Hoy medio mundo se despertó con la noticia. EEUU había matado a Osama Bin Ladem. El terrorista más buscado había muerto como consecuencia de una operación militar aprobada por la Casa Blanca y directamente por su presidente. Parece ser que estaba localizado desde el pasado mes de agosto y ha sido este fin de semana cuando se ordenó el ataque a su residencia para terminar con la vida del número uno de Al Qaeda. Todavía es pronto para saber con certeza los detalles de tal operación, según transcurra el día podremos ir completando la información. Es sin duda una buena noticia, una noticia esperada desde hace más de diez años, incluso antes del atentado a las Torres Gemelas de New York.
No sé si con esta muerte se ha hecho justicia sobre todas las víctimas del terrorismo islámico, tal y como anunció esta pasada madrugada el Presidente de EEUU. Lo que si es cierto es que ayer se terminó con una de las figuras del mal, con una de las figuras que más daño ha provocado en los últimos años a nivel mundial. No entro a valorar si la hipocresía del mundo occidental, capaz de generar por nosotros mismos un odio tan irracional, es en medida alguna responsable de atentados contra nuestras propias sociedades, lo que tengo claro es que hoy al menos cientos de miles, millones de personas dormirán más tranquilos.
Me imagino que desde anoche se estarán vertiendo miles de millones de litros de tinta analizando la noticia y escribiendo sobre ella desde los distintos puntos de vista. Analistas especializados con ingentes conocimientos en política internacional, expertos en terrorismo, fuerzas de seguridad, ejércitos, gobiernos y cronistas nos harán ver la trascendencia de la noticia. En mi humilde opinión, no por esperado, ha sido un acontecimiento del que debemos sentirnos felices, todo aquello que represente ir avanzando en el largo y tortuoso camino contra el mal es motivo de alegría.
Nos queda la duda más que razonable de que puede ocurrir a partir de este momento, cual será la reacción del grupo de terroristas que él lideraba y si entramos en una época donde podemos estar expuestos a una intensa actividad de terror, dirigida contra inocentes como actos de venganza por la muerte del señor de la muerte. Seguro que en esta ocasión no se ha terminado con la rabia del can, pero seguro también que se ha eliminado una de las mayores amenazas de nuestras sociedades y que este es el camino a recorrer.
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