"Tres eran tres las hijas de Elena,
tres eran tres y ninguna buena."
No es el caso, ni el tema de esta entrada, muy al contrario. Hoy quiero hablar de tres actitudes, o capacidades del ser humano que debo desarrollar hasta límites insospechados en éstos momentos de mi vida: La paciencia, la tolerancia y la resiliencia. Tres eran tres, y todas ellas buenas.
Según el diccionario se entiende por paciencia a la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse. También se define como calma o tranquilidad para esperar.
La tolerancia es la es la actitud de la persona que respeta las opiniones, ideas, o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias.
Y por último se define resiliencia como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas.
Y la pregunta que surge después es ¿y porqué las debo desarrollar? Pues de esto se trata mi reflexión de hoy.
Muchos de vosotros no sabéis, y no teníais porque saberlo, que desde el pasado mes de enero mi vida ha sufrido un giro de muchos grados. Hay decisiones que una vez tomadas desencadenan una serie de circunstancias, una serie de cambios y muchas situaciones nuevas. En enero y después de siete años y medio abandoné de forma voluntaria y consensuada la empresa en la que trabajaba. Fue una decisión tomada desde la reflexión, desde la tranquilidad y desde la más absoluta certeza de que había llegado el momento de dar por terminada otra etapa de mi vida profesional. A la vez y aprovechando el momento de una mayor libertad y disponibilidad de un tiempo siempre tan escaso, decidí o mejor dicho decidió un cirujano dar solución a un problema de salud nada grave, pero infinitamente molesto. Y de esta forma y con estos cambios iniciaba mis andaduras en este año.
Tanto en el plano profesional como en el personal, había introducido sin temor alguno muchos cambios y novedades. Los días serían distintos desde la mañana a la noche, los tiempos los ocuparía de manera muy diferente y podría recuperar o introducir innumerables actividades ociosas que siempre habían estado en la bandeja de pendientes. Craso error, la vida no siempre respeta los incipientes planes que el ser humano se propone. He aquí la clave, cuando uno no está acostumbrado a que las cosas se trunquen por voluntades ajenas hay que empezar a desarrollar hasta el infinito la paciencia, la tolerancia y la resiliencia.
Debo ser paciente con la recuperación de la pequeña intervención quirúrgica que me realizaron en el mes de enero. La evolución es mucho más lenta de lo deseado, las molestias no han desaparecido del todo, las curas y tratamientos se realizan a rajatabla, pero con palabras exactas del doctor hay que tener mucha paciencia. y yo le pregunto ¿más?. Pues si, más, mucha más, hay que seguir así y volver a finales del mes de mayo para ver como evoluciona todo. Sinceramente no me quejo mucho, siempre hay que relativizar todo y pensar que las cosas podrían ser siempre peor, sólo me piden paciencia y porque no he de tenerla, al fin y a la postre hoy soy lo que en términos médicos se llama "paciente", y quizás su explicación nace de ahí: para sanar y curarse de las enfermedades, para aguantar las pruebas y curas, para mejorar tu salud debes de tener una paciencia infinita.
Estoy a la vez aprendiendo a ser más tolerante. En el ámbito profesional especialmente. Aunque di por terminada mi última etapa profesional no quiere decir que haya terminado mi vida laboral, ya me gustaría a mi. Estoy en una situación cómoda temporalmente en lo referente al tema económico, pero es inevitable que me vuelva a incorporar al desenfreno del trabajo diario durante unos años más. Sin prisas pero sin pausas inicié la búsqueda de nuevos proyectos profesionales, como todo en la vida lleva su tiempo e incluso las cosas que más pueden apetecer o donde piensas que más puedes ofrecer, por criterios ajenos, y no digo subjetivos, se vuelven negaciones, y allá donde no habías visto tu mejor oportunidad, te surgen posibilidades realmente interesantes y a la vez ilusionantes. En estás me veo y aquí ser tolerante es fundamental. Hay que saber aceptar y tolerar posiciones, opiniones y actitudes contrarias. De esta tolerancia bien entendida saldrán nuevas oportunidades. Muchas veces damos por hecho situaciones o resoluciones sin ponernos en las posiciones contrarias. Algunas veces no nos gusta oír opiniones contrarias y puntos de vista opuestos a los nuestros, pero sin duda esta actitud bien extendida en la persona te hace ser más rico en conocimientos y más rico en convivencia. Al final la tolerancia te ayuda en todo lo que tiene que ver con la vida compartida, y en nuestra sociedad compartir es fundamental para crecer como individuo, no rechazar nada de antemano por opuesto que sea a ti te hará más grande y más completo como ser humano.
Y además necesito ser más resiliente. Estoy convencido que tendré que levantarme después de recibir algún duro golpe, que tendré la obligación de adaptarme con toda mi positividad posible a más de una situación adversa que estarán en el devenir de la vida. Uno no sólo ha de ser más fuerte ante las frustraciones, es necesario además ser más positivo para volver a intentar vencer a las adversidades una y otra vez hasta conseguir nuestros objetivos. No podemos darnos por vencidos a las primeras de cambio, hay que seguir adelante siempre, y estamos obligados a aprender de nuestros fracasos para aplicar las lecciones aprendidas a los nuevos proyectos. Uno no debe derrumbarse y estar todo el día lamiéndose las heridas, no debemos ser calimeros, la vida te regala tantísimas cosas que lo menos que puedes hacer es pasar por ella con alegría y optimismo, y hay que hacerlo siempre por uno mismo y por todos aquellos que te rodean.
Al final, tres son tres, como las tres Gracias de Rubens, como tres patas para un banco, o como un triángulo equilátero. Las tres condiciones necesarias y esperemos que suficientes para cumplir con un único objetivo que es el de hacer si cabe un poquito mejor como persona.
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