domingo, 19 de enero de 2014

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 Justo hace un año publicaba la entrada correspondiente a mi quincuagésimo aniversario, hoy le sumo un año más y por devoción más que por obligación vuelvo aquí a seguir compartiendo con todos vosotros el inexorable paso del tiempo.
Aquella entrada la titulé: “Tarde no es y prisa no tengo”, y he de decir que mantengo todas y cada una de sus palabras, especialmente las últimas: “Tarde no es para seguir viviendo, prisa no tengo para terminar muriendo”.
Después de estos doce meses reconozco que una vez asimilada por mi parte esa rara sensación de ir venciendo decenios y que junto a cada lote de diez años uno va entendiendo que se hace mayor, que ya quedan menos cosas que hacer en el descuento, que los horizontes no son tan lejanos, que la vida se ha ido gastando sin tener mucha conciencia de ello, que al final la palabra achaque forma parte importante de mi vocabulario, que los desafíos y retos pendientes pierden envergadura, la cosa no es tan alarmante y mala.
No estoy muy seguro que se gane en sabiduría, uno puede ser igual de idiota que a los veinte o treinta años, el que es sabio despunta rápido y los demás por mucho más vivir no suelen arreglar la estupidez que ha de acompañarles siempre. Quizás si puedo afirmar que todo se hace con un poco más de sosiego, que se desarrolla una capacidad nueva para ir abandonando en el camino la precipitación y la prisa. Todo es un poco más pausado y más pensado, la reflexión aparece en la vida como por arte de magia.
No me quejo, ni mucho menos, mi vida me sigue apeteciendo vivirla como hace muchos años, me acepto en mis limitaciones, nuevas algunas, con un espíritu deportivo inusual en mí, incluso me enfrento a sustos de salud con un estoicismo digno de ser alabado. En este partido de la vida todavía no estoy jugando los minutos basura que dirían los deportistas, no salgo en el equipo titular, pero juego los minutos de calidad, menos que en décadas anteriores pero suficientes para mantener alto mi ego.
Quizás todavía tengo que seguir aprendiendo a valorar aún más lo que tengo y consigo, seguro que he de aprender a disfrutar más de lo que hago, del tiempo que dispongo para mi fuera de las obligaciones cotidianas, quizás deba ser aún más selectivo con quien, como y de qué manera quiero gastar mis horas libres cada día. Es un aprendizaje que exponencialmente se adquiere y más se valora.
He iniciado incluso algún cambio en mi aspecto. Este año me he dejado barba, hice una prueba durante el verano y definitivamente he iniciado este 2014 con una barba canosa que a decir de muchas y alguno, me hacen más interesante. Es un descubrimiento muy varonil, he pasado de ser transparente para el sexo contrario a ser un señor interesante, todo un logro. Siempre acepté que yo no era guapo, lo decía mi madre a la cual quería con locura y respetaba mucho más. Su afirmación no dejaba duda posible, yo no era guapo pero si resultón, y así afronte mi vida y así incluso tuve mi público por una buena temporada. Finalmente en los últimos años, más de los que me hubiesen gustado, me volví poco a poco transparente para las mujeres, incluso acepté la etiqueta de ser un encanto o muy buena gente, menos da una piedra. A algo me debía aferrar. He descubierto en estos pocos días del año nuevo que he recuperado visibilidad y aunque ésta pasa por ser un señor, es decir mayor, el adjetivo interesante ha revalorizado mi ego varonil. Simplemente esto, no pretendo romper corazones a doquier, pero al menos me ayuda a afrontar esta década con un sentimiento de ir envejeciendo con cierta calidad estética.
Esto es lo que éste año comparto, no ha sido un cumpleaños emblemático como ocurre cuando uno cambia el primer dígito en su aniversario, pero quizás a mí me ha servido junto con los doce meses anteriores para comprender y entender un poco mejor a mi propio ser. Soy un cincuentón con todas sus letras y espero llegar al menos a ser un sesentón para poder empezar a contar batallitas con la gran escusa de la edad.
Seguir mi camino hasta el final incierto de la vida sin saber cuándo ha de llegar, sin prisa pero sin pausa, y aceptándome tal cual me vaya descubriendo.


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