jueves, 21 de abril de 2011

¿Quién se ha llevado mi Blackberry?



Estoy de vacaciones. Lo digo sin rubor, sin falsos complejos, este año he cogido toda la semana de vacaciones y desde el pasado viernes que salí de la oficina y hasta el próximo lunes me estoy dedicando a descansar, disfrutar de estos días y a intentar desconectar de un día a día excesivamente exigente, de un trabajo que absorbe todas mis energías y mucho más tiempo de lo que debería ser razonable. Desde el verano, cuando disfruté de quince días seguidos de descanso, no había vuelto a estar ocioso, lo necesitaba y no os podéis imaginar como estoy disfrutando de ellas.
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Cierto es que durante los tres primeros días de esta semana he tenido que atender algún que otro asunto profesional, nada que no pudiese solventar a través de mi Blackberry. Alguna que otra llamada de trabajo con temas que se habían quedado pendientes, algunos que otro email que responder con cierta urgencia, siempre se termina el mundo cuando uno está fuera de la oficina, y siempre hay alguien que necesita algo urgente y que no puede esperar a tu vuelta. Oye que invento este el de la Black, te permite seguir trabajando aunque estés fuera de tu ciudad, alejado de la empresa y con una capacidad casi ilimitada para solucionar todos estos problemas que nunca dejas zanjados de forma y manera definitiva. Uno se va de vacaciones, en mi caso he estado unos días en Granada, pero continua conectado con el mundo profesional mientras se pasea por el Sacromonte, o por alguna de las calles del Albaicín, o se toma una cerveza en la calle Navas con una tapa que podría ser el primer plato de cualquier ágape en un restaurante. Que idiota soy, estar conectado por el infernal artilugio al final secuestra esa sensación real de unas vacaciones más que merecidas, y aún así estoy disfrutando.
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Todo esto lo cuento porque además en estos primeros días me he leído una novela encantadora, muy recomendable para todos los cretinos que como yo andamos por el mundo enganchados a todo tipo de aparatejos que nos mantienen esclavizados a nuestras empresas. El libro de Lucy Kellaway, es una novela hilarante que se lee de forma compulsiva, casi sin darte cuenta y que a través de la transcripción de sus mails el protagonista relata un año de su vida, un año salpicado de un fantástico desarrollo personal y profesional, un gran escándalo corporativo y su propio drama conyugal. ¿Quién se ha llevado mi Blackberry? es una importante guía para todos aquellos y aquellas que sólo conciben una trayectoria vital coronada por el éxito, y un buen aviso para todos los demás, que sin saberlo somos víctimas más o menos conscientes de los entramados empresariales y las capacidades de nuestras compañías para mantenernos en jaque durante todos los días de nuestras vidas laborables.
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Si tú como yo eres uno de estos pobres directivos de gran compañía, no dejes de leer la novela y cuando termines saca tus propias conclusiones, igual como a mi te da por apagar la Blackberry y empezar de verdad a disfrutar de unas vacaciones que seguro son más que merecidas.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Quién se ha llevado mi Blackberry? Ni lo se ni me importa, pero por favor que se la quede para siempre.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Blackberry o la invasión de los infosiervos

Para dejar las cosas claras desde el principio, me gustaría aclarar que soy ex_usuario del invento, algo de lo que cada día estoy más satisfecho. Cuando alguien me comenta, normalmente con una sonrisa de satisfacción dibujada en un rostro inocente y confiado, que le van a dar el aparatito del demonio y le digo que no se le ocurra caer en manos de semejante déspota, la reacción es siempre la misma: ¿Pero no es cómoda?, ¿No te permite acceder a los correos desde cualquier sito?, ¿No tienes todos tus contactos?.Efectivamente, permite todo eso y mucho más. Repasemos:

1º.- El primer acercamiento al maquinillo del demonio pone de manifiesto algo que ya sabes: que tu presbicia avanza a galope tendido y que no ves ni castaña. Tanto las teclas como el tamaño de letra de la pantalla se han diseñado para aquellos que mantienen unas prestaciones visuales muy por encima de la media de los mayores de 40 o 45 años. Eso es especialmente cómodo cuando te has dejado las gafas en casa, tienes que hacer una llamada y debes introducir una o varias contraseñas para llamar al fulano que te ha dejado un mensaje.

2º.- Has recibido un mail que anuncia tormenta y toda la información se haya en un archivo adjunto. Bienvenido a la frustración, neurosis y desesperación. El 90% de los documentos adjuntos permanecerán, sine die, en el limbo de un extraño servidor de correo que no es capaz de enviártelo. Hala, vete a buscar una buena conexión de Internet para bajar el puñetero archivo y ver la realidad de tu situación.

3º.- Es muy seguro, nadie puede acceder a tus mails sin la contraseña. Esto es verdad, pero también es verdad que la contraseña caduca, que nunca pilla los cambios a la primera, y que, en virtud de no se que extraño capricho, de vez en cuando hay que teclear la palabra “blackberry” para continuar. Debe ser que no quiere que olvidemos el nombre del enemigo.

4º.- La sincronización con tu PC es maravillosa, hasta que te das cuenta de que el satélite no ha pillado la idea: te sigue marcando como no leídos los mails que ya has trabajado, digerido y contestado desde tu PC. De esta forma, cuando sales de la oficina y recibes un mail nuevo, tienes que darle al botoncito como un poseso hasta encontrar el nuevo, tarea especialmente relajante si, como hemos visto en el punto 1ª, te has dejado las gafas en su paradero habitual (es decir: en cualquier sitio distinto al que habitas en ese momento).

Conclusión basada en mi propia experiencia:

Una vez reventados dos fines de semana en los que tuve que dar la vuelta y conectarme a internet desde mi casa cuando los planes de la familia, por alguna extraña razón incomprensible, eran muy distintos al disfrute de esa actividad, me di cuenta de que lo que yo necesitaba era un sencillo, práctico y amable teléfono móvil. Los mails son trabajo y trabajo serio, que es necesaria la adecuada reflexión y análisis de los contenidos, repasar las implicaciones de la información adjunta para contestar adecuadamente y que el entorno de trabajo que ofrece ese invento no cumple con los mínimos criterios de seguridad, mi vida cambió.

Ahora recibo llamadas, me cuentan que me mandarán un mail y, cuando estoy en el ambiente adecuado, trabajo esa información de forma completa, sin neurosis, sin incertidumbres y sin pasarme de frenada por seguir el ritmo que nos quieren imponer. He recuperado el dominio de mis circunstancias.

Mi consejo personal es sencillo: si no quieres convertirte en una especie de infosiervo cercano a la desesperación neurótica y al ataque de ansiedad, ni te acerques a ese espacio, parecido a un agujero negro, en el que tu libertad desaparece, tu eficacia se diluye tras largos años de cuidados y fomentos, haz como yo: “¿BLACKBERRY?, NO GRACIAS.”
JMB

Anónimo dijo...

Yo también me he hecho fan de la BB, Jorge.
Me descargué la aplicacion de wordpress, y en Semana Santa desde mi casa de campo -sin tv ni internet- actualicé el blog en un ratin. Casi más rápido que desde el pc.
Si existe la de blogger, ya no tienes excusa para compartir tus pensamientos.
Un abrazo
vero.