Dice la letra de este afamado tango escrito en 1936 por el poeta argentino Enrique Cadícomo:
Gime, bandoneón, tu tango gris,
quizá a ti te hiera igual
algún amor sentimental...
Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas...
Si las copas traen consuelo
aquí estoy con mi desvelo
para ahogarlos de una vez...
Hoy he acudido como cada año desde estos últimos cinco a una cita ineludible, a un recuentro con el dolor, a un rencuentro con los que hoy no están ya a mi lado. Lo he contado en otras ocasiones en esta Cambra, alguna vez en forma figurada como texto y pretexto de un futuro aún por llegar, alguna otra como la expresión más sincera de mi dolor, sentimiento que desde hace ya algunos años se ha consolidado en mi personalidad como uno más de la esencia de mí ser.
Hoy he subido a Peñalara, de buena mañana, cuando el Sol apenas se despereza, con las primeras luces del alba, sin el agobio del calor que después nos ha regalado el día. He subido sólo, sin más compañía que un puñado de recuerdos, de sentimientos, con mi alma de fantoche sola y triste, sin copas ni consuelo. He caminado hasta la cima sin resuello, con las fuerzas al límite, buscando el dolor físico de mi cuerpo para alejar de mí el dolor del alma. He subido al encuentro de ellos, al encuentro de los que se fueron de forma prematura, de todos, de los que allí se quedaron en forma de cenizas y de los que dejamos enterrados en compañía de los suyos. He subido por los que no están, por los que aún nos hacemos compañías, por los que todavía son muy jóvenes y no entienden de estas cosas, pero he subido especialmente por mí.
Se lo debo a ellos, me lo debo a mi mismo. Cuando al final alcanzo la cima, cuando me siento exhausto, cierro los ojos y espero a que la brisa envuelva mi cuerpo, libero un sordo llanto y dejo que los sentimientos y recuerdos que me han acompañado durante la subida gobiernen mi ser y se apoderen de mi voluntad. No lo puedo evitar, no lo quiero evitar. Cada año es lo mismo, cada año afloran las mismas sensaciones de dolor y de nostalgia. Dolor por mí, nostalgia de ellos, de todos y cada uno de los que se fueron sin marcharse nunca, nostalgia de su amor, de su cariño, de su protección, de sus cuidados y desvelos. Nostalgia de sus palabras, de miradas, de gestos, de sonrisas, de sus lágrimas y llantos, nostalgia de un abrazo, una caricia, un te quiero.
Si las copas traen consuelo, aquí estoy con mi desvelo. Demasiado fácil sería ahogar en alcohol este enorme sentimiento de añoranza y de dolor. La herida no se cierra, y no es malo que permanezca abierta, estar vivo también es sentir que una parte de mí se fue con ellos, que una parte de mi murió con ellos.
Como cada año he bajado más aliviado, he cumplido con la cita, he soltado parte de los fantasmas. Quizás el secreto está en volver siempre y soltar lastre despacito, sin prisa, sin pausa. Subir año tras año, llorar en silencio lo que el resto del año guardo para mí, dejar en su compañía lo que cada uno de ellos me ahorraba de dolor y sufrimiento. Buscar en un solo envite el consuelo que no disfruto el resto de los días.
Nostalgia por aquellos que se fueron.
3 comentarios:
Hola hermano, no hay mejor manera de que sigan vivos si cada día, cada minuto de nuestra vida nos acordemos de ellos. Los recordemos desde la nostalgia, la tristeza o la alegría. Ayer, cuando llegue a casa después de un duro día de "hostelario" y me puso delante de la TV para ver las imagenes del mundial, me dejé llevar por la imaginación y vinieron a mi memoria aquellas tardes de domingo viendo el fútbol en casa. Las patas, las cortezas compradas después de misa en la "Paquita". Aquel empeño tuyo porque me enterará de algo de lo que hacían aquellos veintidos señores corriendo en calzoncillos. Lo que era un penalty, un fuera de fuego, etc...
Durante unos segundos, en mi cabeza, cogieron forma aquellos que nos dejaron....espero poder seguir con estas sensaciones, lo único que lo evitaría sería el Alzheimer, y poder verlos en mi imaginación hasta el dia que me vuelva a encontrar con ellos. Un beso muy fuerte.
La inmortalidad de los ya idos radica en el recuerdo de los vivos y eso, en tu caso - en vuestro caso - garantiza que aquellos por lo que tanto sientes, estén siempre vivos: tanto en vuestro recuerdo como en vuestras propias vidas y en las vidas de los hijos.
Por otra parte, siempre he pensado y mantenido que pena, lo que se dice pena de verdad, damos los que que no tenemos otro remedio que seguir por aquí auqnue nunca lo hayamos pedido, aunque no nos apetezca, aunque no le encontremos demasiado sentido y aunque la mayor pare de nuestra vida se consuma en hogueras cuyo humo nos repugna.
Un abrazo y ánimo, artista, que eres mucho y muy bueno.
Recordar el silencio del olvido es un sentimiento horrible... olvidar qué fuiste, qué sentiste, qué soñaste... Recordar ser recordado es vivir por siempre; es la lengua de corazón de alguien que te quiso, alguien que compartió su latido contigo, alguien que cada noche te reinventó. Recordar duele, pero nos hace eternos. Nunca olvides.
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