domingo, 28 de marzo de 2010

La Gran Vía.


El próximo 4 de abril se cumplirán cien años del nacimiento de la calle más emblemática de Madrid. Aunque las obras se iniciaron ese mismo día de 1910 y se finalizó en 1929, no se entregó como obra terminada hasta el mes de septiembre de 1932. El proyecto original de ejecución de los entonces arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Octavio Palacios se dividía en tres tramos: Avenida A (534 metros), desde la plaza de San Marcial (actual calle de los Reyes) hasta la de Callao; el Bulevar (409 metros), desde Callao hasta la Red de San Luis, y Avenida B (417 metros), desde la Red de San Luis hasta la calle de Alcalá. La longitud total sería de 1.316 metros y el ancho de 25 metros, salvo el bulevar que tendría 35 metros. Las obras fueron inauguradas por el Rey Alfonso XIII, siendo Presidente del Gobierno José Canalejas y Alcalde de la ciudad, José Francos Rodríguez. Las obras se fueron realizando por tramos, siendo el último en finalizarse el de la Avenida A. Los nombres originales que recibieron fueron: Conde de Peñalver, alcalde de Madrid cuando se firmó el proyecto, para la Avenida B, la primera en realizarse; Avenida Pi y Margall, en recuero del que fuera Presidente de la I Republica Española, para el segundo tramo el del Bulevar; y calle de Eduardo Dato, en recuerdo del que fuera Presidente del Gobierno, para el último en finalizarse, Avenida B.
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A lo largo de su historia la Gran Vía ha tenido diversos nombres oficiales y otros populares. Tres meses antes de comenzar la Guerra Civil, en 1936, los dos primeros tramos pasaron a denominarse Avenida de la CNT. Ya en tiempos de la Guerra, serían conocidos como Avenida de Rusia. Este nombre volvería a cambiarse en noviembre de 1937 por el de Avenida de la Unión Soviética. Durante este período también tuvo otros nombres populares como Avenida de los obuses o, la zona del bulevar, Avenida del quince y medio, en referencia a los proyectiles que el ejército franquista lanzaba sobre los pisos superiores del edificio de la Telefónica, que era usado como observatorio militar. En 1937 el tramo llamado Eduardo Dato recibió el nombre de Avenida de México. Al finalizar la Guerra Civil en 1939, con la victoria franquista y su entrada en Madrid, la calle pasó a llamarse desde el 24 de abril Avenida de José Antonio. En 1981, durante la Transición Española y siendo Alcalde de Madrid el socialista Enrique Tierno Galván, el Ayuntamiento cambió el nombre de veintisiete calles, entre ellas el de la Avenida de José Antonio, que desde entonces se denomina simplemente Gran Vía.
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Dejemos los datos de la historia para los expertos, sólo a modo de introducción he entendido que debía aportar un poco de información para situar el próximo aniversario de quizás la calle más conocida de Madrid. Si he venido aquí hoy no ha sido con otra intención que rendir mi pequeño homenaje compartiendo con vosotros la parte de mis recuerdos asociados a ella. He vivido la Gran Vía en distintos momentos de mi vida y cada recuerdo que tengo está asociado a momentos y épocas diferentes. Cuando era un niño, visitar la Gran Vía era todo un acontecimiento. Normalmente mi Padre nos solía llevar a pasear por ella, al menos en dos ocasiones al año, aunque seguramente pasábamos muchas más tardes en ella. Especialmente recuerdo cuando de noche en la primavera, nos llevaba cada año a mis hermanos y a mí, a ver el ambiente de las hinchadas de los equipos que venían a Madrid a celebrar la final de lo que hoy conocemos como la Copa del Rey de Fútbol, y entonces en mis primeros años de recuerdos se conocía como Copa del Generalísimo, que mayor nos hacemos. Era todo un espectáculo ver la riada de seguidores de uno y otro equipo, paseando por la Gran Vía con sus banderas, sus bufandas, sus cánticos, ebrios de alcohol, ebrios de ilusión y triunfalismo. Casi daba igual el resultado, tanto unos como otros celebraban el hecho de haber estado en una final y hacían de la calle un encuentro para la fiesta y la celebración. De aquellos mismos años mantengo en mi memoria, la segunda cita obligada. El paseo por Madrid en coche para ver el alumbrado de las Navidades. Siempre lo iniciábamos en la Plaza de España, subíamos la Gran Vía en sus tres tramos, llegábamos a Cibeles, calle Alcalá hasta Velásquez, subíamos hasta Joaquín Costa, vuelta por Serrano hasta la Puerta de Alcalá, y de nuevo la Gran Vía. Eran años, porque no reconocerlo, de una infancia feliz con simplemente compartir momentos muy marcados con el resto de la familia.
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Años más tarde fue la calle de los cines para mí. Junto con un amigo, y en ocasiones otro más, acudía los sábados a alguno de los grandes cines de toda la vida. Eran los primeros años de adolescente, con capacidad económica para ir a un estreno al menos cada mes, y el resto de fines de semana pases de sesión continua en alguno de los cines del barrio. También fueron tiempos de mi inicio en el arte del ligoteo, aunque he de reconocer que nunca fui un experto en estas lides, si es cierto que alguno de mis amigos bien conseguía atraer la atención de nuestros objetivos y a partir de ese momento a quién Dios se la diese, San Pedro le bendijese. Todo aquello ocurría siempre entre la Plaza de España, la parte de abajo de Princesa, y algún paseo que otro por Gran Vía.
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Ya con más edad he vivido la Gran Vía de otra manera, me ha encantado pasear por ella, ver la gente, oír el sonido de una calle llena de vida. He acudido a Chicote a tomar algún aperitivo, he ido a sus espaldas alguna noche golfa a tomar copas. Pero sobre el resto de las cosas me he dejado impresionar con su arquitectura, por la composición de sus edificios, por las gárgolas de sus tejados, por el señorío ya trasnochado de alguno de sus hoteles.
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Hace ya algunos años que sólo la visito de paso, cuando por algún motivo he de atravesar por ella con dirección siempre a otra parte de la ciudad, pero incluso ahora no deja de fascinarme. Creo que iré algún día de estos en compañía de mis hijos a enseñarles una calle ya centenaria, una calle que seguro que al igual que a mi les fascinará, una calle que es un emblema de nuestra ciudad y que seguro seguirá siendo así durante al menos otros cien años.
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1 comentario:

Juan Manuel Beltrán dijo...

Lo mejor de todos los nombres de la Gran Vía ha sido, siempre, el sentido común del pueblo, que siempre, se llamara como se llamara,habló de ella como LA GRAN VÍA.
En cuanto a vivencias, comparto todas y añado una más: he trabajado tres años en una oficina situada en plena Gran Vía y si es verdad que tener la oportunidad, todos los días, de ver pasar sus horas desde las 8 de la mañana hasta las 1o de la noche, aporta una curiosa variedad de fotografías mentales y vitales. Buen comentario, amigo.