Justo hace un año publicaba
la entrada correspondiente a mi quincuagésimo aniversario, hoy le sumo un año
más y por devoción más que por obligación vuelvo aquí a seguir compartiendo con
todos vosotros el inexorable paso del tiempo.
Aquella entrada la titulé: “Tarde no es y prisa no tengo”, y
he de decir que mantengo todas y cada una de sus palabras, especialmente las
últimas: “Tarde no es para seguir viviendo, prisa no tengo para terminar
muriendo”.
Después de estos doce meses reconozco que una vez asimilada
por mi parte esa rara sensación de ir venciendo decenios y que junto a cada
lote de diez años uno va entendiendo que se hace mayor, que ya quedan menos
cosas que hacer en el descuento, que los horizontes no son tan lejanos, que la
vida se ha ido gastando sin tener mucha conciencia de ello, que al final la
palabra achaque forma parte importante de mi vocabulario, que los desafíos y
retos pendientes pierden envergadura, la cosa no es tan alarmante y mala.
No estoy muy seguro que se gane en sabiduría, uno puede ser
igual de idiota que a los veinte o treinta años, el que es sabio despunta
rápido y los demás por mucho más vivir no suelen arreglar la estupidez que ha
de acompañarles siempre. Quizás si puedo afirmar que todo se hace con un poco
más de sosiego, que se desarrolla una capacidad nueva para ir abandonando en el
camino la precipitación y la prisa. Todo es un poco más pausado y más pensado,
la reflexión aparece en la vida como por arte de magia.
No me quejo, ni mucho menos, mi vida me sigue apeteciendo
vivirla como hace muchos años, me acepto en mis limitaciones, nuevas algunas,
con un espíritu deportivo inusual en mí, incluso me enfrento a sustos de salud
con un estoicismo digno de ser alabado. En este partido de la vida todavía no
estoy jugando los minutos basura que dirían los deportistas, no salgo en el
equipo titular, pero juego los minutos de calidad, menos que en décadas
anteriores pero suficientes para mantener alto mi ego.
Quizás todavía tengo que seguir aprendiendo a valorar aún más
lo que tengo y consigo, seguro que he de aprender a disfrutar más de lo que
hago, del tiempo que dispongo para mi fuera de las obligaciones cotidianas,
quizás deba ser aún más selectivo con quien, como y de qué manera quiero gastar
mis horas libres cada día. Es un aprendizaje que exponencialmente se adquiere y
más se valora.
He iniciado incluso algún cambio en mi aspecto. Este año me
he dejado barba, hice una prueba durante el verano y definitivamente he
iniciado este 2014 con una barba canosa que a decir de muchas y alguno, me hacen
más interesante. Es un descubrimiento muy varonil, he pasado de ser
transparente para el sexo contrario a ser un señor interesante, todo un logro.
Siempre acepté que yo no era guapo, lo decía mi madre a la cual quería con
locura y respetaba mucho más. Su afirmación no dejaba duda posible, yo no era
guapo pero si resultón, y así afronte mi vida y así incluso tuve mi público por
una buena temporada. Finalmente en los últimos años, más de los que me hubiesen
gustado, me volví poco a poco transparente para las mujeres, incluso acepté la
etiqueta de ser un encanto o muy buena gente, menos da una piedra. A algo me
debía aferrar. He descubierto en estos pocos días del año nuevo que he recuperado
visibilidad y aunque ésta pasa por ser un señor, es decir mayor, el adjetivo
interesante ha revalorizado mi ego varonil. Simplemente esto, no pretendo
romper corazones a doquier, pero al menos me ayuda a afrontar esta década con
un sentimiento de ir envejeciendo con cierta calidad estética.
Esto es lo que éste año comparto, no ha sido un cumpleaños
emblemático como ocurre cuando uno cambia el primer dígito en su aniversario,
pero quizás a mí me ha servido junto con los doce meses anteriores para
comprender y entender un poco mejor a mi propio ser. Soy un cincuentón con
todas sus letras y espero llegar al menos a ser un sesentón para poder empezar
a contar batallitas con la gran escusa de la edad.
Seguir mi camino hasta el final incierto de la vida sin saber
cuándo ha de llegar, sin prisa pero sin pausa, y aceptándome tal cual me vaya
descubriendo.
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