domingo, 11 de octubre de 2009

Heridas en el Alma


Tengo heridas en el alma.
Tengo el alma cansada de acumular dolor y sufrimiento.
Colmada está de llanto, llena de espanto y miedo.
Herida de muerte la siento.
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Tengo heridas en el alma,
de sangre, dolor y muerte.
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Tengo heridas en el alma,
rasgada la siento.
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Tengo heridas en el alma,
tengo un alma negra,
vacía de amor y sentimiento.
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Tengo un alma herida,
herida de muerte la siento.
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Alma enferma,
Alma herida,
Alma muerta.
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Tengo heridas en el alma,
de sangre, dolor y muerte.
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Galimatías.


Un Galimatías es para mi el proyecto de los Presupuestos del Estado para el próximo año. No soy economista y mucho menos experto en lo tocante a presupuestos y aún menos a los de todo un estado. Pero he de reconocer que viviendo lo que estamos padeciendo por la crisis económica, he intentado desvelar el misterio de los presupuestos con la intención de construir un discurso positivo que me ayude en mi día a día a romper la dinámica negativista actual, terminar con la zozobra y el miedo, y generar argumentos positivos de ilusión que nos ayude a ir recuperando la confianza en las estructuras económicas del país, y sentir así un halo de esperanza de cara a un futuro más o menos cercano.
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No he sido capaz, y ya lo siento yo. No soy capaz de entender y menos de creer en el proyecto de ley presentado. Me resulta imposible creer que los ingresos por IRPF vayan a crecer un 7% por encima de lo recaudado este año, y me resulta aún más difícil de creer que la tributación por IVA vaya a subir un 26%, máximo cuando el Gobierno estima una caída del empleo del 1,7%, unos 300.000 parados más que al cierre de este ejercicio y un crecimiento negativo del 0,3% del PIB. Según los datos aportados por el Gobierno la subida de impuestos reportarán unos ingresos adicionales el próximo año de 11.000 millones de euros que permitirían cerrar el ejercicio con un 5,4% de déficit de la Administración Central del Estado, la mitad del previsto para este año.
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No puedo creer estas previsiones del Gobierno, estoy seguro que los ingresos serán menores de lo que se contempla y porque además el gasto del estado en términos reales va aumentar. Un ejemplo es el de los sueldos de los funcionarios y los gastos de personal de la Administración que subirán un 2,7%, es decir 800 millones de euros más, que es equivalente a lo que Hacienda va a ingresar por el incremento en la fiscalidad de las rentas de capital. Otro ejemplo es el aumento del 10,8% en las transferencias a las comunidades autónomas hasta un total de 53.600 millones de euros, y además como consecuencia de la elevación de la Deuda, los gastos financieros del Estado aumentan en un 33%.
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Todo ello junto, me hace pensar que estamos ante unos Presupuestos que van a suponer un lastre importante para la inversión y el consumo privado. El propio Gobierno estima que la inversión caerá un 4,7% el año que viene, que se sumará al 14% de descenso de este año.
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Lo siento, siento ser tan poco optimista, siento no poder construir el argumentario de la esperanza, la única que a mi entender nos queda es que las economías de EEUU y la UE tiren del carro para sacarnos del atasco donde hoy estamos metidos. Me temo que tenemos por delante algunos meses más de estrecheces, de paro, de recortes y de muy pocas alegrías.
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Me imagino que alguno de los que acudís a esta cita estaréis pensando que para contar esto ya podría heber seguido calladito, que precisamente comentarios como el que ahora termino no generan ilusión de cara a nuestro futuro más inmediato, y que de vez en cuando es mejor compartir una alegría que volver a pintar un oscuro panorama. Lo sé, lo comparto y lo siento, pero no podía no compartir con vosotros las preocupaciones y los miedos que cada día me angustían por agoreros que estos puedan ser o parecer.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Un Poema Nobel y Homófobo


