domingo, 27 de septiembre de 2009

La foto de la discordia


No tenía pensado escribir sobre la polémica foto. Me había hecho el propósito de evitar comentario alguno sobre la misma. Pero he de reconocer que, al final, más por pereza y por recurso fácil que por otra razón he venido hasta aquí a verter mi punto de vista y mi opinión sobre la polémica desatada. He vuelto de vacaciones un poco vago y falto de toda inspiración, pero el blog ha de ser alimentado, como cualquier otra parte de mi ser, para mantenerlo vivo y no dejar que se atrofie o se muera por inanición. Por lo tanto el ejercicio de hoy corresponde más a un acto de supervivencia en la red, que a un acto de interés verdadero.
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Antes de empezar he realizado una última reflexión para fijar mis pensamientos y poder compartir así una opinión algo estructurada. Creo que la polémica ha surgido por dos motivos: uno y principal por el mal estar manifestado por el presidente de nuestro gobierno por la difusión de la misma y por no respetar el derecho de privacidad de sus dos hijas menores, y la segunda mucho más mundana por la indumentaria o vestimenta de las dos adolescentes.
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Es cierto que la razón y la ley asisten a nuestro presidente, pero también es cierto que evitar la tentación es evitar el pecado. La fotografía se realizó en un acto público, en una recepción oficial y en representación del estado español. No soy ningún experto, pero me imagino que en un viaje oficial no se deja nada al azar, el departamento de protocolo de Moncloa, sabe al detalle como son cada uno de estos actos. Nadie ni nada se improvisa en estas recepciones y me cuesta mucho creer que no se supiese de antemano que los invitados a la misma tendrían que realizarse una foto con los anfitriones. Siendo así, y respetando la opción como padre de preservar la privacidad de sus hijas menores de edad, el señor presidente debió poner la venda antes de la herida y evitar la asistencia al acto de sus amadas hijas. Entiendo que la obligatoria asistencia sólo le corresponde al mandatario y si decide ir acompañado de la familia sabe de la posibilidad de la foto. Por otro lado negar in situ la foto sería un desagravio a los anfitriones. Por lo tanto la polémica se podría haber ahorrado si nuestro presidente, como padre concienzudo hubiese decidido cortar por lo sano y haber dejado a sus hijas en el hotel o haber pagado de su pecunio personal la cena de ambas en cualquier restaurante de la ciudad alejados de los informadores de la cumbre. Por último compartir un par de dudas. Este mismo presidente y su gobierno presentan una ley del aborto que permite a una menos tomar por su madurez una decisión tan grave como decidir sobre la vida y la muerte, y además les otorga la libertad de comprar la píldora del día de después sin control facultativo. ¿Reconocen su madurez para unos casos y para otros no? Y ¿qué hubiese pasado si alguien hubiese fotografiado a las hijas del presidente en una de las carrozas que desfilaron para conmemorar el último día del orgullo gay? En un día festivo, un desfile autorizado por la calles de Madrid, tan multicolor, cualquiera podría haber hecho una fotografía, y por defender su intimidad, ¿también se habría prohibido la publicación de las mismas?
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En cuanto al segundo aspecto, mucho más mundano, la elección de los vestidos, sinceramente creo que fueron inapropiados para la ocasión. Entiendo el sentimiento de las adolescentes, ese sentimiento grupal que se desarrolla hasta las últimas consecuencias a determinadas edades. Da igual que sean góticas que siniestras, pero insisto en el detalle del protocolo, y más cuando es un acto público y oficial en representación de un estado, en este caso el nuestro. Creo que el sentido común es el menos común de los sentidos. Entiendo la educación en términos de libertad que podemos escoger cada cual para formar a nuestros hijos, ceder como padre lo hacemos todos a diario, pero ceder como presidente no es adecuado si lo que hacemos es representar a un país. ¿Qué diríamos si el presidente anfitrión se hubiese presentado en la recepción ataviado de unos vaqueros, unas botas camperas y un sombrero del séptimo de caballería? Todos ellos ropajes muy descriptivos de una parte importante de la población de su país. Por cuestiones de trabajo he sido invitado alguna vez a algún evento, cena, entrega de premios, recepción o gala. En la invitación te indican la vestimenta adecuada para la ocasión y siempre que he decido acudir y por respeto a los anfitriones he intentado cumplir escrupulosamente con las indicaciones. Presentarme en chandal y zapatillas de deporte sería una infame descortesía, y muchísimas ganas de llamar la atención.
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Sinceramente creo que todo se podría haber evitado, creo que ha faltado criterio en las decisiones previas y ha sobrado mucho gesto de rasgarse las vestiduras. Lo que bien empieza, bien acaba.

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