sábado, 22 de enero de 2011

Pasa la Vida


Pasa la vida, pasa la vida y no has notado que has vivido
cuando pasa la vida.
Pasa la vida, tus ilusiones y tus bellos sueños,
todo se olvida.
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Pasa la vida igual que pasa la corriente en el río
cuando busca el mar que son caminos diferentes
ahí a donde quiera que va.

Ayer por la tarde fui a cortarme el pelo. Tengo por costumbre que cada mes y medio aproximadamente y haciendo coincidir esta cita con un viernes por la tarde o una sábado por la mañana me acerco a la peluquería. Acudo a la misma desde hace ya unos 35 años, allí siempre han estado Benito, Pepe y Mariano. Soy animal de costumbres, soy fiel cliente y me he sentido siempre entre amigos. Empecé a ir acompañado de mi tío con apenas trece años y desde entonces no he dejado que nadie más me cortase el pelo.

Han sido testigos de mi vida, han participado de los grandes acontecimientos siempre adelantándose a los mismos por unas horas. Han sido confidentes, terapeutas, consejeros, solidarios, amables, sensibles. Han participado de mis alegrías con entusiasmo, me han consolado en mis desgracias personales, han perdonado mis errores y me han ayudado en mis peores momentos con sus ánimos. He vivido sus problemas, sus emociones, sus alegrías y sus penas. Empezaron siendo mis peluqueros y hoy son mis amigos.

Ayer Mariano me dijo que se jubilan, que en poco menos de dos meses cierran la peluquería. Que ya están mayores, que a Pepe le ha dado una angina de pecho y que Benito y él han pensado en que ya está bien de esfuerzos, de jornadas de doce horas, de pelear cada día, que ha llegado el momento de descansar y vivir lo que quede por delante disfrutando del retiro, de las sus mujeres e hijos, de sus nietos, de las partidas de mus, de la copita y el café en el bar del pueblo después de comer, de pasear e incluso, porque no, de hacer algún viajecito a la playa con el Inserso.

Me quedé helado. No me lo esperaba, no daba crédito. Se jubilan, ¿Cómo es posible? Pues así de fácil, han pasado los años, ha pasado la vida, y como yo que él lunes pasado cumplí años, ellos han ido haciéndose mayores, y yo a su lado sin ser consciente que efectivamente llegaría el día. Ayer fue todo distinto, mientras Mariano trabaja con mi cabeza apenas hablamos, no comentamos el último partido de fútbol, no mencionamos ni al gobierno ni a la oposición ni a la madre que parió a ambos, no hablamos de cómo me va o me deja de ir en el trabajo, no me preguntó por mis hermanos, por Pablo que hace tiempo que no le llevo, ni recordamos a Paco y Ricardo que al igual que yo fueron sus clientes desde el inicio de su negocio. Ayer, mientras Mariano trabajaba con sus tijeras, me recortaba las patillas, lavaba la cabeza, y me secaba con el secador nunca muy caliente para no quemarme, recordé muchos de los momentos compartidos, en silencio reviví mi primer día así como muchos de los que cualquiera de los tres han compartido conmigo. Ayer me di cuenta de cómo pasa una vida, de cómo aquello que nunca piensas que ha de suceder, que nunca te planteas que terminará llega a su fin. Han sido 35 años de mi vida los que han pasado, ellos han sido testigos de cada uno de esos años, siempre estaban, cada mes y medio los veía, acudía a ellos y en poco más de media hora nos poníamos al día de todas nuestras cosas.

Uno es consciente que se hace mayor, han pasado ya muchas cosas que han sido hitos trascendentes en todos estos años. Hay fechas ya muy señaladas en el calendario, he vivido acontecimientos que me han marcado el camino, he recorrido un largo trecho, pero quizás cosas como la noticia de ayer son las que te hacen pensar de forma abrupta que realmente la vida pasa, que el tiempo no se detiene para nadie.

Hoy tengo dos nuevos problemas, pierdo a tres amigos fieles en el viaje de mi vida, y en poco más de un mes y medio tengo que buscar una nueva peluquería, unos nuevos compañeros para recorrer junto a ellos espero el último trayecto de esta senda, que estoy seguro será más corta en el tiempo.
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2 comentarios:

Juan Manuel Beltrán dijo...

Sólo pasa aquello que se olvida. Lo que se recuerda permanece y el cariño lo cuida, lo mejora, lo matiza, lo engrandece y, como siempre, el que se va lo hace ignorando el desamparo del que permanece.
Te sugiero que abraces la comodidad de las máquinas caseras: será la mejor forma de decir que nunca, nadie, colonizó el terreno que labraron tus amigos.
Bonita reflexión.

Dom dijo...

Me ha dejado helado el texto, y me he visto sentado por un momento en la silla de la peluquería. Tantas veces he sentido lo mismo, y la verdad es que a veces abruma lo inexorable y cruel que resulta el discurrir de los años.