Dicen los versos de este
cuplé:
“Nadie en el tercio sabía,
Quien era aquel legionario
Tan audaz y temerario
Que en la legión se alistó”
Pues no es cierto. Hoy me he
enterado de que sí, que la Legión conocía la identidad del mismo.
Leyendo un diario digital me
he encontrado con un artículo de Raúl José Martín Palma que pone nombre
y apellidos al susodicho.
La identidad de aquel valeroso
legionario es conocida. Se llamaba Baltasar Queija de la Vega, onubense nacido
en 1902 en Minas de Riotinto.
Queija de la Vega se alisto en
octubre de 1920, firmando un compromiso por tres años. En 1921 defendiendo un
yacimiento de agua, cerca de Sidi Ifni, los legionarios fueron atacados a la
media noche por una partida de rifeños. uno de los tiros de los insurgentes
había herido mortalmente a Queija de la Vega quien, a pesar de estar moribundo,
se mantuvo fuertemente aferrado a su fusil. Antes de huir, el enemigo intentó
apoderarse del arma y, al descubrir que el valiente legionario seguía con vida,
fue pasado a cuchillo. Fue el único muerto del ataque.
Tras el asalto de los rifeños,
los compañeros de Queija de la Vega, de acuerdo «con el sagrado juramento de no
abandonar jamás un hombre en el campo hasta perecer todos» , se aprestaron a
recoger su cadáver.
Se cuenta que, días antes,
nuestro protagonista había recibido una carta que le informaba del fallecimiento
de la mujer de sus amores. Y que, desde ese mismo momento, había tomado la
determinación de unirse a la muerte con la primera bala que llegase.
Ésta es la trágica
historia que inspiró la composición de la más famosa de las canciones de
la Legión: El novio de la muerte.
En el mes de julio de 1921, el
letrista Fidel Prado Duque invitó a una cupletista de moda, Lola
Montes, a escuchar la interpretación de su más reciente composición. La música
la había puesto el catalán Juan Costa Casals. La audición emocionó a todos los
presentes, de forma que Lola Montes incorporó el cuplé a su repertorio. Sería
estrenado poco después en el teatro Vital Aza. El cuplé fue escuchado por Carmen
Angoloti Mesa, duquesa de la Victoria, quien se convertiría en la principal
responsable de la Cruz Roja española durante la guerra del
Rif. La duquesa pidió a Lola Montes que interpretase la canción en
Melilla para elevar la moral de la población. Sobre la ciudad española se
cernían miles de cabileños acaudillados por Abd el-Krim dispuestos a
aniquilar a la población.
La canción se estrenó en
tierras africanas el 30 de julio, seis días después del desembarco de la Legión
en socorro de Melilla tras una extenuante marcha de 101 kilómetros en día y
medio. Al escucharla el entonces teniente coronel Millán Astray no
dudó ni un instante en incorporar el cuplé al repertorio legionario. Únicamente
se hicieron los retoques imprescindibles para adaptar la composición al ritmo
de la marcha legionaria.
Esta es la verdadera historia
de la más afamada canción del cuerpo de la legión. No es el himno de este
cuerpo militar, pero sin duda alguna muchos de nosotros la conocemos desde hace
mucho tiempo y la hemos escuchado en muchas y diversas ocasiones.
Yo he de reconocer que me
encanta. Además, intento ver cada Jueves Santo la procesión del Cristo de la
Buena Muerte.
Seguramente mi año de servicio militar en
Ceuta, y los desfiles en los que me tocó participar junto al cuerpo de la
legión, mi destino allí fue el de Artillería, me permitieron aprender la letra
de la canción y desde entonces, después de más de treinta años, aún la mantengo
entre el repertorio de mis canciones favoritas.
Cosas del pasado que han
formado parte de mi particular historia.