domingo, 14 de marzo de 2010

La visión de una vida.


“El hombre de 50 años que ve el mundo de la misma manera en que lo veía a los 20 años, ha desperdiciado 30 años de su vida.” (Muhammad Ali).
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Hoy he leído esta cita. Me he topado de bruces con ella y no la he podido pasarla por alto. Creo que la cercanía a los 50 me tiene últimamente especialmente sensible con todo aquello que me voy encontrando en mis lecturas y hacen referencia a esta edad. No sé si recupero del baúl de la memoria mis percepciones más infantiles, recuerdos de la niñez, imágenes de mis mayores. Si sé que cuando a penas levantas un metro y pocos centímetros más del suelo, las percepciones de las personas que te rodean en esos años de tu vida son unas y que según avanzas acumulando años a tus espaldas estas son diametralmente distintas y opuestas a las sentidas en el pasado.
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No es que sienta una especial admiración por el dueño de esta cita, una persona que a lo largo de su vida ha recibido muchos cientos o miles de duros impactos en su cabeza debe de tener un batido neuronal difícil de digerir. Pero seguro que en el momento de expresar la citada idea, los axones hicieron su trabajo y fueron capaces de conectarse unos con otros hasta articular dicha sentencia. Y creo además que tiene razón.
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La vida nos cambia en una lenta, pero inexorable evolución. Igual que físicamente experimentamos los cambios derivados del uso y desgaste de nuestros cuerpos, de la misma manera evolucionamos en nuestra visión de todo aquello que nos rodea y que conforman el hatillo de nuestras vivencias, experiencias, sensaciones, sentimientos, deseos, voluntades y objetivos. Es una ley natural, o es simplemente la vida que a cada cual nos toca vivir. Pero si creo firmemente, estoy seguro de ello, que cada día nacen y mueren a la vez en nosotros mismos diminutos cambios que configuran una personalidad distinta hasta el mismo día en que todo se termina.
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Una vez leí que cada uno de nosotros somos tres personas en una, y no es la respuesta a la imagen de la Santísima Trinidad, es más humano y mucho más fácil de entender si necesitar del esfuerzo de la Fe. Uno es como es realmente, como se ve a si mismo, y como lo ven los demás. Tres formas de ser, y cada una de ellas diferente. Lo pensé y medité durante un buen rato, y lo acepte como una verdad absoluta. Nuestro real ser tiene mucho que ver con la genética heredada, con el uso que cada cual le hemos dado a nuestras vidas, a nuestros cuerpos, al entorno en donde nos criamos, educamos y vivimos. Del ser nacido como consecuencia de cómo nos vemos se derivan miles de factores: desde la autoestima, la autocrítica, la sinceridad con uno mismo, la indulgencia personal, el estado de ánimo, nuestro aspecto físico, el desarrollo de nuestro intelecto y si me apuráis conceptos más banales como el desarrollo de nuestro ego. Tendemos a reconocernos más guapos, más altos, más delgados, inteligentes, amables, sensibles y especiales de lo que realmente somos. Por último de estas dos proyecciones anteriores de nuestra persona resulta la última concepción de nuestro ser, como nos ven los demás. Nunca coincide realmente con las realidades anteriores, en muchas de las ocasiones para bien y en la mayoría de ellas para nuestra desgracia. Ni somos tan guapos, ni tan listos para el resto de la humanidad, y además incluso puede ser que este último ser se multiplique por un número indeterminado ligado al número de personas con las que nos relacionamos y conocemos. Aceptando esta idea como buena y cierta, es fácil adivinar que efectivamente la vida se ve de distinta manera desde el prisma de los 20 años que desde los 50. No podríamos convivir con un tres en uno sin muchas contradicciones y esperar que estos sean inmutables con el paso del tiempo.
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Seguramente la cita del afamado campeón de los pesos pesados se pueda evolucionar, y todos aquellos que multipliquen la distancia por dos, verán que a los 80 la vida se entiende y se experimenta de una forma muy distinta que a los 50 y por supuesto que a los 20. No creo que tenga la oportunidad de comprobarlo, pero si alguno de vosotros llegáis a ese tramo del camino, acordaros, (o mejor escribir hoy el compromiso y guardarlo bien, no vaya a ser que a esas edades uno olvide lo que vivió en estas fechas) de compartir con el resto el cambio de visión experimentado, seguro que esta en las antípodas.
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2 comentarios:

Juan Manuel Beltrán dijo...

Si buscas la opinión de un damnificado por ese número y viviendo en esa provecta edad, te confirmo que tu visión del mundo cambia enormemente; pero que la visión que el mundo tiene de ti cambia más; cambia hasta que consigue que te hagas transparente.
Por si todo eso fuera poco,tu cuerpo se encarga de recordarte, todos los días, que la vida no te ha perdonado ni un día, ni un esfuerzo, ni un pitillo,ni un exceso y ni un dolor.
Gracias a esos doleres, sabrás que sigues vivo y llevando a tu cuerpo allí donde ya no quiere ir.

Anónimo dijo...

Querido hermano, te ha faltado poner una cosa y creo que no te has dado cuenta. Lo siento, pero los Martinez Beneyto somos como los buenos reservas, mejoramos con los años. Has visto que grado de positividad tengo. Según vamos cumpliendo años, nos despojamos de 'valores' superfluos para ir quedándonos con la esencia.
Bueno, besos y espero que te haya gustado este comentario de un cerebro unineuronal que piensa seguir cumpliendo años a no ser que algo/alguien no se lo permita.