Relata esta semana Raúl del Pozo en su columna del viernes en el diario El Mundo, un poema de nuestro Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. Como el mismo Raúl describe es un poema impertinente y machista para este tiempo de la ideología de la corrección. A pesar de ello, o quizás por ello, lo he querido rescatar y compartir aquí. Fuera de la incorrección, me ha parecido que describía nítidamente la personalidad y el genio literario del autor. A mi me arrancó una gran sonrisa y me invitó a hacer ciertas reflexiones sobre la muy valorada virilidad de la que muchos presumimos. Defender nuestra "culona honra" en vida, y pensar que podrías echar por tierra todos los esfuerzos una vez muerto y sin posibilidad alguna de solución.
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En la Clínica Cemtro, desde donde se llevaron al gallego para hacer el último paseíllo sin cuadrilla, el doctor Guillén tiene una biblioteca dedicada al Nobel y guarda un poema impertinente y machista para estos tiempos de la ideología de la corrección. Perdonemos sus excesos homófobos para sacar de él lo humanitario, lo quevedesco o aretinesco. Cela dona sus órganos, al estilo burlesco, con algunas salvedades: «Que se los den a cualquiera». «Si ya no puedo respirar / que otro respire por mí». «Donaré mi corazón / para algún pecho cansado / que quiera ser restaurado / y entrar de nuevo en acción». «La pinga la donaré / y que se la den a un caído / y levante poseído / del vigor que disfrute».
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El Nobel regala todos sus órganos excepto la boca y el culo. «Sé de quien en ocasiones / habla mucha bobería; / mama lo que no debía / y prefiero que se pierda / antes que algún comemierda / mame con la boca mía». Y respeto al bullate canta y no da: «El culo no lo donaré / Muchos años lo cuidé / lavándomelo a menudo. / Para que un cirujano chulo / en dicha transplantación / se lo ponga a un maricón / y muerto me den por el culo».
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La foto de la discordia


No tenía pensado escribir sobre la polémica foto. Me había hecho el propósito de evitar comentario alguno sobre la misma. Pero he de reconocer que, al final, más por pereza y por recurso fácil que por otra razón he venido hasta aquí a verter mi punto de vista y mi opinión sobre la polémica desatada. He vuelto de vacaciones un poco vago y falto de toda inspiración, pero el blog ha de ser alimentado, como cualquier otra parte de mi ser, para mantenerlo vivo y no dejar que se atrofie o se muera por inanición. Por lo tanto el ejercicio de hoy corresponde más a un acto de supervivencia en la red, que a un acto de interés verdadero.
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Antes de empezar he realizado una última reflexión para fijar mis pensamientos y poder compartir así una opinión algo estructurada. Creo que la polémica ha surgido por dos motivos: uno y principal por el mal estar manifestado por el presidente de nuestro gobierno por la difusión de la misma y por no respetar el derecho de privacidad de sus dos hijas menores, y la segunda mucho más mundana por la indumentaria o vestimenta de las dos adolescentes.
