sábado, 21 de marzo de 2009

“Soy optimista. No me parece muy útil ser otra cosa”. Sir WinstonChurchill




Con esta frase empecé un artículo que me pidieron en abril de 2007 los señores de El Periódico de la Publicidad para participar en su quinto aniversario desde que vieron la luz en el sector profesional al cual pertenezco.
Hoy la rescato para intentar lavar un poco mi imagen, la que en los últimos escritos he transmitido, la que alguno de vosotros me ha comentado que trasluce de mis palabras hilvanadas, una imagen de alguien melancólico, de alguien poco alegre, incluso de alguien que esta reñido con la vida, enfadado con lo que tiene a su alrededor, poco conformista y airado con el mundo. Pues lo siento pero no, soy de naturaleza optimista, y además como bien decía Sir Winston, no me parece útil ser otra cosa.
Cierto es que la vida no regala nada, que hay muchas razones por las cuales puedes aparcar la mejor de tus sonrisas en casa, y salir ya de buena mañana maldiciendo la suerte que a uno le ha tocado en vida. Cierto es también, que hay veces que resulta difícil aferrarse al optimismo, que pareces del género tonto si te presentas cada mañana en tú puesto de trabajo como si a tú alrededor llevaras siempre alquilada una cohorte de pajaritos cantando, de florecillas del bosque sembrando tú camino, un solo sol alumbrando tus pasos, y tatareando alguna de las melodías de Sonrisas y Lágrimas, The Sound of Music para ser fiel al título original. No, no se trata de parecerse a Julia Andrews y la familia Trapp al completo, pero verdad es que sin excederme en demostraciones bucólicas musicales, tengo motivos para ser optimista. La primera es la utilidad de la misma como contraposición a las demás. Que mejor que guiñar a la vida un ojo, sonreír ante lo que te espera a cada instante, bueno o malo lo tienes que vivir, lo debes pasar, bueno o malo has de hacer de tripas corazón y atravesar sin más lo que en cada doblez, en cada esquina te espera a modo de destino. Si he de recorrer mucho trecho, lo quiero hacer con un cierto grado de ilusión, de alegría, y en los peores momentos pensar que todo pasa y que todo llega, y que al final es una estación más que recorremos y que como en casi todas ellas no has llegado aún a tu destino final. No quiero un camino de amargura, al menos no quiero ser yo quién sume más espinas a las que ya te encuentras sembradas en el recorrido de los años. Quiero seguir sonriendo a todos los que a mi paso me encuentro, quiero regalar un buenos días, o un gracias, o incluso un perdón si de mi ha nacido una mala acción, pero siempre quiero regalar un gesto de cercanía, de proximidad, de afecto, de cariño, de ilusión y de felicidad. Estoy convencido que cada cual recibe lo que da, y si a alguien le ofrecemos en cada instante lo mejor de nosotros, de igual manera recibimos lo mejor de todos.
Tengo más razones para ver la vida con optimismo, por nacimiento estoy en esta parte del mundo que nada falta; un hecho tan aleatorio, o no, como haber nacido de unos ancestros y no de otros me ha regalado una vida infinítamente más cómoda y más feliz, que muchos millones de semejantes que no tienen nada y que nada o poco les espera. He nacido en un tiempo y en una época, y un lugar donde no he conocido la hambruna, la guerra, las catástrofes. He conocido el amor, he podido compartir mi vida con los seres queridos, tengo amigos, soy padre por dos veces, trabajo, y la vida me ha ofrecido muchos momentos mágicos, momentos especiales que me han formado mi persona y pertenecen ya a mis recuerdos más íntimos y valorados. He viajado, he visitado otras ciudades, otros países, he disfrutado con las cosas más pequeñas, con los detalles. Tengo manos, pies, ojos, oigo, hablo, escribo, duermo, sueño, vivo. Incluso y aunque parezca una paradoja he tenido la oportunidad de sufrir, de añorar, de echar de menos, de llorar, de sentir dolor y angustia. Soy un afortunado por todo ello y por todo lo que me falta por relatar. Como no voy a ser optimista, al final que otra cosa más útil puedo ser.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jorge, creo que es la mejor manera de vivir día a día, siendo optimista y sobre todo valorar las pequeñas cosas, a mí son las que me hacen feliz. Que mejor que empezar la mañana con una sonrisa en tú cara y deseándole los buenos días a la gente que tienes a tú alrededor, pienso que lo que das en esta vida lo recibes y yo prefiero dar lo mejor de mí.
Como dices a veces es difícil aferrarse al optimismo, pero prefiero pensar que cuando una puerta se cierra otra se abre...soy mucho más feliz así ¡!

Bsos.

Anónimo dijo...

Escritos como estos alegran un lunes de crisis. Todo lo que escribes es verdad, ni una sola mentira. En la superficie y en el fondo, somos unos privilegiados, aunque sea con la música romanticona de "Edelwies" en el fondo en V.O. o en la traducción al castellano. Besos. Antonio

Mayte dijo...

Muchas gracias por este pensamiento que has compartido. Veo que es de hace tiempo, pero creo que lo he leído en el momento más oportuno, debido a mi situación actual. La verdad es que he encontrado este blog por pura casualidad..... o no??, el destino existe, y me ha traído aquí!
Gracias Jorge!!
Y por cieto, me encanta Sonrisas y Lágrimas!!