay que verlo, con esos zapatitos tan de andar por casa, se ha pagado la cuenta del hotel y todo, y esta misma mañana andaba por la plaza del Vaticano dando abrazos a todos los feligreses allí presentes, antes del Ángelus, el primero de su papado.
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Ya se yo, que alguno dice que fue colaboracionista de la dictadura en Argentina, pero a mi me han dicho de buena tinta que se preocupo por algunos curas jesuitas y que a uno de ellos le ayudo a salir del país con su propia cédula de identificación, que hay gente muy mala y que se mueren por criticar. Que es un santo varón y si no al tiempo, que Curro termina en los cielos sentado a la diestra de Dios Padre.
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Deseandito estoy que venga pa España, que le voy a hacer una pancarta bien grande: Ni Curro Jiménez, ni Curro Romero, pa “Curro”, y del bueno, el del Vaticano.
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domingo, 10 de marzo de 2013

El festival de las aguas.



Seguro que me repito con alguna entrada anterior, pero es inevitable tratar de trasladar las sensaciones vividas esta misma mañana en mi paseo matutino por la sierra de Guadarrama. Puedo pecar de poco original, seguro, pero realmente es un privilegio tan enorme lo que tenemos a escasos treinta minutos del centro de Madrid que no me resisto a compartir el enorme espectáculo que la naturaleza nos regala cada día.
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El año hidrológico estaba siendo seco en sus inicios, pero parece que al final ha decidido cumplir con sus obligaciones, y traernos el agua tan necesaria para la vida en tiempo y cantidad suficiente para que la naturaleza haga todo lo demás.
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Hoy daba gusto oír el recital que el agua nos regalaba descendiendo por los regatos de la sierra. Caía con fuerza inusitada, rompía en las rocas, resbalaba en cada codo del caudal, clareaba en su descenso, incluso la espuma que forma al golpear las piedras de su curso ofrecía una visión de fuerza y vida que mantenía hechizada nuestra mirada. Era Juan Manuel, mi amigo y compañero de andanzas matinales, quien comentaba que tendrá el agua y el fuego que nos hechiza en sus manifestaciones más salvajes. Y que razón tiene.
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Hacía mucho tiempo que tal espectáculo no era ofrecido, las últimas nieves y lluvias han desatado la furia del vital elemento, han verdecido las laderas, lavado las ramas de los árboles, despertado el verdor del musgo en las rocas, y los líquenes enseñan sus barbas que tapizan los troncos que ascienden majestuosos buscando el sol que ilumina su grandeza.
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Un espectáculo sin igual, un regalo poco apreciado en su majestuosidad, una sinfonía de bruscos rumores que invitan a la vida a manifestarse en todo su esplendor. Hay un rincón especial, según asciendes por el camino que ha de llevarte al Balcón de los Poetas desde las praderas de Cercedilla, que merece especialmente la pena. Me refiero a la Ducha de los Alemanes, una caída de agua salvaje que si normalmente apasiona a la vista, hoy ofrecía todo un recital de sensaciones. No es sólo el espectáculo de las aguas, es el olor a una tierra empapada, agradecida, preñada de vida. Es también la orgía de colores que la luz incipiente del amanecer, a través del bosque, nos ofrece para mayor gloria de los sentidos. Es un todo absoluto, algo que tan próximo al hombre y tan lejano a la vez, una manifestación que por su descomunal dimensión nos deja como especie en un miligramo de arena en tan brutal grandiosidad.
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Soy un ser afortunado, aún queda en mí la capacidad de estremecerme ante tal exposición de belleza, aún soy capaz de vibrar al contemplar un espectáculo sin igual. 
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domingo, 3 de marzo de 2013

Para vivir la vida hay que mirar hacia delante, pero para entenderla hay que mirar hacia atrás.



