miércoles, 31 de diciembre de 2014

36 segundos.




36 segundos es la frontera entre dos años. Es el tiempo que el reloj de la Puerta del Sol de Madrid tardará ésta noche, como tantas otras en el pasado, en ofrecernos las doce campanadas que anunciará la llegada del año nuevo.
36 escasos segundos bastarán para finiquitar el 2014, y abrir todas las puertas a la esperanza de un nuevo año. 36 segundos de nada y dejaremos en el pasado tantas y tantas cosas ya acontecidas y vividas, que pasarán todas ellas a formar parte de nuestros recuerdos, de nuestro pasado.
Ya son varias las veces que aquí vengo para cerrar el año, siempre con los sentimientos encontrados de todo lo bueno vivido y de todo lo malo que me ha marcado en los últimos doce meses. Son ya varios los años que he intentado asesinar, enterrar y olvidar los aciagos tiempos sufridos consecuencia de una crisis económica que finalmente se transformó en una crisis de valores, de principios y de ética. (Si Luis García Berlanga levantara la cabeza se daría cuenta de que fue profeta en su tierra, y que además acertó de pleno con aquella película suya de “Todos a la cárcel”.)
2014, sin ser el peor de los años en los criterios económicos, ha sido el año de la corrupción. Y no porque no existiera de antes, viene de lejos y está instalada entre todos nosotros desde hace ya mucho tiempo, sino porque ha sido el año donde más casos y escándalos se han destapado a la opinión pública y más estamentos se han visto impregnados de tal lacra. La justicia ha encerrado en la cárcel a políticos, empresarios, sindicalistas, tonadillera, torero, presidente de un club de futbol, ex ministro y los que están por caer en el año que en nada comienza: incluso muy probablemente la hermana de nuestro rey, y sin duda alguna su marido y ya veréis como muchos más. Todas las instituciones están o huelen a podrido.
2014 ha sido también, y seguramente como consecuencia de lo anterior, el año del descrédito en el sistema político de nuestro país, nadie cree en los que hoy están y la mayoría busca en alternativas antisistema soluciones a los problemas de ayer y de hoy, busca posiciones que en forma de castigo desplace a todos los que tan mal han hecho las cosas y que tan pocas soluciones dignas nos han ofrecido. Los que me conocen ya me han oído comentar que la nueva opción popular y política no me gusta, que la alternativa no pasa para mí por un partido de extrema izquierda disfrazado de movimiento regeneracionista de una democracia que ellos ni respetan ni se creen. Al final los pensamientos únicos son los primeros en denostar los sistemas democráticos a favor de los intereses mal interpretados de una mayoría desilusionada y harta de falsedades y engaños. Estos nuevos jugadores que se sitúan tan a los extremos (y en otros países conocemos posiciones opuestas igual de extremistas y poco creíbles),  derivan a un autoritarismo absoluto más cercanas a tesis estalinistas y fascistas. (Este análisis lo comparto por entero con un demócrata contrastado que tiene mi máximo respeto, Alfonso Guerra).
2014 se termina en más o menos doce horas. Tendremos 36 segundos para despedirnos de él a la vez que daremos la bienvenida al nuevo año. Hoy a lo largo del día veremos, leeremos y escucharemos en los distintos medios de comunicación todo tipo de resúmenes, de espacios dedicados a recordar lo mejor y lo peor del año, harán memoria de los éxitos colectivos como país y de los fracasos individuales de los españoles. Nos recordarán a todos lo que ya no están con nosotros y han sido relevantes en nuestra historia más reciente. Nos volverán a narrar también los grandes acontecimientos mundiales, los grandes temas que se han tratado como noticia a niveles nacionales e internacionales. Habrá referencia al Estado Islámico, la gran amenaza terrorista de Occidente; al Ébola, la gran amenaza sanitaria de escaso interés cuando sólo se expandía por el continente africano, pero que al saltar las fronteras y llegar al mundo civilizado se ha convertido en un problema internacional; se hablará del conflicto de Rusia y Ucrania; y de todas las desgracias vividas en estos últimos doce meses. Todo ellos será lo que nos cuenten y que yo no voy a repetir.
Sólo quiero que penséis en lo mucho que duran 36 segundos, y la cantidad de cosas que en ese espacio de tiempo podemos hacer. En 36 segundos puedes dar un cálido abrazo a un ser querido, un beso apasionado, puedes pedir al menos doce deseos para el nuevo año, escribir un WhatsApp (que no se diga que sigo siendo un analfabeto digital) a un amigo, puedes beber una copa de cava, brindar con los que te rodean. En 36 segundos puedes olvidar el peor de tus recuerdos y pensar en el mejor de tus anhelos, en 36 segundos iniciarás ésta noche lo que me gustaría fuese tu mejor año.
36 segundos, doce campanas y 365 días por delante para ser feliz e intentar que todos los que a ti te rodean lo sean aún más.

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