Llevo días pensando en escribir acerca de una idea que revolotea por mi mente en estos últimos meses. No se fija, no encuentro una posición sólida sobre lo que creo percibir, sentir, e incluso pensar, de una serie de acontecimientos, sucesos, hechos y realidades, que se desarrollan últimamente en nuestra sociedad. Salta la idea, de neurona en neurona, vagabundea en ocasiones sin manifestarse y de vez en cuando ante nuevas situaciones, cuanto menos chocantes, dantescas, frustrantes, vuelve a surgir y recorre algún axón del entramado neuronal de mi cabeza.
Trato de resumir la idea en el encabezamiento:” el Estado es Dios”. Va a ser difícil de explicar; compartir algo que no ha madurado del todo es todavía más complejo de transmitir.
Últimamente tengo la sensación de que la sociedad en que vivimos hace menos libre al individuo, hemos perdido capacidad de decisión sobre los actos voluntarios, sobre las propias e individuales decisiones, tenemos y generamos dependencias diarias con las administraciones, el dialogo del individuo con el estado se sujeta al concepto del proteccionismo; el estado decide por ti, no pienses, no actúes, acata y déjate llevar, deja al estado tomar en tú nombre las decisiones más importantes y no te sientas huérfano, busca abrigo en Papa estado.
Ya tenemos al estado en la posición “padre” y de aquí evolucionará a la posición Estado Dios, en el momento en que la regulación intervenga directamente en las decisiones y voluntades individuales vinculadas al ámbito de la salud y al ámbito de la vida y la muerte.
Ya estamos en el quid de la cuestión, aquí es donde se me remueven las tripas y la razón por la que he sentido el impulso de escribir sobre ello. Las prohibiciones del consumo del tabaco, las recomendación, aún no prohibición, del descenso del consumo de bebidas alcohólicas, los límites de velocidad en las carreteras, las campañas de vacunación obligatorias para distintos segmentos de la sociedad, y seguramente un nutrido grupo mayor de vetos sobre aspectos que ahora mismo no me vienen a la cabeza, pero que seguro que repasando las últimas legislaciones encontraremos sin mucho indagar.
Seguramente lo que a partir de ahora exponga puede llagar a sonar políticamente incorrecto, pero no me cabe la menor duda de que existe mucha gente que como yo mismo opinamos en este mismo sentido.
No quiero un estado que decida por mi, no quiero un estado que me imponga lo que debo y no debo hacer con mi propia vida, no quiero ser una marioneta indefensa que necesita del estado para que en contra de mi voluntad mueva mis hilos, y decida como y de que manera tengo que vivir los días que me quedan.
Además, me indigna mucho más saber de la voluntad de este gobierno de legislar una nueva ley del aborto ampliando los supuestos, un gobierno que juega con la idea de legalizar la eutanasia activa, un gobierno que ha coqueteado con la idea de legalizar las drogas.
Al final parece que el gobierno legislará para que el estado dios nos diga de qué supuestos o causas no podemos morir, y de cuales sí podemos. Que contradicción, yo pensaba al escuchar y ver las campañas de la DGT, o al leer los avisos de los paquetes de tabaco, que no debo hacer una serie de cosas que podrán acarrear mi muerte, que debo de reprimir mis ganas de fumar para salvar mi cuerpo, casi mi alma y por supuesto salvar las vidas de todos los que me rodean. Qué gran contradicción, no puedo fumar en casa, o en los bares y restaurantes delante de mis hijos porque les puedo matar, pero si el gobierno aprueba una nueva ley del aborto, podré decidir junto con mi pareja, interrumpir una vida ajustándome a alguno de los nuevos supuestos, no puedo decidir correr más allá de los 120 kilómetros por hora en una autopista por riesgo a matarme en una accidente, pero podré decidir el día de mañana quitarme la vida con una nueva ley de eutanasia. No puedo beber hasta la enfermedad, pero podré consumir drogas que como el alcohol me pueden llegar a matar.
Tengo la sensación de que si te mueres de forma progre, si tus decisiones están al lado de un pensamiento progresista, tus posibilidades de influir sobre tú vida o la de algún ser querido en ciertos momentos, serán mayores y siempre aprobadas por el estado dios, pero ahí de ti si te da por mantener posiciones retrogradas, anticuadas, políticamente incorrectas, el estado dios no sólo no te dará el derecho a decidir sobre tu propia vida, si no al contrario vendrá a ti a castigar tal atrevimiento.
Y digo yo, ¿no es posible dejarnos en paz?, no sería más lógico que dentro del orden establecido, muy cerca de los principios de la moral natural, y después de un amplio periodo de educación y formación, y esto si es obligación del estado, nos dejarán como individuos actuar a nuestro libre albedrío en relación al cuidado o no de nuestro cuerpo, de nuestra vida. Nos dan la libertad de credo, de mantener o no nuestra alma, pero nos legislan hasta el aburrimiento lo que podemos hacer o no con nuestro cuerpo, con nuestra vida.