Sustraigo hoy esta frase del emotivo discurso que Antonio Banderas regaló el pasado día 28 de febrero en el día de Andalucía en el acto en que fue nombrado Hijo Predilecto de su tierra natal. Fue un regalo a la memoria de otro de los que en ese acto se homenajeaban, el sindicalista Manuel Fernando García Caparros, asesinado el 4 de diciembre de 1977 en Málaga en una manifestación que reivindicaba la autonomía de Andalucía.
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La hago mía no para hablar de política o de situaciones acaecidas en nuestro pasado, en nuestra historia más cercana. No pretendo ni quiero plagiar una frase para defender o atacar situaciones ya vividas, huérfanas todas ellas del sentido más común del ser humano, no busco un recuerdo que enarbolar ni a favor ni en contra de un ideal, de una posición, de una determinación. Como cada hijo de vecino de este país, yo también tengo un pasado que la sangre, el dolor y el sinsentido marcó mi vida, e hizo de mi lo que hoy soy como hombre para lo bueno, y por supuesto para todo lo malo que en mi tiene cabida también.
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Sustraigo la frase y la hago mía por lo que tiene de verdad en su significado más amplio y general, que cierto es que nadie entendería su vida sin conocer su propio pasado. No sólo hemos de saber aquellos pasos ya dados por mandato de nuestra propia voluntad, también hemos de reconocer aquellos que no dimos por azar, por decisiones impuestas por los demás, por voluntades ajenas, por errores ya cometidos y sus lecciones aprendidas, por impulsos controlados y también por aquellos que no controlamos, por un destino esquivo o por la fortuna regalada en forma de aciertos en los momentos más críticos de nuestras vidas.
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 Somos lo que fuimos, lo que nos dejaron ser, lo que quisimos ser, lo que heredamos y moldeamos para bien o para mal. A cierta edad somos ya más una parte de nuestro propio pasado y un poco menos de nuestro propio presente y futuro. Entiendo y comprendo mi propio ser cuando me veo en el espejo y escudriño mis canas más que incipientes, las arrugas de mi piel, las marcas de mi vida, las cicatrices del ayer, el peso de un cuerpo ya cansado, el alma herida de una vida ya vivida. Soy un producto del ayer, del recuerdo de los años ya vencidos. Soy casi en mi totalidad una parte más de la historia y un espacio cada día más diminuto de un futuro que aún ha de llegar para acumular experiencias, vivencias y sentimientos que han de llenar mi peregrinar en esta vida.
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Miro adelante para seguir vivo, para continuar mi camino, pero el horizonte se ve más próximo y cercano. El recorrido aún pendiente se acorta cada día, la meta se sospecha más próxima, y el final se adivina con una mayor certeza. Mis ojos ven más allá por los más jóvenes que me rodean, a través de ellos extiendo un tiempo que en poco ya no será mío, con ellos vivo por adelantado lo que a mi no me ha de llegar, por ellos imagino un futuro que me será negado y que obtendré como premio en la extensión de sus vidas. Me complace la juventud ajena, me gusta la compañía de los que aún no han cruzado el meridiano de sus vidas, disfruto de sus ilusiones, de sus capacidades, de sus fuerzas e ímpetus, de sus rebeldías, de sus sueños y quimeras. Hago mías parte de sus vitalidades, cual parásito sin desgaste propio me alimento de sus fuerzas, y como tronco arrastrado por la corriente dejo que sus empujes me lleven a la calma de un mar dormido que espera en su inmensidad la llegada del fin de otra vida.
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No me quejo, y sé que el camino por recorrer aún no será corto. Sé lo que soy porque entre mis verdades y mis mentiras reconozco mi historia, mi pasado. Entendí mi vida ya hace tiempo, nunca he dejado de mirar atrás buscando mis raíces, conociendo mis principios. Nunca he permitido que mi equipaje lastrara mis siguientes pasos, he caminado un sendero a veces elegido por mi y algunas otras descubriéndolo sobre la marcha. El libro de mi vida está muy avanzado en sus capítulos, pero antes de llegar a su epílogo quedan algunas páginas por escribir.
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domingo, 10 de febrero de 2013

Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas te impedirán ver las Estrellas.




