domingo, 28 de febrero de 2010

El Párroco de Noez y Potanés.


Ya lo dice el saber popular en sus coplas y coplillas:
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“A las doce de la noche he visto al cura en la calle,
y he dicho para mí:
este grajo busca carne.”
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“Con los curas a oscuras
nunca te quedes,
aunque llevan faldas,
no son mujeres.”
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“En la casa del señor cura
hay una sola cama,
si en la cama duerme el cura,
¿Dónde coño duerme el ama?”
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Esta semana nos hemos topado en la prensa con una noticia referida al párroco de Noez y Potanés, dos pequeños pueblos de la provincia de Toledo. El susodicho cura había sustraído la cantidad de 17.000 € de las hermandades y cofradías de Semana Santa de ambos municipios. El destino del dinero robado, y reconocido por él mismo en la homilía de la misa del domingo, había sido destinado para su uso y disfrute a líneas eróticas y páginas web pornográficas, aunque el señor cura se abstuvo de confesar el uso del mismo a sus feligreses en tal arrebato de sinceridad y acto público de contrición. Pero ahí no termina el suceso, más tarde se ha sabido que el hombre, y no el cura, se anunciaba en Internet ofreciendo sus servicios de prostitución, todos menos el sadomaso: “Héctor, hombre hetero y español al servicio de tu felicidad, para mujeres y parejas, bien dotado, etc, etc..”. La tarifa que cobraba por la promesa de felicidad oscilaba entre los 50 € los quince minutos, y los 120 € por una hora completa de placer.
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Mal anda la iglesia si a sus huestes no les llega con la paga y se ven obligados a hacer horas extras en tan mundanos trabajos. No me escandaliza el hecho en si mismo, no intento criticar a la institución, dicho sea de paso ella misma se basta y se sobra para destruir su imagen, sus valores, y el rédito de honestidad y santidad que creyentes y algún que otro no creyente le presupone y adjudica libremente. No comparto el teórico celibato de sus componentes, y bien es sabido que la mayoría de sus “miembros” tampoco lo hacen. Lo que realmente me ha llamado la atención es la desviación en la vocación. Si de faldas iba el tema, la elección no ha podido ser más errónea, que las diferencias son muchas y notorias.
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Me cuesta imaginar a un pastor de almas repartiendo amor y felicidad de cama en cama, entre misa y misa. Me cuesta imaginar un sermón de este cura a un adolescente con sus hormonas alteradas en un confesionario, reprimiéndole por el mal uso del amor solitario tan frecuente a ciertas edades como respuesta al despertar de una vida sexual aún entera por explorar. Sabido es que en todo rebaño hay ovejas descarriadas, que entre “churras” y “merinas” alguna encontramos que no corresponde a la buena selección del ganadero, pero por Dios confundir el amor y la felicidad de las almas con el placer previo pago es lo mismo que intentar alcanzar el éxtasis místico mediante el éxtasis físico.
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No tengo referencias si este buen hombre es mejor párroco que gigoló, pero puestos a pedir debería aclarar sus voluntades y elegir entre vocaciones tan dispares. Menos mal que este cura no es mi padre, y a mí me encontraron en la calle. ¡Si Don Camilo levantara la cabeza!
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1 comentario:

Juan Manuel Beltrán dijo...

De las calenturas de los señores curas sabían mucho los gallegos, gente sabia y de cabeza ordenada que rechazaban cualquier pastor que no vienera, como la vaca con rasta, con su coima o barragana adosada a las faldas de la sotana. Al fin y al cabo, un homre es un hombre y el carallo no sabe de tonsuras, así que meter un gallo sin gallinas a las que servir en el corral de la aldea no dejaba de ser un riesgo y una temeridad. Si el señor cura iba bien servido de bajos, mucho mejor para todos y un competidor menos a la hora de cazar moza y conseguir contento para el cuerpo.
Con todo y eso, el niño se ha pasado tanto d efrenada que me imagino que en el loquero las misas serán como para película de Almodovar. B
Buen comentario, niño