miércoles, 1 de enero de 2014

Recién nacido.




Antes de iniciar ésta entrada he releído todas las anteriores correspondientes al primer día del calendario de los diferentes años que llevamos compartiendo este espacio.
Realmente me sorprende como cada primero de año intento llegar aquí y realizar un análisis, e incluso una predicción, de lo que podemos esperar de cada nuevo año. Hoy no podía faltar a esta cita, pero adelanto que en esta ocasión doy palos de ciego y estoy completamente perdido sobre lo que nos espera por delante durante los siguientes doce meses.
He repetido mi rutina ya compartida. He madrugado después de dormir escasas tres horas, más por culpa de los cafés que me tomo para intentar aguantar un poco más en la primera noche del año, que por haber vivido una juerga loca que me mantuviese despierto hasta el amanecer. En el desvelo de la madrugada he empezado una nueva novela, justo ayer terminé la última de Richard Ford “Canadá”, muy recomendable. Iniciar el año con libro nuevo siempre es estimulante y prometedor en ésta área. Esta mañana, después del aseo obligado bajo una ducha reconfortante y estimulante, salí a pasear con mi perro rodeado un año más de una espesa niebla y una sorda soledad. Un poco más tarde mi primera incursión en el pueblo para la compra de ese pan recién hecho que te invita a seguir deglutiendo a pesar de que estómago e hígado empiezan a pedir una tregua más que razonable. De vuelta a casa me siento en la obligación de abrir mi ordenador y como antes comentaba intentar dejar por escrito aquello que espero, y lo que no, de este año aún incipiente en sus primeras horas.
Del año fenecido ya dije en su día que no me gustaba, que nada le pedía y que nada esperaba de él. Simplemente esperar a su defunción y estar entre todos los que ayer le despedimos. Así ha sido, me ha quitado más de lo que me ha dado, ha sido duro en todos sus días y pocas alegrías me ofreció. De este nuevo no sé muy bien que predecir. Por un lado las ganas locas ya compartidas de que nos dé un respiro, que nos permita volver en parte a lo que éramos y teníamos en un pasado no tan lejano. Que nos ofrezca cual ofrenda momentos mucho mejores, que podamos recuperar las ilusiones perdidas en la travesía de una crisis que se ha cebado con nosotros y tanto daño nos ha hecho. Me gustaría incluso que nos dejara ser un poco más felices, incluso un poco más libres en las decisiones de todas aquellas cuitas que tienen que ver mucho más con nosotros como personas, que con nosotros como engranajes de una economía mal trecha. No creo en ningún tipo de milagros y soy consciente de que en este año no vamos a recuperar todo lo ya perdido, pero quizás podríamos conseguir que las pequeñas cosas, las quimeras no muy ambiciosas, los deseos aplazados, los anhelos pendientes desde ya hace tiempo, los pudiésemos ir cumpliendo en el transcurso de sus días.
Sé que como país estamos inmersos en un proceso que huele a podredumbre lo mires por donde lo mires, que hemos perdido la integridad como sociedad y que no existe forma y manera de recuperar la confianza ni en las instituciones, ni en un mal gobierno, mucho menos en los partidos y sindicatos. No quiero hablar de una política que apesta, no quiero perder ni un segundo en comentar aquí, hoy, lo mal que me siento como ciudadano de un país a la deriva ética y moral. No me interesa hacerme eco de todo lo que nos rodea en este sentido, lo desprecio y no lo respeto.
Me interesa el individuo sobre el colectivo, me importa lo que cada uno de nosotros podemos conseguir este año, por poco que sea, por pequeño que sea ese logro. Necesito creer que individualmente vamos a avanzar un paso, no de gigante, me valen los diminutos de un Pulgarcito del cuento de mi niñez. Le pido a este recién nacido que nos ofrezca su pan, el que siempre traen debajo del brazo, ese pan que aún calentito acaba de salir de la tahona.
No pretendo tener grandes fantasías, ni sueños grandilocuentes, ya no tengo edad para ello. Sólo busco que cada uno de nosotros estemos un poco mejor dentro de otros doce meses, un poco más alegres, con un poquito menos de miserias a nuestro alrededor, con menos heridas en el alma, con más calor en nuestro corazón. Nadie nos va a regalar nada, y una vez más nuestros esfuerzo y compromiso para lograrlo será determinante. Cada cual ha de marcar su meta y luchar por ella, esto es por descontado. Pero si al final obtenemos nuestra pequeña recompensa, este recién nacido cuando sea un anciano nos habrá regalado un montoncito nuevo de felicidad. Hasta aquí puedo leer, corro el riesgo, y grande, de confundirme de la a a la zeta, pero en el fondo y como romántico trasnochado que sabéis que soy, no puedo pedir hoy otra cosa distinta de la que aquí comparto.
No olvidéis que la nueva filosofía que desde ayer comparto, YOLO, nos debe acompañar cada día en este nuevo recorrido. You only lives once, que no es moco de pavo.



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