La semana pasada recibí un whatsapp que me dejó gratamente
impactado. Lo compartí por el mismo medio con más gente y recibí comentarios
similares a mis pensamientos una vez leído el texto que en él aparecía. Por ello
me he animado a traerlo hoy aquí aunque igual muchos de vosotros ya conozcáis su
contenido.
Se trata de una maravillosa definición del que fuese gran
escritor y dramaturgo portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura en
1998. Es la más cierta y a la vez bella definición que jamás nadie haya escrito
sobre un hijo.
Hijo: “Hijo
es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien
más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles
los mejores ejemplos y, de nosotros aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser
madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es
exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar
actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No
es nuestro? Fue apenas un préstamo…. El más preciado y maravilloso préstamo ya
que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le
pertenece a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre
a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.
Realmente me fascina más cuanto más la leo.
Yo he tenido la suerte
de ser agasajado con los dos más
preciados y maravillosos préstamos que nunca jamás hubiese imaginado. Yo he
sentido y siento cada día la incertidumbre de estar actuando correctamente,
padezco a diario el miedo a perder algo tan amado.
Hago diariamente ese curso intensivo de como amar a alguien
más que a mí mismo e intento cambiar mis peores defectos para darles a ellos los
mejores ejemplos. Fui bendecido por partida doble y espero que Dios les bendiga
a ellos hoy y para siempre.
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