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Es cierto que la razón y la ley asisten a nuestro presidente, pero también es cierto que evitar la tentación es evitar el pecado. La fotografía se realizó en un acto público, en una recepción oficial y en representación del estado español. No soy ningún experto, pero me imagino que en un viaje oficial no se deja nada al azar, el departamento de protocolo de Moncloa, sabe al detalle como son cada uno de estos actos. Nadie ni nada se improvisa en estas recepciones y me cuesta mucho creer que no se supiese de antemano que los invitados a la misma tendrían que realizarse una foto con los anfitriones. Siendo así, y respetando la opción como padre de preservar la privacidad de sus hijas menores de edad, el señor presidente debió poner la venda antes de la herida y evitar la asistencia al acto de sus amadas hijas. Entiendo que la obligatoria asistencia sólo le corresponde al mandatario y si decide ir acompañado de la familia sabe de la posibilidad de la foto. Por otro lado negar in situ la foto sería un desagravio a los anfitriones. Por lo tanto la polémica se podría haber ahorrado si nuestro presidente, como padre concienzudo hubiese decidido cortar por lo sano y haber dejado a sus hijas en el hotel o haber pagado de su pecunio personal la cena de ambas en cualquier restaurante de la ciudad alejados de los informadores de la cumbre. Por último compartir un par de dudas. Este mismo presidente y su gobierno presentan una ley del aborto que permite a una menos tomar por su madurez una decisión tan grave como decidir sobre la vida y la muerte, y además les otorga la libertad de comprar la píldora del día de después sin control facultativo. ¿Reconocen su madurez para unos casos y para otros no? Y ¿qué hubiese pasado si alguien hubiese fotografiado a las hijas del presidente en una de las carrozas que desfilaron para conmemorar el último día del orgullo gay? En un día festivo, un desfile autorizado por la calles de Madrid, tan multicolor, cualquiera podría haber hecho una fotografía, y por defender su intimidad, ¿también se habría prohibido la publicación de las mismas?
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En cuanto al segundo aspecto, mucho más mundano, la elección de los vestidos, sinceramente creo que fueron inapropiados para la ocasión. Entiendo el sentimiento de las adolescentes, ese sentimiento grupal que se desarrolla hasta las últimas consecuencias a determinadas edades. Da igual que sean góticas que siniestras, pero insisto en el detalle del protocolo, y más cuando es un acto público y oficial en representación de un estado, en este caso el nuestro. Creo que el sentido común es el menos común de los sentidos. Entiendo la educación en términos de libertad que podemos escoger cada cual para formar a nuestros hijos, ceder como padre lo hacemos todos a diario, pero ceder como presidente no es adecuado si lo que hacemos es representar a un país. ¿Qué diríamos si el presidente anfitrión se hubiese presentado en la recepción ataviado de unos vaqueros, unas botas camperas y un sombrero del séptimo de caballería? Todos ellos ropajes muy descriptivos de una parte importante de la población de su país. Por cuestiones de trabajo he sido invitado alguna vez a algún evento, cena, entrega de premios, recepción o gala. En la invitación te indican la vestimenta adecuada para la ocasión y siempre que he decido acudir y por respeto a los anfitriones he intentado cumplir escrupulosamente con las indicaciones. Presentarme en chandal y zapatillas de deporte sería una infame descortesía, y muchísimas ganas de llamar la atención.
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Sinceramente creo que todo se podría haber evitado, creo que ha faltado criterio en las decisiones previas y ha sobrado mucho gesto de rasgarse las vestiduras. Lo que bien empieza, bien acaba.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Llanto por Ignacio Sánchez Mejias. Alma Ausente. (Federico García Lorca)


