lunes, 10 de agosto de 2009

Que poco dura la alegría en casa del pobre.


Y yo que hace escasos dos días me había entronizado como el Rey de la Pereza. Qué tan feliz me prometía tres semanas enteras sin dar un golpe, sin trabajar, sin pensar sin hacer nada. Del género tonto es lo mío, parece mentira que no me conozca, que no conozca lo que en mi entorno sucede. Oficialmente hoy era mi primer día de vacaciones, normalmente hacemos todos el truco del fin de semana anterior que no nos cuenta y alargamos dos días más el periodo vacacional, y desgraciadamente llevo desde la hora de la comida enganchado al teléfono e intentando poner en marcha dos posibles nuevos negocios. ¡Qué iluso.!
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Y lo peor es que no aprendo nunca, llevo así varios veranos, uno tras otro desde hace ya muchos años la promesa inicial de no trabajar en vacaciones la rompo en el primer instante. No me considero un enfermo del trabajo, un workalcoholic que tan de moda está. Intento racionalizar mis esfuerzos, mis dedicaciones, mis compromisos en los momentos que corresponden y que son muchos a lo largo del año, pero soy incapaz de no atender una llamada de un cliente, de un posible nuevo cliente, pensando además que es bueno para mi empresa y que por eso me pagan. Siempre me puede el mal entendido sentido del deber y termino arruinando las vacaciones mías y de la gente de mi entorno. Hoy lo que más me ha molestado es que estaba comiendo con mis hijos, para mi todo un lujo que pocas veces puedo hacer a lo largo del año, una comida a tres compartiendo sus cosas, hablando de todo lo que está siempre pendiente por mi parte, disfrutando de ellos, observando como sin darme cuenta se hacen mayores y sin apenas haber vivido con ellos todas las inquietudes que a lo largo de los días les niego, o mejor dicho me niego a mi mismo.
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Todo ha empezado con una llamada, después otra y otra más, vuelta a casa envía un email y otro, recibe la información, nunca es correcta, nunca está completa, busca a alguien que te ayude, nunca los encuentras en los momentos que los necesitas, ellos si están de vacaciones y hacen bien. Al final recurres a los mismos de siempre, a los que como tú están de vacaciones pero siempre trabajan, les comprometes y te sientes aun peor. Mañana igual una escapada a la oficina, sólo por un par de horas, ya no me lo creo ni yo mismo según lo escribo, puesta en marcha del proyecto y durante el resto de las vacaciones seguimiento, llamadas, nuevos emails y seguro que más problemas.
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He vuelto a ser derrocado por la virtud de la diligencia, por la estupidez innata en mi. Mi reino ha durado un suspiro, justo el tiempo en el que espira el fin de semana. De rey a plebeyo. Adiós a la flojera, a la holgazanería, a la gandulería, a la haraganería. He vuelto al tajo y todavía no me había quitado las telas de araña del curso ya terminado.
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En vista de la derrota, una nueva en mi interminable lista, aquí me tenéis de nuevo y me temo que aquí me encontraréis durante muchos días de este verano, de estas mis vacaciones. Puestos a estar, no me parece mala idea venir aquí aunque sea de vez en vez, para quejarme como hoy, o para contaros cualquier otra cosa que durante estos días sucedan.
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