Sustraigo hoy esta frase del emotivo discurso que
Antonio Banderas regaló el pasado día 28 de febrero en el día de Andalucía en
el acto en que fue nombrado Hijo Predilecto de su tierra natal. Fue un regalo a
la memoria de otro de los que en ese acto se homenajeaban, el sindicalista
Manuel Fernando García Caparros, asesinado el 4 de diciembre de 1977 en Málaga
en una manifestación que reivindicaba la autonomía de Andalucía.
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La hago mía no para hablar de política o de
situaciones acaecidas en nuestro pasado, en nuestra historia más cercana. No
pretendo ni quiero plagiar una frase para defender o atacar situaciones ya
vividas, huérfanas todas ellas del sentido más común del ser humano, no busco
un recuerdo que enarbolar ni a favor ni en contra de un ideal, de una posición,
de una determinación. Como cada hijo de vecino de este país, yo también tengo
un pasado que la sangre, el dolor y el sinsentido marcó mi vida, e hizo de mi
lo que hoy soy como hombre para lo bueno, y por supuesto para todo lo malo que
en mi tiene cabida también.
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Sustraigo la frase y la hago mía por lo que tiene de
verdad en su significado más amplio y general, que cierto es que nadie
entendería su vida sin conocer su propio pasado. No sólo hemos de saber
aquellos pasos ya dados por mandato de nuestra propia voluntad, también hemos
de reconocer aquellos que no dimos por azar, por decisiones impuestas por los
demás, por voluntades ajenas, por errores ya cometidos y sus lecciones
aprendidas, por impulsos controlados y también por aquellos que no controlamos,
por un destino esquivo o por la fortuna regalada en forma de aciertos en los
momentos más críticos de nuestras vidas.
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Somos lo que
fuimos, lo que nos dejaron ser, lo que quisimos ser, lo que heredamos y
moldeamos para bien o para mal. A cierta edad somos ya más una parte de nuestro
propio pasado y un poco menos de nuestro propio presente y futuro. Entiendo y
comprendo mi propio ser cuando me veo en el espejo y escudriño mis canas más
que incipientes, las arrugas de mi piel, las marcas de mi vida, las cicatrices
del ayer, el peso de un cuerpo ya cansado, el alma herida de una vida ya vivida.
Soy un producto del ayer, del recuerdo de los años ya vencidos. Soy casi en mi
totalidad una parte más de la historia y un espacio cada día más diminuto de un
futuro que aún ha de llegar para acumular experiencias, vivencias y
sentimientos que han de llenar mi peregrinar en esta vida.
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Miro adelante para seguir vivo, para continuar mi
camino, pero el horizonte se ve más próximo y cercano. El recorrido aún
pendiente se acorta cada día, la meta se sospecha más próxima, y el final se
adivina con una mayor certeza. Mis ojos ven más allá por los más jóvenes que me
rodean, a través de ellos extiendo un tiempo que en poco ya no será mío, con
ellos vivo por adelantado lo que a mi no me ha de llegar, por ellos imagino un
futuro que me será negado y que obtendré como premio en la extensión de sus
vidas. Me complace la juventud ajena, me gusta la compañía de los que aún no
han cruzado el meridiano de sus vidas, disfruto de sus ilusiones, de sus
capacidades, de sus fuerzas e ímpetus, de sus rebeldías, de sus sueños y
quimeras. Hago mías parte de sus vitalidades, cual parásito sin desgaste propio
me alimento de sus fuerzas, y como tronco arrastrado por la corriente dejo que
sus empujes me lleven a la calma de un mar dormido que espera en su inmensidad
la llegada del fin de otra vida.
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No me quejo, y sé que el camino por recorrer aún no
será corto. Sé lo que soy porque entre mis verdades y mis mentiras reconozco mi
historia, mi pasado. Entendí mi vida ya hace tiempo, nunca he dejado de mirar
atrás buscando mis raíces, conociendo mis principios. Nunca he permitido que mi
equipaje lastrara mis siguientes pasos, he caminado un sendero a veces elegido
por mi y algunas otras descubriéndolo sobre la marcha. El libro de mi vida está
muy avanzado en sus capítulos, pero antes de llegar a su epílogo quedan algunas
páginas por escribir.
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2 comentarios:
Es curioso que los pensamientos se aproximen tanto cuando ha pasado más agua bajo el puente de la que pasará en el futuro.
"La vida solo se entiende mirando hacia atrás, pero ha de vivirse mirando hacia delante.» ( Søren Kierkegaard)
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