No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
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No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
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El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
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Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
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No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
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Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
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domingo, 6 de septiembre de 2009

La Última Sonrisa.


Se despertó como cada día desde hacía ya unos pocos años mucho antes de que las primeras luces del alba inundaran su dormitorio. Se había acostumbrado a consumir sus horas de sueño en las primeras horas de cada noche. Llevaba tiempo durmiendo muy pocas horas, no sabía muy bien porque había adquirido aquella costumbre, pero era incapaz de conciliar el sueño más de tres o cuatro horas seguidas.
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Intentó levantarse nada más abrir sus ojos, sabía que tenía que consumir unos segundos adaptando los mismos a la oscuridad reinante, pero era consciente que sería incapaz de saltar de la cama sin más, el simple hecho de ponerse de pie cada día era un ejercicio que le dejaba exhausto desde hacía ya semanas. Se esforzó en silencio por poner en marcha aquella maquinaria muy deteriorada que era su cuerpo. Sacó primero las piernas, casi dos alambres que a penas se sujetaban por si solas, cuando al final sus pies tocaron el suelo incorporo el resto de su cuerpo hasta sentarse en la cama. Tuvo que descansar unos minutos, dejar que su respiración se volviera a acompasar y acumular de nuevo las fuerzas exiguas que aún le quedaban para poder levantarse del todo. Muy despacio se dirigió a las escaleras que deberían llevarle al salón como cada madrugada, sabía que esta sería la última vez que sufriría la humillación de bajar escalón a escalón, los catorce escalones que separaban su dormitorio del resto de la casa. Esa operación cotidiana en su vida, se había vuelto en un reto que semana tras semana le obligaba a dedicar mucho más tiempo, y que en alguna ocasión termino dando con sus huesos en el maldito suelo, por su debilidad extrema y su casi nula capacidad de coordinar sus movimientos.
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Hoy no tenía prisa, la verdad es que la sensación de correr para hacer las cosas le había abandonado desde hacía ya un par de meses o tres. Bajó muy despacio, a oscuras como siempre lo había hecho. Cada escalón era un pequeño triunfo, cada escalón era un paso adelante y en esta ocasión sin retorno. Entró en el salón y sólo entonces encendió la primera luz del día. Necesitaba sentarse a descansar, tenía que controlar los espasmos de un cuerpo agotado. Eligió el sofá más largo, sabía que como cada mañana terminaría tumbado todo lo largo que era en él. En la mesa baja de cristal situada en el centro de los dos sofás había dejado preparado el día anterior su ordenador portátil, el mando de la televisión, su teléfono móvil, el cenicero y la caja de los puritos que llevaba fumando desde que decidió volver al vicio del tabaco. Junto a ellos se encontraba la última novela que había terminado de leer justo esa misma noche Nunca le había gustado dejar un libro a medias, sin llegar a su última página, respetaba y valoraba mucho el esfuerzo que supone contar una historia. Escribir había sido siempre su sueño incumplido.
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Como cada amanecer encendió la televisión, busco el canal de noticias internacionales y se preparó a escuchar siempre las mismas noticias repetidas una y mil veces en espacios de media hora. La cara de su presentadora favorita, casi una amiga por la cantidad de veces que habían coincidido en los últimos dos años, apareció inmediatamente dando cuenta de la información deportiva. Los entrenamientos del Gran premio de Motos de San Marino que se celebraría esa misma mañana había dejado en la pole position a nuestro campeón de Moto GP, los resultados de los partidos adelantados al sábado de la segunda jornada de la nueva liga que hacía una semana había comenzado, los cruces de octavos de final del US Open donde nuestros representantes estaban haciendo un magnífico papel, y algún suelto más que ofrecían las últimas novedades del deporte nacional. Después de unos diez minutos sin apenas resuello, había logrado descansar lo suficiente como para responder a la segunda ardua tarea de la mañana. Debía ir a la cocina para prepararse el desayuno. Había dejado programada la cafetera la noche de antes, era un trabajo más asequible para su actual situación. Recorrer escasos cinco metros para alcanzar la cocina, ponerse una taza de café con su leche templada, la sacarina, una pequeña ensaimada que se le hacía como todo un roscón de reyes cuando tenía que comérsela, la servilleta de papel y vuelta al salón. Al ponerse de pie para iniciar este nuevo paseo se miró en el espejo que había sobre la chimenea. Ya no le llamaba la atención la falta de pelo, la cara