domingo, 28 de febrero de 2010

Desde mi tristeza más profunda


Hace poco más de cuatro años escribí lo que a continuación voy a compartir con vosotros. Realmente y como mi hermano Antonio me dijo un día, desnudo en exceso mi alma públicamente. No sé a que corresponde este ejercicio. No estoy seguro si es una necesidad, una obligación, o simplemente parte de una terapia para luchar contra el dolor que aún siento. Pasan los años y los recuerdos del ayer son aún, si caben, más presentes en intensidad, más reales en las largas noches de insomnio, más generosos con los detalles, con las palabras que nunca llegaron a salir por la voz quebrada por el llanto.
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Hoy tengo la necesidad de compartir dolor, angustia y llanto. Quizás, y sin saberlo, estoy empezando a curar estas heridas del alma, cicatrizando algunas de las muchas que el tiempo y la vida han ido surcando en mi.
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No busco consuelo, sólo pretendo mirar a mis fantasmas de cara y sin rodeos, sólo intento imponer la vida a la muerte, la esperanza al dolor, el principio al fin.
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Desde mi tristeza más profunda, hoy escribo estas pocas líneas reflejo todas ellas del profundo pesar que invade todo mi ser y toda mi alma.
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Desde mi tristeza más profunda, desde el dolor más agudo, desde el llanto más amargo, la desesperanza y el miedo.
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La visión de nuevo de la enfermedad estigma de toda la familia, la visión de nuevo del dolor en los seres más queridos, la visión una vez más del deterioro físico de los seres más amados.
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La aceptación del mal en las figuras del bien, la aceptación del desarrollo de la mísera enfermedad, la aceptación del sufrimiento, aceptar en sí a la maldita enfermedad que día a día, hora a hora, minuto a minuto, no descansa y no deja de erosionar la bondad del enfermo, la belleza de sus sentimientos, la voluntad de luchar, la alegría por vivir.
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Por las lágrimas que ahora invaden mis ojos, nublan mi vista y se escurren por mis mejillas. Por los sollozos no emitidos, por los gritos ahogados en mi garganta, por la rabia contenida, por la sin razón de la razón, por la falsa apariencia de una fortaleza que no tengo, no quiero y renuncio de ella, por la presencia de ánimo que me exijo, por todo esto, por todo aquello que siento y no soy capaz de expresar en palabras de dolor y amargura.
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Ser humano, ser débil, sentir y sufrir, perseguir y no alcanzar, vulnerable y cobarde me siento. Lejos estoy de poder ofrecer lo mejor de mi mismo a los que más me necesitan, dolor es lo que emano, miedo lo que transmito, y al final desesperanza es lo que estoy dando cuando de mi esperan fortaleza, control, lucha y sobre las demás cosas AMOR con mayúsculas, el amor verdadero, el amor que contra todo puede y a todo lo gana, el AMOR del hermano, del sobrino, del amigo, y al final del camino, también del guía que ayuda a llegar al final, al punto sin retorno, al momento de la Paz que apaga todos los dolores y todos los sufrimientos.
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Dolor, mucho dolor, tristeza, pena y amargura.
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Vida, muerte, llanto, y miedo.
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A ti Paco, y a ti Ricardo que con sólo traer vuestros nombres al papel me provocáis un torrente de sentimientos, a vosotros que estáis sufriendo, a vosotros que desde el dolor y el miedo al abismo de la enfermedad hacéis que el tiempo compartido sea el más cálido y entrañable, el más amoroso y sentido, el más verdadero y querido, a ambos quiero deciros: os quiero, y quiero quereros hoy, mañana y siempre.
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El Párroco de Noez y Potanés.


