Hace unos días, el pasado 19 del presente mes, tomando el primer café de la mañana y utilizando ese tiempo para leer el periódico como casi todas las mañanas hago antes de ir a la oficina, me encontré en la columna que Raúl del Pozo publicada cada día en la última página del diario El Mundo, “El Ruido de la Calle”, con una divertida anécdota que relataba en su artículo “El Fontanero”. La anécdota es referida a Alfonso Guerra, en mi opinión uno de los mejores políticos de nuestra historia reciente por su formación humanística, su capacidad de trabajo y por decir siempre su verdad aunque molestara, o como hoy decimos de forma cursi y bien intencionada “aunque no fuera políticamente correcta”. La anécdota relatada dice así: Se cuenta en Moncloa una leyenda urbana. El Ujier se dirigió a Guerra: “Ha dicho el presidente que vaya a su despacho Ipso facto, que quiere decir inmediatamente” a lo que Guerra contestó: “Iré de Motu propio, que quiere decir cuando me salga de los cojones”.
Todavía ahora cuando la transcribo arranca en mi una sonrisa, me parece una genialidad, me parece el resultado de una inteligencia rápida, viva y muy perspicaz. Son frases que muy pocos tienen la capacidad de construir, de ser emitidas en el momento y en el sitio oportunos, frases que se quedan en la memoria de muchos y que finalmente perviven en el tiempo y forman parte del saber popular.
La lectura de esta ingeniosa anécdota me ha hecho pensar que cantidad de frases hechas utilizamos cuando nos expresamos, frases célebres que usamos como coletillas de nuestros lenguaje, frases que dan a entender intenciones, hechos, aseveraciones, posiciones, sin tener por su uso que extendernos en innumerables explicaciones puesto que forman parte de nuestro léxico y tanto el comunicador como el receptor del mensaje codifican el mismo significado inmediatamente. Pero la verdad es que de todas ellas, o yo al menos, desconocemos su origen e incluso sus autores. Por eso hoy he decido buscar algunas de estas archiconocidas frases para compartir aquí y descubrir por quién fue dicha por primera vez y en que momento se dijo. Ahí van algunas de las más populares por su uso a modo de ejemplos:
“Quien da primero, da dos veces”. Hoy es una de las obviedades más repetidas, pero hubo un personaje que enunció ese razonamiento antes que nadie (en el s. I d.C.). Fue Séneca, uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos.
“Por los cerros de Úbeda”. Fernando III, el santo esperaba a un hidalgo aliado suyo que iba a ayudarle con sus huestes a tomar la ciudad jienense. Éste, con pocas ganas de guerra, llegó tras la conquista del año 1233 diciendo que se había perdido por los cerros de la zona.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Se difundió en España gracias a la elegía del poeta Jorge Manrique (1440-1478) a la muerte de su padre, Rodrigo Manrique, aunque el poeta la tomó de la Biblia, donde puede leerse tal cual dentro del Eclesiastés.
“Tanto monta, monta tanto”. Es lo que ponía en el escudo de armas de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, cuando ambos se casaron en 1469. Suele ir acompañada por la coletilla: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
“Que salga el sol por Antequera”. Se emplea para mostrar despreocupación por un asunto determinado. En la toma de Granada, en 1491, las tropas españolas la usaban como un equivalente a “que salga el sol por donde salga”. Desde donde se encontraban, el sol no salía nunca por Antequera, que está al oeste de Granada.
“Llevarla al huerto”. Es una expresión que se utiliza desde 1499, año en el que la alcahueta Celestina, personaje inmortalizado por Fernando de Rojas, consiguió llevar a Melibea al huerto en que la esperaba su enamorado Calixto.
“Decíamos ayer”. Tras pasar cuatro primaveras en la cárcel bajo la acusación de haber traducido partes de la Biblia a la lengua vulgar, Fray Luis de León volvió a dar clase en su cátedra de Salamanca en 1576 y utilizó estas mismas palabras para retomar lo que había dejado a medias durante ese tiempo.
“París bien vale una misa”. En 1593, Felipe II, interesado en que el trono francés lo ocupara su hija Isabel, accedió a que Enrique III de Navarra, calvinista recalcitrante, se casara con ella y se convirtiera en rey de los galos siempre que renunciara al protestantismo y abrazase la fe católica. Y Enrique contestó: “París bien vale una misa”. Católica, claro.
“Quien fue a Sevilla, perdió su silla”. Procede de un acontecimiento verídico: en el siglo XVI, el arzobispo de Sevilla intercambió por un tiempo su puesto con su sobrino, el arzobispo de Santiago, que era incapaz de dominar la ciudad gallega. Cuando quiso volver a su tierra, el sobrino se negó a cederle el sillón.
“Con la Iglesia hemos topado”. El Quijote es una fuente inagotable de sentencias célebres extrapolables a cualquier contexto actual. En un pasaje de la obra, Miguel de Cervantes (1546-1616), por boca del inmortal hidalgo manchego, expresa la imposibilidad de enfrentarse con el poder.