demacrada, y el aspecto general que presentaba después de haber perdido más de quince quilos en los último seis meses. El tratamiento de quimioterapia y radioterapia habían sido devastadores. El sabía de sus efectos, los había conocido en seres muy queridos, que habían sucumbido a la maldita enfermedad, que como él, que estaba a punto de perder su última batalla, ya habían rendido cuentas ante el señor del mal y habían terminado por reconocer su derrota abandonando el campo de la batalla. En un principio había pensado en negarse a recibir el tratamiento, pero finalmente decidió que quería experimentar todos y cada uno de sus efectos, no porque pensará en que servirían para vencer en esta lucha, más por comprobar en su propio cuerpo los efectos demoledores que anteriormente habían experimentado sus padres, su único tío y no hacía muchos años su hermano mayor. Sólo le sedujo un sentimiento de solidaridad a la hora de tomar la decisión, y además quería luchar, no para ganar, pero al menos quería plantar cara a su enemigo y ganar tiempo para terminar las últimas cosas pendientes de su vida.
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Después de esta reflexión y temiendo que el tiempo que le había dedicado estando de pie frente al espejo le impidiera hacer de una sola vez el recorrido de ida y vuelta entre el salón y la cocina, decidió ponerse en marcha con la esperanza que aquella nueva excursión por el territorio de su casa no le llevará mucho más tiempo del necesario, y no agotara del todo sus maltrechas fuerzas antes de volver a los que últimamente eran sus dominios.
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Al final no pudo con todo su desayuno, decidió terminar el café, pero no fue capaz de comerse la ensaimada de cada mañana. Encendió su portátil, abrió el documento que llevaba ya años escribiendo y dedicó sus últimos esfuerzos a escribir su último capítulo. Era un escrito donde había relatado paso a paso su guerra contra aquel maldito cáncer. Lo empezó un buen día, el día que sospecho que la enfermedad llamaba a su puerta. Intuyó que empezaba la lucha, aunque sólo fue eso una intuición. Había decidido que lo mantendría en el disco duro de su ordenador sabedor de que en cualquier momento más adelante lo retomaría. Era la manera que tenía de perdurar ante la derrota, sabía de antemano que cuando llegará el momento de la batalla desigual él era el que iba a perder, pero a través de aquel escrito sabía que a pesar de dejar la vida habría algo de él que perduraría en el tiempo, algo que le dejaría a tan cruel enemigo un agrio sabor en su victoria. Su recuerdo no se perdería, su presencia permanecería en la mente y en los corazones de su gente querida. No eran más que palabras, palabras que describían sus sentimientos, sus sensaciones, sus malestares y como no sus miedos. Eran palabras que le habían permitido llegar hasta el final con la dignidad suficiente para enfrentarse al último trance. Sabía que ya poco quedaba, tan sólo unas pocas frases, quizás datar aquel último párrafo de despedida, unas palabras de aliento, de cariño y de amor para los que se quedaban, un último adiós para los que con él habían sufrido, incluso con mayor intensidad, los últimos meses de su vida. Todo estaba a punto de terminar, las últimas letras ya estaban escritas, el documento no lo guardó, tan sólo lo dejó minimizado para que lo pudieran encontrar sin problemas cuando descubrieran que aquel ordenador permanecía encendido. No lo había compartido con nadie durante la enfermedad, pero estaba interesado en que todos lo leyeran, que cada persona amada tuviera su propia copia, que cada uno de ellos pudiera al menos compartir sus sentimientos durante el tiempo que ellos eligieran.
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Se recostó en el sofá, cerró los ojos. Empezó a notar que su corazón palpitaba cada vez más despacio, al final todos nos morimos por parada cardiorrespiratoria. Sabía que en breves instantes perdería la conciencia. De repente el primer fogonazo de una luz fuerte, brillante y maravillosa. Quedaban pocos instantes, percibía que el final era cuestión de pocos minutos, quizás uno sólo, no sabía cuanto tiempo podría mantener aún despiertos sus sentidos, no sabía si se repetiría la visión por segunda vez de aquella luz espectacular, no sabía si entraría en una negritud que ya no le abandonaría para toda la eternidad. No perdió más tiempo en tratar de sentir o averiguar, sin esfuerzo alguno rescato de su mente la imagen de aquella sonrisa. No le fue difícil, le acompañaba desde hacía ya años. La sonrisa que todo lo iluminaba, la sonrisa que todo lo llenaba, la sonrisa que le había dado el amor y la felicidad. Quiso que aquella fuera la única imagen que le acompañase en ese último y breve instante.
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Sus ojos permanecieron cerrados, sus labios en un último gesto dibujaron también una breve y pequeña sonrisa de un eterno agradecimiento. La televisión volvía a contar las últimas hazañas de nuestros mejores deportistas, después darían el pronóstico del tiempo de ese domingo uno de los últimos días del verano.
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viernes, 28 de agosto de 2009