Es archiconocida esta frase de Quino en boca de Mafalda. Pero no por menos famosa deja de contener una metáfora maravillosa.
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Todos sabemos cuando hemos de aplicarnos la misma, cada quien en sus circunstancias más personales la puede y debe rescatar.
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No soy yo quien niegue la verdad que en sus palabras  esconde. En infinidad de momentos el llanto por lo que he perdido, el lamento por el dolor sufrido, la angustia por el vacío sentido, han alejado de mí la belleza de lo más querido, han ocultado los sentimientos más profundos, han robado a mi ser las alegrías de la vida.
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De la verdad de mi vida, de las lecciones aprendidas, del camino ya recorrido, de los años ya pasados, extraigo suficientes experiencias que me enseñan que el llanto contenido, que las lágrimas no derramadas, que el sollozo callado y mudo, ofrecen a mis ojos y a mi vista la belleza que al alcance de mis manos está, como fruta madura para ser recogida.
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No lloréis nunca si la luz del sol os es sustraída. En la oscuridad de la noche, en la ceguera más opaca, incluso en el ocaso más profundo de vuestra alma encontrareis el camino de luces resplandecientes, el fulgor de las estrellas que saldrán a vuestro encuentro para guiaros por las tinieblas más temidas.
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No lloréis si el sol se ha perdido, la noche y sus estrellas serán siempre el preámbulo de un nuevo amanecer. No dejéis que un reguero de lágrimas oculte la belleza de ese puñado de estrellas, que en la noche y a través de tu ventana se muestran impacientes para volver a iluminar todo tu ser. Abre tus ojos y deja que se inunden con la luz de la esperanza, con el resplandor de la ilusión, con la alegría de la vida.
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(Para todos aquellos, que como yo, han perdido la luz del sol en muchos momentos de su vida, para todos aquellos que como yo han vivido en las tinieblas del dolor, la desazón, el miedo y la angustia, para todos aquellos que como yo, han dudado si mañana tendríamos un nuevo amanecer.)
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sábado, 26 de enero de 2013

La Guardia Vieja.




Sustraigo parte del título de la última novela de Arturo Pérez-Reverte (El Tango de la Guardia Vieja) para introducir la entrada de hoy.
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Con una calidad técnica admirable en su escritura, con una documentación exhaustiva y rica en detalles para describir ambientes y personajes, con una doble narración de historias pretéritas que confluyen en un tiempo ya pasado, Arturo Pérez- Reverte maneja una historia turbia de amor, traiciones y espionajes, recorriendo cuatro décadas del siglo pasado, convulso y fascinante.
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Entre la luz crepuscular de una época ya extinguida, en sus páginas descubro el fascinante mundo del tango, el de la Guardia vieja. Una melodía más rápida, más cortada, más fiel a los orígenes de un género que nace de la mezcla y fusión de la cultura de emigrantes europeos (italianos, españoles y polacos principalmente), descendientes de esclavos africanos y nativos de la región.
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En los arrabales de Buenos Aires, en Barracas o La Boca, en tugurios de baja estopa, quilombos peligrosos, fulanos con aíres de compadrón trasnochado, saco apretado, bigote espeso, el ala de los sombreros caídos sobre los ojos  y pañuelos de seda anudados al cuello, hampones de la noche dueños y señores de las milongas, bailan con las minas, mujeres seductoras y de dudosa respetabilidad algunas, melodías sensuales expresiones de los más íntimos sentimientos.
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Son ellos los que mandan y dirigen los tiempos, sus pasos, los quiebros, los giros, los toques y enrosques, sacadas, los traspiés y las infinitas salidas. Ellas acompañan, siguen los pasos, obedecen en las quebradas, responden a los cortes, se anticipan a la orden de un ademán apenas perceptible, representando una resignación de hembra sin posibilidad de fuga. Y todo ello configura una estampa que desborda sensualidad, casi lujuria y porque no decirlo lascivia liberada entre un hombre y una mujer.
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Enrique Santos Discrépolo, uno de los máximos poetas del Tango, lo definió como un pensamiento triste que se baila. El argot que se utiliza, el lunfardo, la lengua del arrabal, está lleno de expresiones italianas, africanas, aimaras, lombardas, francesas, gallegas, que se fusionan entre sí para construir poemas del desamor, desengaño, amor y deseo.
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Me gusta este mundo depravado. Reclama mi atención, mis sentidos, este mundo lejano de historias fabuladas, de historias incontables, de sórdidas historias de amor, de venganzas, de duelos barriobajeros, de peleas mortales en los arrabales. Me gusta ese mundo más auténtico en las mentiras de la vida, más puro en los sentidos, más cierto en sus pasiones.
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Es el tango de la guardia vieja, es el tango de los quilombos, en los arrabales de la vida.
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sábado, 19 de enero de 2013

Tarde no es, y prisa no tengo




Tan sólo dos días han pasado de mi quincuagésimo aniversario y como viene ocurriendo cada año desde hace cuatro, acudo a esta cita pública para compartir nuevos sentimientos y sensaciones ligados íntimamente a mi ser.
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Dice José Saramago en su poema:

