sábado, 9 de mayo de 2009

El viaje a ninguna parte




El viaje a ninguna parte es una novela de Fernando Fernán Gómez publicada en 1985. En ella relata la historia de una pequeña compañía de teatro, la compañía Iniesta-Galván, desde el comienzo del franquismo hasta que las primeras pantallas de cine casi acaban por completo con este tipo de actores y actrices que recorrían la España de la post guerra de pueblo en pueblo, y por un mísero salario que apenas si llegaba para pagar comida, alojamiento y poco más.

No voy a escribir sobre la novela, ni sobre la película que después dirigió el mismo escritor, y que en 1986 recibió tres Goyas: Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Original. Nada podría aportar sobre lo ya escrito y lo único que os puedo recomendar es que leáis el libro, o en su defecto veáis la película, porque en ambos casos vais a pasar un rato agradable, y seguro que disfrutareis muchísimo tanto de una como de otra.

Si es verdad que el argumento de la novela, una troupe de actores viajando sin rumbo fijo, de pueblo en pueblo, de representación en representación, viviendo al día, con sus miserias, con sus alegrías, desgajándose con el paso del tiempo, separándose, y buscando al final nuevos horizontes, nuevos caminos que les llevara hasta la felicidad tan ansiada, puede servir de metáfora para explicar el otro viaje a ninguna parte, el viaje sin final cierto al que yo me quiero referir.
Es un viaje común entre muchos de nosotros, en algunos casos se trata de toda la vida, en otros son etapas que vivimos sin rumbo fijo, sin saber el porque iniciamos el camino y sin conocer el destino final. Da igual que se trate de nuestra vida privada o profesional, en ocasiones inseparables la una de la otra, iniciamos la andadura sin conocer donde terminaremos, sin pararnos a pensar donde nos lleva. Algunas veces el propio transcurrir de los acontecimientos nos pone en marcha, otras de forma voluntaria tomamos la decisión de acometerlo sin muchos análisis previos, sin grandes motivos ni razones. Quizás sea el libre albedrío del ser humano el que nos pone ante la tesitura de tomar la decisión, quizás sea la propia inconsciencia de nuestro género quien nos impulsa a ello, quizás detrás de la decisión tan sólo exista un porque no hacerlo. Otras veces es la necesidad de un cambio, la ilusión por dar un vuelco a la vida, la frustración por lo que tienes, la necesidad de mejorar, el ansia por conseguir alguno de nuestros sueños. Con motivo o sin él iniciamos la senda, nos adentramos en el camino e iniciamos el viaje.
Yo no seré quien desaconseje el realizarlo, yo mismo he iniciado mi propio viaje a ninguna parte, está siendo duro, esta costando un alto precio de esfuerzo, de desilusión en muchos momentos, esta siendo incierto y en muchos tramos difícil de seguir adelante. Cierto es que más complicado es parar, desistir en el intento y dar marcha atrás. Iniciar otros recorridos entraña mayor dificultad, cuando te inicias en él la capacidad de variar el sentido es aun menor. No sé donde me lleva, no sé donde ha de terminar, cada día recorro una parte, hay días que avanzo más y otros muy poco, casi nada e incluso llego a pensar que deshago camino y vuelvo a pasajes por los que ya había pasado. Decidí empezarlo de forma consciente y voluntaria, buscaba una mejora, buscaba un futuro, buscaba llegar a ser el dueño de mi destino. En los primeros pasos se truncó, derivó la dirección y sin saberlo inicié un nuevo tramo desconocido. Ahora mismo no sé por donde camino, no sé a donde me lleva, y lo peor no sé si será un viaje que nunca termine. No desisto diariamente de mirar al horizonte y buscar su final, no desisto en avanzar, en limpiar la senda de matojos que finalmente me enseñen las siguientes estaciones del mismo. No es fácil y peor aun si has de realizarlo sin compañía, sólo cada día intento cumplir cada etapa. Quizás nunca lo termine, o a lo mejor cualquier día sin darme cuenta se interrumpirá y habré alcanzado el final del trayecto. Si esto ocurre tendré que corregir el título de hoy y cambiarlo, no sería justo que habiendo alcanzado la meta, mi viaje a ninguna parte se quedará sin su final.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días ¡! ayer escuche una frase: Lo mejor del camino que recorremos, no es llegar a ver el final, si no disfrutar del paisaje.
Ya sé que es difícil, en muchas de las ocasiones no ver lo que tenemos a nuestro alrededor, sin poder llegar a divisar el futuro cierto del camino que queremos recorrer, y soy yo la menos indicada en este momento de mi vida, para decirte nada sobre caminos, finales y que observes el paisaje, pero creo que los mejores finales y los grandes recorridos de nuestra vida, son los que por una razón u otra, llegan a ella sin avisarte y sin preguntar, y un día vamos apreciando que al avanzar en el camino, llegan claros que nos hacen ver que estamos en el sitio indicado.
Bsos.

Virginia dijo...

Yo cuando tengo dudas de las decisiones que tomo, suelo echar la vista atrás y pensar en todo lo bueno que tengo ahora gracias al haberlas tomado. Lo importante es lo que se consigue, lo que te aportan que a la vez darán lugar a nuevas decisiones...
Es muy difícil cuando la decisión supone un cambio radical en nuestras vidas, pero si llegamos a ese extremo es porque algo dentro de nosotros nos impulsa a hacerlo, no crees?
La verdad es que no creo que haya ningún final del camino, creo que en general hay un objetivo al que se llega por varios caminos.
La mejor vacuna para la vida es la vida en sí misma, vivirla, comprometiéndose con uno mismo para conseguir lo mejor. Y que te resulte difícil no parar en ese intento es lo mejor que te puede pasar.
Un besito y ánimo¡!

RollingStorming dijo...

Tomar decisiones es vivir, respirar, equivocarse, volver a levantarse, arriesgarse, enfrentarse, vencer, perder; el no tomarlas, el quedarse quieto, el dejar que la marea pase sobre ti, es estar muerto.
La incertidumbre es un hilo más del tapiz del destino... pero el descifrarlo es parte del camino. A veces el enigma no es tan sencillo pero en tu lidia se han presentado retos mucho más complicados como para no medir este toro y tumbarlo como dicta tu arte. ¡Ánimo maestro!