La Estética del Verano



De vuelta en casa. Se terminaron las vacaciones y en dos días vuelta al tajo. Finalmente y a pesar de todas las alertas naranjas y unas pocas amarillas decidí que bien merecidos estaban unos pocos días de descanso sin nada que hacer. Disfrutar de la playa, del mar, del pescadito frito, de buena lectura, de mis hijos, esa asignatura pendiente durante todo el año, y porque no decirlo de que te lo den todo hecho y no preocuparte de nada más que de las cosas poco útiles e intrascendentes.
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Han sido una decena de días mal contados, pero realmente suficientes para desconectar del trabajo, intentar no leer mucha prensa y alejarme del océano de malas noticias económicas, políticas, sanitarias y sociales. Ha sido un tiempo que he dedicado principalmente a lavar la mente y el alma, puse en marcha la lavadora de ideas, sentimientos, y sensaciones, configure el programa más avanzado y duradero y dejé que la máquina hiciese su trabajo. Necesitaba volver a las las labores cotidianas del día a día limpio como las patenas. En ese estado donde las neuronas se adormecen casi hasta la más absoluta de las inactividades, sólo quedo despierta mi capacidad de observación y el don de la curiosidad. En mis paseos solitarios cada tarde, o los que en compañía de mi hija dábamos por las mañanas de cada día por la playa, me dediqué a observar y me imagino que ser observado. Pero he de reconocer que además de atender las conversaciones inacabables de Belén, tiene el don de la palabra y la capacidad de hablar sin cesar horas y horas, de cualquier tema, y son muchos los que a una niña de escasos diez años le preocupa y le interesa, mi tarea principal ha sido escudriñar a la gente. Han sido exámenes visuales y auditivos profundos, han roto en mi la perplejidad y la capacidad de sorpresa en muchas ocasiones, y me han empujado en todas ellas a realizarme infinidad de reflexiones, aunque todas se resumían en la misma, la estética del verano.
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No quiero ser excesivamente crítico, no se trata de comparar estilos de vida, estilos de vestir, de comportarse, no es mi intención valorar lo que debe o no debe ser, pero realmente si es cierto como conclusión que el verano tiene su propia estética, o mejor dicho en muchos casos su falta de estética. En primer lugar he de reconocer que quizás el calor, el sol, la luz, el tiempo libre, la sensación de libertad que en vacaciones nos acompaña, libera muchos de nuestros frenos sociales que nos acompañan durante el resto del año. Estoy convencido que algún mecanismo químico o biológico se pone en marcha en nuestros cuerpos cuando les mandamos la señal de que iniciamos nuestras vacaciones. Deben de existir miles de inhibidores bioquímicos que se toman un merecido descanso en este periodo, dando rienda suelta a una absoluta sensación de libertad en la toma de nuestras decisiones. Cualquier mecanismo de autocontrol es destruido. He visto de todo, he visto las combinaciones de colores más estrambóticas imaginables, he visto pañuelos en la cabeza de señores que se disfrazan de piratas en la playa y con más de 33ºC, seguro que poco cómodo e incluso poco higiénico. me ha parecido ver trocitos de tela a modo de bikinis o bañadores estilo Speedo para ellos, marca que hizo furor en los jóvenes cuando el Meyba era el bañador de nuestros padres, no sólo el Sr. Fraga los usaba, en cuerpos que realmente deberían ser más tapados que lucidos, al menos por un pudor ajeno, evitar al resto de la especie humana tan dantesco espectáculo; he visto glotonería, comer como si de la última comida en vida se tratara, he visto beber hasta saciar la sed de todo un año. He podido ver a señores y señoras jugar en grupo con sus animadores, ellos grandes profesionales, a juegos infantiles, fútiles y pueriles. He visto competir como si de salvar la vida se tratara, por un premio ten valioso como un mechero, llavero, gorra o camiseta con el logotipo del hotel. He visto casi de todo y casi nada bueno. Que nadie se confunda, he pasado mis vacaciones en un destino muy digno, en un hotel nada barato, y con un ambiente a priori muy normal. Daba igual que se tratara de señores o señoras, jóvenes ellos y ellas, locales, nacionales o extranjeros. Estoy seguro que la mayoría de ellos gente con cierta responsabilidad profesional, respetables padres y madres de familia, niños bien, y algún que otro soltero y soltera de oro. No se trata de poder adquisitivo, de capacidad económica, es una cuestión de la estética liberadora a la que el verano nos invita. Creo que es un sentimiento extremado de liberación, creo que es una contraposición al formalismo del resto del año, estoy de vacaciones y en vacaciones todo vale. No es que trate de reivindicar el traje de lino y la camisa blanca en la playa para ellos, y los trajes de chaqueta para ellas, eso es sin duda antiguo, poco práctico y excesivo. No se trata de recrear los ambientes de los balnearios de principios del siglo pasado, pero en el término medio está la virtud, seguro. Uno tiene que ser tal cual es en invierno como en verano, uno es uno mismo siempre y en cualquier circunstancia, y dar cierta rienda suelta a los instintos es sano, estoy a favor de ello e incluso lo aliento y apoyo en muchas ocasiones. Pero ese sentimiento de libertad, de dejarnos ir, no es incompatible con una estética menos extrema, menos atrevida, llamativa y en la mayoría de los casos hortera.
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Yo mismo he sucumbido a esa llamada de la estética y en un ejercicio deliberado decidí no afeitarme y dejar crecer una barba anárquica y canosa en gran medida. No quiero decir que por ello me haya sentido un libertino, pero como gesto de refrenda de mi libertad y oposición a la obligación diaria del resto del año, el hecho de no afeitarme reafirmaba mi sensación de estar de vacaciones sin necesidad de pañuelo en la cabeza, combinación de colores chillones en mi vestimenta, Speedo o braguita náutica, como en mis tiempos se conocían estos bañadores, o juegos infantiles para llenar las horas muertas que a lo largo de un día de asueto se suceden. No tengo ni edad, ni cuerpo como para hacer nada de todas estas cosas, y lo mejor de todo ello es que no tengo la necesidad de cambiar mi estética para saberme liberado de mis responsabilidades diarias.
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Para terminar un dato: "Millenium", en cualquiera de sus tomos, ha sido el libro del verano. En cualquier hamaca, en cualquier toalla extendida, se veían en miles los tomos I, II y III. Los he visto en inglés, francés y alemán, ha sido un éxito editorial, pero más aún en gran éxito de marketing.