Ya lo dice el saber popular en sus coplas y coplillas:
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“A las doce de la noche he visto al cura en la calle,
y he dicho para mí:
este grajo busca carne.”
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“Con los curas a oscuras
nunca te quedes,
aunque llevan faldas,
no son mujeres.”
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“En la casa del señor cura
hay una sola cama,
si en la cama duerme el cura,
¿Dónde coño duerme el ama?”
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Esta semana nos hemos topado en la prensa con una noticia referida al párroco de Noez y Potanés, dos pequeños pueblos de la provincia de Toledo. El susodicho cura había sustraído la cantidad de 17.000 € de las hermandades y cofradías de Semana Santa de ambos municipios. El destino del dinero robado, y reconocido por él mismo en la homilía de la misa del domingo, había sido destinado para su uso y disfrute a líneas eróticas y páginas web pornográficas, aunque el señor cura se abstuvo de confesar el uso del mismo a sus feligreses en tal arrebato de sinceridad y acto público de contrición. Pero ahí no termina el suceso, más tarde se ha sabido que el hombre, y no el cura, se anunciaba en Internet ofreciendo sus servicios de prostitución, todos menos el sadomaso: “Héctor, hombre hetero y español al servicio de tu felicidad, para mujeres y parejas, bien dotado, etc, etc..”. La tarifa que cobraba por la promesa de felicidad oscilaba entre los 50 € los quince minutos, y los 120 € por una hora completa de placer.
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Mal anda la iglesia si a sus huestes no les llega con la paga y se ven obligados a hacer horas extras en tan mundanos trabajos. No me escandaliza el hecho en si mismo, no intento criticar a la institución, dicho sea de paso ella misma se basta y se sobra para destruir su imagen, sus valores, y el rédito de honestidad y santidad que creyentes y algún que otro no creyente le presupone y adjudica libremente. No comparto el teórico celibato de sus componentes, y bien es sabido que la mayoría de sus “miembros” tampoco lo hacen. Lo que realmente me ha llamado la atención es la desviación en la vocación. Si de faldas iba el tema, la elección no ha podido ser más errónea, que las diferencias son muchas y notorias.
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Me cuesta imaginar a un pastor de almas repartiendo amor y felicidad de cama en cama, entre misa y misa. Me cuesta imaginar un sermón de este cura a un adolescente con sus hormonas alteradas en un confesionario, reprimiéndole por el mal uso del amor solitario tan frecuente a ciertas edades como respuesta al despertar de una vida sexual aún entera por explorar. Sabido es que en todo rebaño hay ovejas descarriadas, que entre “churras” y “merinas” alguna encontramos que no corresponde a la buena selección del ganadero, pero por Dios confundir el amor y la felicidad de las almas con el placer previo pago es lo mismo que intentar alcanzar el éxtasis místico mediante el éxtasis físico.
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No tengo referencias si este buen hombre es mejor párroco que gigoló, pero puestos a pedir debería aclarar sus voluntades y elegir entre vocaciones tan dispares. Menos mal que este cura no es mi padre, y a mí me encontraron en la calle. ¡Si Don Camilo levantara la cabeza!
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sábado, 20 de febrero de 2010

Pero las musas han pasado de mí, andarán de vacaciones.


Como a Serrat en su canción “No hago otra cosa que pensar en ti”, las musas han pasado de mí y andarán de vacaciones.
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Menudo mes de febrero, ni una sola idea, ni un solo comentario, ni un tema al que sacar punta, nada de lo que escribir, nada que contar. Estoy absolutamente vacío, me agito y nada brota. Nada fluye en el interior de mi cabeza, se ha secado la masa gris de mi cerebro, y la única neurona que tengo ha de estar cerrada por reformas.
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Llevo días pensando en escribir, llevo días dando una y mil vueltas a que contar, que compartir que despierte un mínimo interés, que subir a la Cambra para que el resto podáis leer y comentar. Y nada de nada.
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He empezado un relato corto, si entendemos por empezar escribir a penas un par de párrafos, se llamará si en algún momento lo termino “La Flor de la pasión” y hablará, o eso espero, de un club, de un triste y caduco bar de copas, de un garito de mala muerte de la calle Leganitos. Hablará de personajes de un Madrid siniestro, pero a la vez real en mi imaginación (un oxímoron), de un Madrid de personajes del ayer en un entorno del presente. Hablará de Angustias, la dueña del bar conocida por el sobrenombre de Flor, de Julita, la encargada del guardarropa todavía hoy a sus más de sesenta años, hablará de Rosa, de Leonor y de Martita, todas ellas con arañazos, con heridas y cicatrices en sus almas y algunas físicas como tatuajes de un pasado muy agitado. Hablará de Miguel, de Don Tomas, un contable jubilado y aficionado al Licor 43, de Ernesto, de Julito, y de Jaime “Barreiros” camionero de profesión y putero de vocación. Tratará de bajos sentimientos, de miserias, de esperanzas, de amistades y por que no también de amor. Pero las musas han pasado de mí, y andarán de vacaciones.
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No soy capaz de enlazar dos o tres palabras seguidas con cierto sentido. No hay nada de lo habitual que levante en mí una mínima pasión para escribir sobre ello. Estoy quizás harto de encontrarme siempre con los mismos temas, con las mismas cosas, de no encontrar nada distinto e interesante, o porque no reconocerlo quizás mis limitaciones para juntar palabras son las que son y poco más puedo crear. Como dice Serrat en otra de sus canciones (ya adivináis que es uno de mis cantantes favoritos y por ende que soy un nostálgico trasnochado): “no es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
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Me doy una nueva oportunidad, y aunque hoy no continuo, espero volver pronto y compartir de nuevo con vosotros algo que despierte un mínimo interés. De momento me quedo a la espera de mis musas, y deseo que sus vacaciones no sean muy extensas, que vuelvan a su trabajo y que no se vuelvan perezosas. Pero hoy han pasado de mi continúan de vacaciones.
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sábado, 6 de febrero de 2010

