Llevo mucho más tiempo de lo que
siempre había imaginado sin hacer este ejercicio que tanto me deleita que es el
de la escritura. Sin motivos aparentes, sin razones contundentes, sin casi
querer, un día me alejé de esta mi mesa y este mi ordenador, y me olvidé, sin
muchos remordimientos, del placer que me proporcionaba el hecho de dedicar con
frecuencia un tiempo para escribir.
No puedo esconderme detrás de
ninguna razón, no he sufrido grandes alteraciones en mi vida que justificasen
este abandono. Ni tan siquiera puedo decir que sintiese el impulso de hacerlo y
una incapacidad creativa me lo impidiese. Simple y llanamente lo dejé de hacer.
Tampoco puedo justificar esta
desidia por un cambio de hábito. Mantengo la mayoría de ellos, los que me han
acompañado durante muchos años de mi vida, especialmente la lectura,
complemento imprescindible de la escritura. Mi vida no es más compleja, ni más
emocionante. Sigo siendo un tipo normal, con una vida normal, con tiempo
suficiente, especialmente los fines de semana, para ocupar un rato cada día
para rellenar alguna hoja en blanco con mis ideas, pensamientos e incluso mis
sentimientos.
Hoy vuelvo a esta cita con la
intención de quedarme algún tiempo, espero que mucho tiempo, e intentar
recuperar un placer satisfactorio y un poco egocéntrico, no está de más
reconocerlo, que tan alejado he mantenido de mi persona.
Me siento entumecido, con falta
de ritmo en el flujo de las ideas, torpe en la selección de las palabras
adecuadas, pero convencido, a la vez, que según vaya recuperando el hábito,
poco a poco alcanzaré el nivel de prosa que tuve hace ya algunos años, ni bueno
ni malo simplemente el suficiente para mi propio deleite y conformidad.
No me planteo cuales serán las
nuevas andanzas. Desconozco los vericuetos de los nuevos caminos. Tendré que
recorrer nuevas sendas que aún hoy son desconocidas para mí, y están por
descubrir. No sé si mis escritos serán trascendentes o por el contrario llenos
de banalidades. No sé si habrá más opinión en ellos, o simplemente pensamientos
vagos que quiera compartir. Desconozco si hablaré de mis sentimientos y
sensaciones. Posiblemente habrá, como en el pasado, un poco de todo ello. No
busco ser relevante, ni el aplauso o la crítica de nadie. Es simplemente un
ejercicio egoísta con un placer personal que quiero y pretendo recuperar.
Hace unos días en un evento de mi
sector profesional tuve la ocasión de escuchar a un poeta, Fernando Beltrán,
que se definió así mismo además de poeta como nombrador. Y un nombrador, ha
conseguido que la Real Academia Española reconozca este vocablo, es una persona
que se dedica a hacer nombres para empresas. Nos ilustró con una serie de ellos
que ha realizado, algunos muy conocidos y para compañías muy importantes de
nuestro país, pero de toda su ponencia yo me quedé con algo que dijo y me llegó
muy dentro:” Amo a las palabras y siempre he querido vivir de ellas”.
En mi caso, no pretendo vivir de
las palabras, ni mucho menos, no creo que llegue a amarlas, pero si reconozco
que disfruto mucho con ellas, tanto al leerlas en los libros como al utilizarlas
cuando escribo.
Doy por bueno este primer escrito
de esta nueva etapa. No lo alargo mucho más, no puedo enroscarme dando vueltas
a lo mismo. He decidido volver a las andadas, a mis andadas, y ahora sólo queda
cumplir el compromiso adquirido.
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