martes, 11 de agosto de 2009

Naranja. El color de nuestras vidas


Nunca llegue a pensar que importante iba a ser este color en nuestras vidas. No se trata además de un tema ligado a la moda, aunque me consta que es un color que se ha hecho muy popular durante estos dos últimos veranos. Me refiero a la importancia social que ha adquirido en nuestro país como símbolo de todas las alertas posibles y por haber.
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Llevo días escuchando y leyendo noticias, viendo mapas de colores, siendo testigo de la cantidad de riesgos que asumimos por el mero hecho de existir. Últimamente además he ido adquiriendo conciencia de que vivir cada día es un milagro mayor, un don del que disfrutamos sin ser enteramente conscientes del regalo que nos han hecho y del trabajo que le supone a nuestro estado mantenerlo con nuestro agradecimiento, o muy a pesar de nosotros, seres inconscientes que nos lo jugamos en cada esquina, en cualquier momento del día.
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Hemos pasado de estar en alerta naranja en la mayoría de las provincias españolas por la ola de calor, a pasar a alerta naranja también por el riesgo de lluvias torrenciales, alerta naranja por tormentas de granizo, alerta naranja por posibles vientos huracanados y alerta naranja por cualquier fenómeno meteorológico todos ellos caprichos de la naturaleza. Parece como si desde hace unos años nuestras vidas están sujetas a riesgos que nunca antes se habían presentado. Llover, granizar, padecer las típicas tormentas de verano, se han convertido en amenazas mortales para los ciudadanos. No estoy seguro, pero tengo la impresión que todos nuestros mayores han debido ser unos inconscientes, han debido vivir la vida pendiente de un hilo las 24 horas del día, nunca han conocido el riesgo que les suponía una concentración de chubascos más allá de 25 o 30 litros por metro cuadrado. Deberían ser suicidas potenciales que se arriesgaban a salir y entrar de sus casas sin la menor información sobre todas estas alertas y muchas más que se cernían sobre sus vidas. Es posible que ellos vivieran la vida en blanco y negro y de ahí la dificultad de avisar de las alertas naranjas que les acechaban a la vuelta de cada esquina.
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Dentro de unos días tenía planeado salir de vacaciones a una playa andaluza, pero ya no sé que hacer. Tengo la sensación que me veré inmerso en un continuo riesgo, que estaré viviendo una situación continuada de alerta naranja. No sé si me tocará por el calor, si por las lluvias, el granizo, los vientos o las tormentas. Asumir tal responsabilidad en nombre de mi familia me produce una angustia y pesadumbre difícil de soportar. También pienso que si me quedo en casa el riesgo de alerta naranja seguirá siendo el mismo, y por los mismos motivos. Menuda encrucijada en la que me encuentro.
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Creo que finalmente voy a volver a la era de la desinformación, a la época del blanco y negro, no ver la vida de forma tan cromática como la actual seguro que me ayuda a liarme la manta a la cabeza y marcharme los días previstos a la playa.
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Una cosas si os digo, entre mi vestuario de verano será imposible encontrar una prenda de color naranja, es un color que me produce angustia.
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lunes, 10 de agosto de 2009

Que poco dura la alegría en casa del pobre.


