Antes de iniciar ésta entrada he
releído todas las anteriores correspondientes al primer día del calendario de
los diferentes años que llevamos compartiendo este espacio.
Realmente me sorprende como cada
primero de año intento llegar aquí y realizar un análisis, e incluso una
predicción, de lo que podemos esperar de cada nuevo año. Hoy no podía faltar a
esta cita, pero adelanto que en esta ocasión doy palos de ciego y estoy
completamente perdido sobre lo que nos espera por delante durante los siguientes
doce meses.
He repetido mi rutina ya
compartida. He madrugado después de dormir escasas tres horas, más por culpa de
los cafés que me tomo para intentar aguantar un poco más en la primera noche
del año, que por haber vivido una juerga loca que me mantuviese despierto hasta
el amanecer. En el desvelo de la madrugada he empezado una nueva novela, justo
ayer terminé la última de Richard Ford “Canadá”, muy recomendable. Iniciar el
año con libro nuevo siempre es estimulante y prometedor en ésta área. Esta
mañana, después del aseo obligado bajo una ducha reconfortante y estimulante,
salí a pasear con mi perro rodeado un año más de una espesa niebla y una sorda
soledad. Un poco más tarde mi primera incursión en el pueblo para la compra de
ese pan recién hecho que te invita a seguir deglutiendo a pesar de que estómago
e hígado empiezan a pedir una tregua más que razonable. De vuelta a casa me
siento en la obligación de abrir mi ordenador y como antes comentaba intentar
dejar por escrito aquello que espero, y lo que no, de este año aún incipiente
en sus primeras horas.
Del año fenecido ya dije en su
día que no me gustaba, que nada le pedía y que nada esperaba de él. Simplemente
esperar a su defunción y estar entre todos los que ayer le despedimos. Así ha
sido, me ha quitado más de lo que me ha dado, ha sido duro en todos sus días y
pocas alegrías me ofreció. De este nuevo no sé muy bien que predecir. Por un
lado las ganas locas ya compartidas de que nos dé un respiro, que nos permita
volver en parte a lo que éramos y teníamos en un pasado no tan lejano. Que nos
ofrezca cual ofrenda momentos mucho mejores, que podamos recuperar las
ilusiones perdidas en la travesía de una crisis que se ha cebado con nosotros y
tanto daño nos ha hecho. Me gustaría incluso que nos dejara ser un poco más
felices, incluso un poco más libres en las decisiones de todas aquellas cuitas
que tienen que ver mucho más con nosotros como personas, que con nosotros como
engranajes de una economía mal trecha. No creo en ningún tipo de milagros y soy
consciente de que en este año no vamos a recuperar todo lo ya perdido, pero
quizás podríamos conseguir que las pequeñas cosas, las quimeras no muy
ambiciosas, los deseos aplazados, los anhelos pendientes desde ya hace tiempo,
los pudiésemos ir cumpliendo en el transcurso de sus días.
Sé que como país estamos inmersos
en un proceso que huele a podredumbre lo mires por donde lo mires, que hemos
perdido la integridad como sociedad y que no existe forma y manera de recuperar
la confianza ni en las instituciones, ni en un mal gobierno, mucho menos en los
partidos y sindicatos. No quiero hablar de una política que apesta, no quiero
perder ni un segundo en comentar aquí, hoy, lo mal que me siento como ciudadano
de un país a la deriva ética y moral. No me interesa hacerme eco de todo lo que
nos rodea en este sentido, lo desprecio y no lo respeto.
Me interesa el individuo sobre el
colectivo, me importa lo que cada uno de nosotros podemos conseguir este año,
por poco que sea, por pequeño que sea ese logro. Necesito creer que
individualmente vamos a avanzar un paso, no de gigante, me valen los diminutos
de un Pulgarcito del cuento de mi niñez. Le pido a este recién nacido que nos
ofrezca su pan, el que siempre traen debajo del brazo, ese pan que aún
calentito acaba de salir de la tahona.
No pretendo tener grandes fantasías,
ni sueños grandilocuentes, ya no tengo edad para ello. Sólo busco que cada uno
de nosotros estemos un poco mejor dentro de otros doce meses, un poco más
alegres, con un poquito menos de miserias a nuestro alrededor, con menos heridas
en el alma, con más calor en nuestro corazón. Nadie nos va a regalar nada, y
una vez más nuestros esfuerzo y compromiso para lograrlo será determinante.
Cada cual ha de marcar su meta y luchar por ella, esto es por descontado. Pero
si al final obtenemos nuestra pequeña recompensa, este recién nacido cuando sea
un anciano nos habrá regalado un montoncito nuevo de felicidad. Hasta aquí
puedo leer, corro el riesgo, y grande, de confundirme de la a a la zeta, pero en
el fondo y como romántico trasnochado que sabéis que soy, no puedo pedir hoy
otra cosa distinta de la que aquí comparto.
No olvidéis que la nueva
filosofía que desde ayer comparto, YOLO, nos debe acompañar cada día en este
nuevo recorrido. You only lives once, que no es moco de pavo.