“Tienes más cuento que Calleja”. Dicho popular que tiene como protagonista a Saturnino Calleja Fernández, creador y director de una editorial fundada en 1785, cuya fama se debió a la publicación de los cuentos infantiles más célebres de la época.
“Los mismos perros con distinto collar”. Lo dijo Fernando VII al pasar revista a las tropas en 1823. Cuando los soldados se presentaron delante del rey, éste se sorprendió al ver que el nuevo ejército realista estaba formado por los mismos liberales que acababa de licenciar.
“Así se las ponían a Fernando VII”. Hace alusión a los cortesanos de la camarilla del rey, que cuando jugaban con éste al billar le ponían las carambolas fáciles para hacerle creer que era un experto jugador y así tenerlo contento.
“Más feo que Picio”. En el siglo XIX, Picio fue un zapatero granadino condenado a muerte que, de pronto y sin saber muy bien por qué, fue indultado. De la impresión que le causó el perdón, perdió pelo, cejas y pestañas y se convirtió en ejemplo de fealdad.
“Más se perdió en Cuba y vinieron silbando”. Aparece con ocasión de la liquidación del imperio de ultramar en 1898. Alude a la guerra contra EEUU, a la derrota española y al fatalismo que inundó todo el país tras esa contienda.
“En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero”. Los políticos españoles de la primera mitad del siglo XX la tomaron prestada del gran dramaturgo Jacinto Benavente para ilustrar las diferencias entre los que sólo ganan y los que, además, saben ganar.
“Venceréis, pero no convenceréis”. La puntualización que Miguel de Unamuno le hizo a Millán Astray el 12 de octubre de 1936 se usa cada semana en contextos diferentes, como en el deporte, donde cada jornada de Liga siempre hay un equipo que vence pero no convence.
“Tienes más moral que el Alcoyano”. Alude al mundo del fútbol y al equipo del Alcoyano C.F. (de Alcoy, Alicante), que en 1948 iba perdiendo por 13 goles de diferencia en una eliminatoria de la Copa del Generalísimo y aún así luchaba con furia por empatar.
“Soy ateo por la gracia de Dios”. El cineasta Luis Buñuel (1900-1983) reconoció su ateísmo militante con una fórmula original a la altura de su genio: ese dios que él negaba era el mismo que le había convencido de su inexistencia.
“Café para todos”. Su autor fue Ernesto Che Guevara y no se refería a la Transición española, aunque siempre ilustrará un proceso en el que lo importante para sus promotores fue que todos, fueran de la ideología que fueran, tuvieran voz en el futuro político que se construía.
“No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”. El Premio Nobel Camilo José Cela (1916-2002) la utilizó para desmentir la infalibilidad de cierta fórmula que afirmaba que el participio y el gerundio venían a significar lo mismo. Pues no.
“No soy pesimista. Soy un optimista bien informado”. El escritor Antonio Gala hizo gala de su lucidez para afirmar que el optimismo bien podía ser una cuestión de ignorancia, y que la información que nos llega sobre el mundo exterior obliga a ser pesimista.
La lectura de esta ingeniosa anécdota me ha hecho pensar que cantidad de frases hechas utilizamos cuando nos expresamos, frases célebres que usamos como coletillas de nuestros lenguaje, frases que dan a entender intenciones, hechos, aseveraciones, posiciones, sin tener por su uso que extendernos en innumerables explicaciones puesto que forman parte de nuestro léxico y tanto el comunicador como el receptor del mensaje codifican el mismo significado inmediatamente. Pero la verdad es que de todas ellas, o yo al menos, desconocemos su origen e incluso sus autores. Por eso hoy he decido buscar algunas de estas archiconocidas frases para compartir aquí y descubrir por quién fue dicha por primera vez y en que momento se dijo. Ahí van algunas de las más populares por su uso a modo de ejemplos:
“Quien da primero, da dos veces”. Hoy es una de las obviedades más repetidas, pero hubo un personaje que enunció ese razonamiento antes que nadie (en el s. I d.C.). Fue Séneca, uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos.
“Por los cerros de Úbeda”. Fernando III, el santo esperaba a un hidalgo aliado suyo que iba a ayudarle con sus huestes a tomar la ciudad jienense. Éste, con pocas ganas de guerra, llegó tras la conquista del año 1233 diciendo que se había perdido por los cerros de la zona.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Se difundió en España gracias a la elegía del poeta Jorge Manrique (1440-1478) a la muerte de su padre, Rodrigo Manrique, aunque el poeta la tomó de la Biblia, donde puede leerse tal cual dentro del Eclesiastés.
“Tanto monta, monta tanto”. Es lo que ponía en el escudo de armas de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, cuando ambos se casaron en 1469. Suele ir acompañada por la coletilla: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
“Que salga el sol por Antequera”. Se emplea para mostrar despreocupación por un asunto determinado. En la toma de Granada, en 1491, las tropas españolas la usaban como un equivalente a “que salga el sol por donde salga”. Desde donde se encontraban, el sol no salía nunca por Antequera, que está al oeste de Granada.