Y yo que hace escasos dos días me había entronizado como el Rey de la Pereza. Qué tan feliz me prometía tres semanas enteras sin dar un golpe, sin trabajar, sin pensar sin hacer nada. Del género tonto es lo mío, parece mentira que no me conozca, que no conozca lo que en mi entorno sucede. Oficialmente hoy era mi primer día de vacaciones, normalmente hacemos todos el truco del fin de semana anterior que no nos cuenta y alargamos dos días más el periodo vacacional, y desgraciadamente llevo desde la hora de la comida enganchado al teléfono e intentando poner en marcha dos posibles nuevos negocios. ¡Qué iluso.!
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Y lo peor es que no aprendo nunca, llevo así varios veranos, uno tras otro desde hace ya muchos años la promesa inicial de no trabajar en vacaciones la rompo en el primer instante. No me considero un enfermo del trabajo, un workalcoholic que tan de moda está. Intento racionalizar mis esfuerzos, mis dedicaciones, mis compromisos en los momentos que corresponden y que son muchos a lo largo del año, pero soy incapaz de no atender una llamada de un cliente, de un posible nuevo cliente, pensando además que es bueno para mi empresa y que por eso me pagan. Siempre me puede el mal entendido sentido del deber y termino arruinando las vacaciones mías y de la gente de mi entorno. Hoy lo que más me ha molestado es que estaba comiendo con mis hijos, para mi todo un lujo que pocas veces puedo hacer a lo largo del año, una comida a tres compartiendo sus cosas, hablando de todo lo que está siempre pendiente por mi parte, disfrutando de ellos, observando como sin darme cuenta se hacen mayores y sin apenas haber vivido con ellos todas las inquietudes que a lo largo de los días les niego, o mejor dicho me niego a mi mismo.
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Todo ha empezado con una llamada, después otra y otra más, vuelta a casa envía un email y otro, recibe la información, nunca es correcta, nunca está completa, busca a alguien que te ayude, nunca los encuentras en los momentos que los necesitas, ellos si están de vacaciones y hacen bien. Al final recurres a los mismos de siempre, a los que como tú están de vacaciones pero siempre trabajan, les comprometes y te sientes aun peor. Mañana igual una escapada a la oficina, sólo por un par de horas, ya no me lo creo ni yo mismo según lo escribo, puesta en marcha del proyecto y durante el resto de las vacaciones seguimiento, llamadas, nuevos emails y seguro que más problemas.
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He vuelto a ser derrocado por la virtud de la diligencia, por la estupidez innata en mi. Mi reino ha durado un suspiro, justo el tiempo en el que espira el fin de semana. De rey a plebeyo. Adiós a la flojera, a la holgazanería, a la gandulería, a la haraganería. He vuelto al tajo y todavía no me había quitado las telas de araña del curso ya terminado.
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En vista de la derrota, una nueva en mi interminable lista, aquí me tenéis de nuevo y me temo que aquí me encontraréis durante muchos días de este verano, de estas mis vacaciones. Puestos a estar, no me parece mala idea venir aquí aunque sea de vez en vez, para quejarme como hoy, o para contaros cualquier otra cosa que durante estos días sucedan.
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sábado, 8 de agosto de 2009

Pereza


Estoy de vacaciones. Tres semanas por delante para no hacer nada. Tres semanas enteras para intentar descansar de un "curso" duro, muy duro, con muy pocos resultados profesionales, pero con un desgaste como hace tiempo no había vivido, tres semanas para intentar olvidar meses de esfuerzo, de trabajo y de sinsabores. Tres semanas, con sus veintiún días completos para disfrutar del placer de no tener que hacer nada más que aquello que en cada momento me pueda apetecer. Tres semanas para leer, escribir, pasear, para estar con mis hijos e intentar recuperar parte del tiempo que me pierdo cada día de ellos, para hacer un poco de deporte, oír música, incluso bañarme en la piscina con un poco más de frecuencia de lo habitual.
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Pero la verdad es que de momento lo único que quiero es no hacer nada. Lo único que persigo es disfrutar de uno de los siete pecados capitales, la pereza. Seguro que no es nada edificante, seguro que como tal pecado que es debe ser malo, muy malo, pero si he de elegir en estos momentos enemistarme con Dios, no se me ocurre mejor elección. He mirado sinónimos del término, y tanto me vale el cuarto de los pecados capitales como: gandulería, flojera, haraganería, holgazanería. Estoy dispuesto a asumir todos y cada uno de ellos, al menos durante unos días, sin remordimiento, sin acto de contrición. Además voy a alejar de mi la tentación de redimir mi bajo instinto combatiendo este sentimiento con la virtud de la diligencia, reconocida en el Catecismo de la Iglesia católica y romana como la virtuosa herramienta para combatir tan atroz pecado.
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Voy a hacer de la pereza mi bandera, mi patria, mi himno, mi refugio, mi hogar. Voy a ser el mayor de los holgazanes, de los haraganos, flojos y gandules. Me corono pues, este verano, como el Rey de todos ellos. Seré su líder espiritual y material, seré el espejo donde han de mirarse los ejércitos de miles de seguidores, pecadores todos ellos contra este vicio capital. Hoy ejerzo mi poder y como primer edicto de este mi nuevo reino, promulgo el derecho y el deber de no hacer nada.
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Y para ser consecuente con lo que aquí proclamo termino aquí esto que hoy he empezado a escribir lleno de flojera, invadido por la mayor de las perezas y holgazanería. Si no vuelvo hasta terminadas mis vacaciones, no dudéis que será fruto de que instalado en el trono de mi nuevo reino estoy disfrutando sin un ápice de remordimiento de no hacer nada.
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Disfrutar de vuestro verano y saber que siempre seréis bienvenidos a engordar las filas de este mi reino, de este vuestro reino si así lo decidís.
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No puedo quitar mis ojos de ti (Alba Molina y Andrea Lutz )