Yo no sé vosotros, pero cada día me encuentro más cansado de luchar por ser un individuo que goce en libertad de la toma de sus propias decisiones, estoy harto de que el estado dios quiera intervenir en mi vida sin mi autorización, yo soy el único que puede decidir sobre como quiero vivir, y si me apuran de cómo quiero morir. Desde luego no espero que nadie tome decisiones tan transcendentales por mi, y menos un estado que usurpa cada día más la figura de dios.
Trato de resumir la idea en el encabezamiento:” el Estado es Dios”. Va a ser difícil de explicar; compartir algo que no ha madurado del todo es todavía más complejo de transmitir.
Últimamente tengo la sensación de que la sociedad en que vivimos hace menos libre al individuo, hemos perdido capacidad de decisión sobre los actos voluntarios, sobre las propias e individuales decisiones, tenemos y generamos dependencias diarias con las administraciones, el dialogo del individuo con el estado se sujeta al concepto del proteccionismo; el estado decide por ti, no pienses, no actúes, acata y déjate llevar, deja al estado tomar en tú nombre las decisiones más importantes y no te sientas huérfano, busca abrigo en Papa estado.
Ya tenemos al estado en la posición “padre” y de aquí evolucionará a la posición Estado Dios, en el momento en que la regulación intervenga directamente en las decisiones y voluntades individuales vinculadas al ámbito de la salud y al ámbito de la vida y la muerte.
Ya estamos en el quid de la cuestión, aquí es donde se me remueven las tripas y la razón por la que he sentido el impulso de escribir sobre ello. Las prohibiciones del consumo del tabaco, las recomendación, aún no prohibición, del descenso del consumo de bebidas alcohólicas, los límites de velocidad en las carreteras, las campañas de vacunación obligatorias para distintos segmentos de la sociedad, y seguramente un nutrido grupo mayor de vetos sobre aspectos que ahora mismo no me vienen a la cabeza, pero que seguro que repasando las últimas legislaciones encontraremos sin mucho indagar.
Seguramente lo que a partir de ahora exponga puede llagar a sonar políticamente incorrecto, pero no me cabe la menor duda de que existe mucha gente que como yo mismo opinamos en este mismo sentido.
No quiero un estado que decida por mi, no quiero un estado que me imponga lo que debo y no debo hacer con mi propia vida, no quiero ser una marioneta indefensa que necesita del estado para que en contra de mi voluntad mueva mis hilos, y decida como y de que manera tengo que vivir los días que me quedan.
Además, me indigna mucho más saber de la voluntad de este gobierno de legislar una nueva ley del aborto ampliando los supuestos, un gobierno que juega con la idea de legalizar la eutanasia activa, un gobierno que ha coqueteado con la idea de legalizar las drogas.
Al final parece que el gobierno legislará para que el estado dios nos diga de qué supuestos o causas no podemos morir, y de cuales sí podemos. Que contradicción, yo pensaba al escuchar y ver las campañas de la DGT, o al leer los avisos de los paquetes de tabaco, que no debo hacer una serie de cosas que podrán acarrear mi muerte, que debo de reprimir mis ganas de fumar para salvar mi cuerpo, casi mi alma y por supuesto salvar las vidas de todos los que me rodean. Qué gran contradicción, no puedo fumar en casa, o en los bares y restaurantes delante de mis hijos porque les puedo matar, pero si el gobierno aprueba una nueva ley del aborto, podré decidir junto con mi pareja, interrumpir una vida ajustándome a alguno de los nuevos supuestos, no puedo decidir correr más allá de los 120 kilómetros por hora en una autopista por riesgo a matarme en una accidente, pero podré decidir el día de mañana quitarme la vida con una nueva ley de eutanasia. No puedo beber hasta la enfermedad, pero podré consumir drogas que como el alcohol me pueden llegar a matar.
Tengo la sensación de que si te mueres de forma progre, si tus decisiones están al lado de un pensamiento progresista, tus posibilidades de influir sobre tú vida o la de algún ser querido en ciertos momentos, serán mayores y siempre aprobadas por el estado dios, pero ahí de ti si te da por mantener posiciones retrogradas, anticuadas, políticamente incorrectas, el estado dios no sólo no te dará el derecho a decidir sobre tu propia vida, si no al contrario vendrá a ti a castigar tal atrevimiento.
Y digo yo, ¿no es posible dejarnos en paz?, no sería más lógico que dentro del orden establecido, muy cerca de los principios de la moral natural, y después de un amplio periodo de educación y formación, y esto si es obligación del estado, nos dejarán como individuos actuar a nuestro libre albedrío en relación al cuidado o no de nuestro cuerpo, de nuestra vida. Nos dan la libertad de credo, de mantener o no nuestra alma, pero nos legislan hasta el aburrimiento lo que podemos hacer o no con nuestro cuerpo, con nuestra vida.
Yo no sé vosotros, pero cada día me encuentro más cansado de luchar por ser un individuo que goce en libertad de la toma de sus propias decisiones, estoy harto de que el estado dios quiera intervenir en mi vida sin mi autorización, yo soy el único que puede decidir sobre como quiero vivir, y si me apuran de cómo quiero morir. Desde luego no espero que nadie tome decisiones tan transcendentales por mi, y menos un estado que usurpa cada día más la figura de dios.
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