“..Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
Pues llevo conmigo la experiencia adquirida,
Y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo?
Eso ¿A quién le importa?
¡Tengo los años necesarios para perder el miedo,
Y hacer lo que quiero y siento!
Qué importa cuantos años tengo
O cuantos espero, si con los años que tengo,
¡Aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!”
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Cuando uno alcanza una edad que sobrepasa suficientemente la mitad de su vida, cuando el almanaque se reduce camino de esa última hoja que a todos nos espera, cuando acumulas ya más primaveras de las que te esperan, empiezas a sentir un colisión de sentimientos que zarandea todo los cimientos de tu ser.
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Hace tiempo ya que las dudas se convirtieron en certezas, que los sueños quedaron maltrechos en su mayoría por el camino de la vida, que los anhelos se convirtieron en realidades y que las más de las ilusiones se truncaron sin ser alcanzadas.
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Hace tiempo ya que derramé lágrimas prematuras de dolor por los que se fueron, que herí mi alma con heridas incurables, que la soledad por las ausencias queridas me acompaña.
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Tarde no es y prisa no tengo para andar el último trecho, sin miedos, con el equipaje justo, con la libertad necesaria de elegir sólo aquello que quiero.
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No es tarde aún para tomar de la vida lo mejor que me ofrezca y prisa no tengo para terminar de saborear lo bueno que ya tengo.
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Tarde no es para cumplir alguna esquiva quimera, y prisa no tengo para agotar la ilusión que aún mantengo.
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Tarde no es para seguir viviendo, y prisa no tengo para terminar muriendo.

sábado, 12 de enero de 2013

No permitáis que nadie os robe vuestros sueños.




Había iniciado este año algo pesimista, mi primera entrada para dar la bienvenida a este nuevo año, incipiente aún, ha sido criticada de palabra y algún pescozón que otro me he llevado por ello. No quiero convertirme en un ladrón de ilusiones, en el malvado agorero que todo lo tiñe de negro. En un intento de proteger mi mal trecho ser, estoy seguro que pinté una cruda realidad que igual rebosaba pesimismo a borbotones. Dibujé un manantial de agónicas sensaciones, y quizás en el exceso convertí mi escrito en una cloaca mal oliente, en un vertedero de infortunios, en un muladar de estiércol y basura.
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No era mi intención, y si así he trasladado mis sentimientos, desde aquí y en este mismo instante, pido públicas disculpas por ello y rectifico para dejar incólume el historial de este blog que más os pertenece a vosotros los fieles seguidores que al autor de estos dislates.
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Redimo pues mi pecado de escribidor de necedades y cumplo mi merecida penitencia rogando a quién leéis estas insulsas prosas que protejáis de Dios y del Diablo todos vuestros sueños, que peleéis por ellos sin dar tregua al contumaz enemigo en cualquiera de sus manifestaciones, y cual carceleros del más preciado bien defendáis vuestro más amado tesoro de sueños e ilusiones. Sé que el destino es caprichoso y juega con las cartas marcadas todas sus partidas, pero a pesar de ello, y aún perdiendo en el camino muchas manos, el merecido premio será mantener intactos vuestros deseos más íntimos, vuestras quimeras y anhelos más personales.
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De vosotros depende únicamente que la ilusión ilumine cada acto de vuestras vidas, que a pesar de los peores augurios y los nefandos pronósticos salgáis victoriosos de cada batalla, que no os pueda el hastío y el agotamiento y que a cada paso que deis por la senda de la vida os acompañe siempre la radiante luz de vuestros ideales.
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Nada hay que temer, por penosa que sea la dificultad la capacidad de imponer nuestra voluntad siempre será más férrea, el compromiso por imponer nuestros principios siempre será más firme, y la voluntad de alcanzar nuestro objetivo imposible de doblegar.
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Nuestros sueños son el motor de nuestras vidas, no dejéis que nadie os robe los mismos, no permitáis que os sustraigan la ilusión por verlos al fin cumplidos algún día. Sin ellos viviremos como seres inertes, como muertos vivientes, y muy largo será el camino. 
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martes, 1 de enero de 2013

2013: ¡No me gusta, no me gusta!


