Un Galimatías es para mi el proyecto de los Presupuestos del Estado para el próximo año. No soy economista y mucho menos experto en lo tocante a presupuestos y aún menos a los de todo un estado. Pero he de reconocer que viviendo lo que estamos padeciendo por la crisis económica, he intentado desvelar el misterio de los presupuestos con la intención de construir un discurso positivo que me ayude en mi día a día a romper la dinámica negativista actual, terminar con la zozobra y el miedo, y generar argumentos positivos de ilusión que nos ayude a ir recuperando la confianza en las estructuras económicas del país, y sentir así un halo de esperanza de cara a un futuro más o menos cercano.
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No he sido capaz, y ya lo siento yo. No soy capaz de entender y menos de creer en el proyecto de ley presentado. Me resulta imposible creer que los ingresos por IRPF vayan a crecer un 7% por encima de lo recaudado este año, y me resulta aún más difícil de creer que la tributación por IVA vaya a subir un 26%, máximo cuando el Gobierno estima una caída del empleo del 1,7%, unos 300.000 parados más que al cierre de este ejercicio y un crecimiento negativo del 0,3% del PIB. Según los datos aportados por el Gobierno la subida de impuestos reportarán unos ingresos adicionales el próximo año de 11.000 millones de euros que permitirían cerrar el ejercicio con un 5,4% de déficit de la Administración Central del Estado, la mitad del previsto para este año.
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No puedo creer estas previsiones del Gobierno, estoy seguro que los ingresos serán menores de lo que se contempla y porque además el gasto del estado en términos reales va aumentar. Un ejemplo es el de los sueldos de los funcionarios y los gastos de personal de la Administración que subirán un 2,7%, es decir 800 millones de euros más, que es equivalente a lo que Hacienda va a ingresar por el incremento en la fiscalidad de las rentas de capital. Otro ejemplo es el aumento del 10,8% en las transferencias a las comunidades autónomas hasta un total de 53.600 millones de euros, y además como consecuencia de la elevación de la Deuda, los gastos financieros del Estado aumentan en un 33%.
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Todo ello junto, me hace pensar que estamos ante unos Presupuestos que van a suponer un lastre importante para la inversión y el consumo privado. El propio Gobierno estima que la inversión caerá un 4,7% el año que viene, que se sumará al 14% de descenso de este año.
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Lo siento, siento ser tan poco optimista, siento no poder construir el argumentario de la esperanza, la única que a mi entender nos queda es que las economías de EEUU y la UE tiren del carro para sacarnos del atasco donde hoy estamos metidos. Me temo que tenemos por delante algunos meses más de estrecheces, de paro, de recortes y de muy pocas alegrías.
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Me imagino que alguno de los que acudís a esta cita estaréis pensando que para contar esto ya podría heber seguido calladito, que precisamente comentarios como el que ahora termino no generan ilusión de cara a nuestro futuro más inmediato, y que de vez en cuando es mejor compartir una alegría que volver a pintar un oscuro panorama. Lo sé, lo comparto y lo siento, pero no podía no compartir con vosotros las preocupaciones y los miedos que cada día me angustían por agoreros que estos puedan ser o parecer.
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