“Llevarla al huerto”. Es una expresión que se utiliza desde 1499, año en el que la alcahueta Celestina, personaje inmortalizado por Fernando de Rojas, consiguió llevar a Melibea al huerto en que la esperaba su enamorado Calixto.
“Decíamos ayer”. Tras pasar cuatro primaveras en la cárcel bajo la acusación de haber traducido partes de la Biblia a la lengua vulgar, Fray Luis de León volvió a dar clase en su cátedra de Salamanca en 1576 y utilizó estas mismas palabras para retomar lo que había dejado a medias durante ese tiempo.
“París bien vale una misa”. En 1593, Felipe II, interesado en que el trono francés lo ocupara su hija Isabel, accedió a que Enrique III de Navarra, calvinista recalcitrante, se casara con ella y se convirtiera en rey de los galos siempre que renunciara al protestantismo y abrazase la fe católica. Y Enrique contestó: “París bien vale una misa”. Católica, claro.
“Quien fue a Sevilla, perdió su silla”. Procede de un acontecimiento verídico: en el siglo XVI, el arzobispo de Sevilla intercambió por un tiempo su puesto con su sobrino, el arzobispo de Santiago, que era incapaz de dominar la ciudad gallega. Cuando quiso volver a su tierra, el sobrino se negó a cederle el sillón.
“Con la Iglesia hemos topado”. El Quijote es una fuente inagotable de sentencias célebres extrapolables a cualquier contexto actual. En un pasaje de la obra, Miguel de Cervantes (1546-1616), por boca del inmortal hidalgo manchego, expresa la imposibilidad de enfrentarse con el poder.
“Tienes más cuento que Calleja”. Dicho popular que tiene como protagonista a Saturnino Calleja Fernández, creador y director de una editorial fundada en 1785, cuya fama se debió a la publicación de los cuentos infantiles más célebres de la época.
“Los mismos perros con distinto collar”. Lo dijo Fernando VII al pasar revista a las tropas en 1823. Cuando los soldados se presentaron delante del rey, éste se sorprendió al ver que el nuevo ejército realista estaba formado por los mismos liberales que acababa de licenciar.
“Así se las ponían a Fernando VII”. Hace alusión a los cortesanos de la camarilla del rey, que cuando jugaban con éste al billar le ponían las carambolas fáciles para hacerle creer que era un experto jugador y así tenerlo contento.
“Más feo que Picio”. En el siglo XIX, Picio fue un zapatero granadino condenado a muerte que, de pronto y sin saber muy bien por qué, fue indultado. De la impresión que le causó el perdón, perdió pelo, cejas y pestañas y se convirtió en ejemplo de fealdad.
“Más se perdió en Cuba y vinieron silbando”. Aparece con ocasión de la liquidación del imperio de ultramar en 1898. Alude a la guerra contra EEUU, a la derrota española y al fatalismo que inundó todo el país tras esa contienda.
“En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero”. Los políticos españoles de la primera mitad del siglo XX la tomaron prestada del gran dramaturgo Jacinto Benavente para ilustrar las diferencias entre los que sólo ganan y los que, además, saben ganar.
“Venceréis, pero no convenceréis”. La puntualización que Miguel de Unamuno le hizo a Millán Astray el 12 de octubre de 1936 se usa cada semana en contextos diferentes, como en el deporte, donde cada jornada de Liga siempre hay un equipo que vence pero no convence.
“Tienes más moral que el Alcoyano”. Alude al mundo del fútbol y al equipo del Alcoyano C.F. (de Alcoy, Alicante), que en 1948 iba perdiendo por 13 goles de diferencia en una eliminatoria de la Copa del Generalísimo y aún así luchaba con furia por empatar.
“Soy ateo por la gracia de Dios”. El cineasta Luis Buñuel (1900-1983) reconoció su ateísmo militante con una fórmula original a la altura de su genio: ese dios que él negaba era el mismo que le había convencido de su inexistencia.
“Café para todos”. Su autor fue Ernesto Che Guevara y no se refería a la Transición española, aunque siempre ilustrará un proceso en el que lo importante para sus promotores fue que todos, fueran de la ideología que fueran, tuvieran voz en el futuro político que se construía.
“No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”. El Premio Nobel Camilo José Cela (1916-2002) la utilizó para desmentir la infalibilidad de cierta fórmula que afirmaba que el participio y el gerundio venían a significar lo mismo. Pues no.
“No soy pesimista. Soy un optimista bien informado”. El escritor Antonio Gala hizo gala de su lucidez para afirmar que el optimismo bien podía ser una cuestión de ignorancia, y que la información que nos llega sobre el mundo exterior obliga a ser pesimista.
Creo que queda bien ilustrada con esta muestra la lista interminable de las famosas y célebres frases utilizadas por cualquiera de nosotros en cualquier momento del día y en cualquier contexto o situación. Ya no me queda más que despedirme y como no podía ser de otra manera, hoy termino diciendo que: “A quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.”