Lo adelantaba en mi última entrada del año que ha terminado hace poco más de once horas, este nuevo que hoy iniciamos no me gusta, no me gusta.
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Nada tiene que ver con la terminación de un número bajo sospecha siempre en la superstición popular, ni aún ha tenido tiempo suficiente para darnos un gran disgusto, simplemente y como coherencia a lo ya escrito en otras ocasiones, la prolongación de estos 365 días que tenemos por delante pinta bastos una vez más.
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Para ir por partes y por aquello de ser justos el día ha despertado por estos lares frío y desapacible. Muy de mañana salí como de costumbre a pasear con Klaus, las primeras horas de cualquier día 1 de cualquier año es un desierto humano por los caminos y sendas que rodean mi casa, ni un alma con la que cruzarse durante todo el paseo. El frío y la humedad se adueñan del cuerpo que aún mantiene el calor de una ducha confortable y el primer café del día. La niebla espesa esconde los recodos del camino, engaña los sentidos y boicotea un intento de doblegar la pereza y a penas concede media hora de caminar sin acentuar la necesidad de volver al refugio del calor del hogar. Un rato más tarde recorro las calles de un pueblo que se despereza, los primeros vecinos que han salido a la calle con la intención de encontrar el pan aún caliente de la única tahona abierta se entremezclan con los últimos de Filipinas volviendo a sus respectivas casas destrozados por una noche que esta por terminar, maltrechos y agotados después de haberlo dado todo y un poco más. Un espectáculo en algunos casos muy lamentable.
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Todo suena a viejo, a algo ya vivido año tras año. Poco o nada ha cambiado, todo continua igual que hace un año, todo es igual de ajeno, de extraño y lejano. No hay un solo signo o señal de que iniciamos un nuevo ciclo, una nueva era, un nuevo periodo.
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Con estas sensaciones vuelvo a casa para cumplir con esta cita y me descubro igual de contrariado que hace unas pocas horas. ¿Qué nos puede ofrecer este nuevo año? ¿Qué nos vamos a encontrar por delante, en un futuro inmediato, en estos nuevos doce meses que están por llegar? El año pasado, un día como hoy, escribía que el año que ya terminó sería el de la solidaridad, que habría que saber renunciar a  muchas cosas y que deberíamos quedarnos con los pequeños detalles, los pequeños gestos, las metas más inmediatas donde se esconde la verdadera felicidad. ¿Y para este que pedimos? No encuentro la respuesta adecuada, da vértigo pensar e intentar adivinar que nos espera, la fatiga acumulada ya es inmensa, el esfuerzo ofrecido ha sido magnánimo, el compromiso mastodóntico y las fuerzas flaquean. Me gustaría ser optimista, me gustaría imaginar un año placentero en las antípodas del ya finiquitado, pero la realidad se obstina en pronosticar aún un mayor sacrificio, más dolor y mayor penuria.
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No me gusta, no sé hasta donde darán de si las pocas fuerzas que aún me restan, tengo el depósito en reserva, con el piloto rojo encendido desde hace ya meses, seguir estirando la goma sin romperla me parece una tarea que roza el límite de mi elasticidad.
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No me gusta, los pocos refugios de los que dispongo para protegerme de los ataques diarios se desquebrajan, la solidez de mi persona se tambalea y la sensación de la derrota final por hastío es mayor cada jornada. Necesito encontrar el elixir de la felicidad, necesito descubrir la pócima mágica que embargue todos mis sentidos y cree una nueva realidad o fantasía que me permita alcanzar el fin de este nuevo año sin dejar mi maltrecha alma en el intento. Necesito establecer un nuevo orden interno para mantener incólumes mis principios más básicos y obtener así una nueva victoria por pírrica que sea.
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Iniciar de esta forma y manera el año que hoy nos saluda no es precisamente un canto a la esperanza y la ilusión, iniciar así esta nueva andadura no presagia nada bueno, comenzar una nueva incursión en el bando del enemigo de esta guisa no asegura victoria alguna, pero hay veces que un pesimista es más certero que un optimista mal informado, y si nada esperas no arriesgas a que el premio final sea una nueva decepción.
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No me gusta, no me gusta este 2013. Nada le pido, nada espero, nada me ofrece, sólo tengo la convicción de que el tiempo es inexorable y que en su tozudez llegaremos también a su sepelio y que espero estar entre los que le velen y acompañen en su entierro. Lo mejor de este año es que al igual que todos los anteriores también tiene su fin.
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