POR EL BOULEVARD DE LOS SUEÑOS ROTOS

Oxímoron


 
Metafóricamente hablando vivo en un eterno oxímoron, o dicho de otra manera soy un oxímoron con patas que deambula por la vida siendo una completa contradicción.
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Antes de continuar dejarme que os cuente que significa este vocablo tan poco conocido e infinitamente usual en nuestro léxico, que os ilustre con algunos ejemplos literarios explicativos todos ellos de lo que encierra con afán liberador esta figura literaria:
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Oxímoron. (Del gr. oxymoron). m. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador. (Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua)
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Oxímoron. Nombre masculino. Lit. Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto: la soledad sonora de la que habla san Juan en sus versos es un claro ejemplo de oxímoron. (Diccionario de uso del español)
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Lope de Vega:
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Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.
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Quevedo:
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Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
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San Juan de la Cruz:
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Que tiernamente hieres, soledad sonora, música callada
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William Shakespeare:
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Santo maldito, honorable villano, engaño leal...
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Qué raro suena en si mismo y que fácil es de entender en palabras de genios de la literatura.
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Retomo pues mi escritura y como os decía me siento ni más ni menos que un completo oxímoron. No sé si os pasa lo mismo a los demás, pero según voy cumpliendo años tengo la serena sensación de no hacer aquello que realmente me apetece, de estar en el sitio equivocado, en el momento erróneo, con los planteamientos opuestos, en las antípodas de las vivencias que me gustarían acumular. Al menos he de reconocer que soy consciente de ello, que cada mañana me levanto con la misma sensación de vivir una eterna contradicción, de iniciar cada jornada en el sentido contrario de la dirección acertada. No es que viva desquiciado por ello, es como decía una serena sensación, una nítida aceptación de uno mismo, una amistosa convivencia con el sinsentido. Es fácil la justificación de lo que somos, de lo que tenemos. Es simple y sencilla la razón de la sinrazón, es cómodo el sentimiento de lo establecido, es confortable convivir con lo ya alcanzado en la vida.
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Pero dentro de mí existe una llama, que languidece cada día, que da calor a la insurrección, a la búsqueda de los anhelos, a la revolución de mi ser, a la lucha sin cuartel por conseguir romper la cadena del ancla de una vida ya establecida. Quién fuera pirata, quién bucanero para surcar los mares de nuevas incertidumbres, de lejanas y nuevas ilusiones. Atravesar océanos de nuevas experiencias, de grandes misterios, navegar sin rumbo fijo hasta el ocaso de la vida.
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Que difícil convivencia entre la aceptación y la insurrección, entre el sosiego y el anhelo, entre la serenidad y la inquietud, la razón y la sinrazón. Quizás toda esta contradicción sea simplemente la vida, que estar vivo se simplifique y se resuma en esta eterna pelea entre lo que somos y lo que nos gustaría ser, entre lo que hacemos y lo que nos gustaría hacer. Quizás no seamos seres humanos, simplemente somos oxímoron (parece ser que tal figura literaria carece de plural) en el teatro de la vida.
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