Una tarde, cuando el
anochecer empezaba a visitar el día, un rabino rezaba en soledad sentado en un
banco de la sinagoga.
Tan concentrado estaba
en sus rezos que no se percató de la entrada de un joven que, en silencio, fue
lentamente acercándose al lugar donde rezaba. El joven, cuya edad rondaría los dieciséis
años se situó detrás del anciano rabino intentando que percibiese su presencia.
Pasado varios minutos y, viendo que el
rabino seguía concentrado en sus rezos, el joven se acercó poniéndose esta vez
frente a él.
-
Rabino, disculpe, buenas tardes.
El rabino, sorprendido,
alzó la cabeza, se quitó sus gafas y respondió:
-
Buenas tardes hijo, ¿qué deseas?
-
Quisiera charlar con usted… si tiene
tiempo y no le molesto.
El joven hablaba con
respeto, aunque su tono y actitud demostraban la decisión y urgencia de esas
edades, en las que las respuestas han de ser inmediatas.
-
Tú dirás, le apremió el rabino, mi
tiempo es de quien me necesita.
-
Rabino he venido a verle porque
quiero ser judío, señaló con un tono más serio.
Antes de que pudiese
continuar, el rabino le interrumpió:
-
Me parce muy bien jovencito, pero
antes déjame que te pregunte por qué quieres ser judío qué razón te ha impulsado
a tomar esa decisión.
-
Es muy sencillo rabino, todos los judíos
que conozco sois ricos y yo quiero ser rico, así que he pensado que si aprendo
el Talmud encontraré la respuesta para conseguir mi objetivo.
El rabino se frotó los
ojos y con un ademán de la mano le invitó a sentarse a su lado, aquella
conversación iba a ser larga.
-
Mira hijo, quiero que me escuches con
atención. Ser judío es algo muy distinto a lo que tú estás planteando. Ser
judío es una religión, una filosofía de vida, una manera de afrontar el futuro
que está más allá de nuestra existencia.
El joven gesticuló
mostrando desacuerdo e impaciencia, como si ya supiese de antemano que el
rabino no le iba a atender.
-
Mire rabino, si usted no quiere
enseñarme el Talmud y prepararme para ser judío, me parece muy bien. Creo que
lo mejor será que busque otra sinagoga donde el rabino sea más comprensivo.
Al mismo tiempo que
decía esto, se incorporó, alargo su mano hacia el rabino y se despidió:
-
Gracias rabino, hasta siempre.
El rabino le siguió con
la mirada al tiempo que pensaba en el error que iba a cometer aquel chico.
Aquel planteamiento era un error que le iba a costar muy caro en su vida.
-
Espera, ¡Te propongo un trato!. No
quiero que te marches así. Así que te propongo que lleguemos a un acuerdo.
-
¿Qué acuerdo?
-
Verás te haré cuatro preguntas. Te
aseguro que ninguna de ellas tiene una dificultad técnica o conceptual que no
puedas resolver, son preguntas para las que estás sobradamente preparado. Si
aciertas la respuesta de al menos una de las cuatro preguntas que te haré, dijo
el rabino mirando fijamente al joven, te prometo que te enseñaré el Talmud.
Ahora bien, si no eres capaz de acertar ni siquiera una, tú me tienes que jurar
que abandonarás la idea de ser judío.
El rabino extendió su
mano hacia el joven para que en un gesto de honor se comprometiera con el
acuerdo. El joven de inmediato estrecho la mano del rabino y éste comenzó las
preguntas.
-
Muy bien, quiero que te concentres y
que sólo cuando estés preparado me des la respuesta a la pregunta. ¿Estás
preparado?
-
Sí Rabino, cuando quieras.
-
La primera pregunta es la siguiente:
dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco
de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es:
¿quién de los dos va a lavarse?
El joven miró al rabino
entre escéptico y seguro. La respuesta no sólo era obvia, era muy fácil.
-
Rabino, es evidente que el que está
sucio.
-
No es así amigo mío, porque desde el
punto de vista de la REALIDAD, lo que ocurrirá es que el que está sucio miraría
al que está limpio y pensaría ¨no me he manchado¨. Sin embargo el que está
limpio miraría al que está sucio y pensaría ¨me he manchado¨. Así que iría a
lavarse el que está LIMPIO.
El joven miró al rabino
incrédulo pero no se atrevió a contradecirle, aún quedaban tres preguntas.
-
Bien continuemos, dijo el rabino. La
segunda pregunta es la siguiente: dos deshollinadores judíos están limpiando
una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y
el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a lavarse?
El chico le miró con
una expresión que delataba no saber muy bien qué estaba pasando, no sabía si
debía contestar, decirle al rabino que le estaba tomando el pelo, o simplemente
irse y buscar a otro rabino. El problema es que había hecho una promesa y debía
cumplirla. Así que decidió contestarle.
-
Según lo que me has dicho antes, irá
a lavarse el que está limpio.
-
No señor, espetó el rabino. Porque
desde el punto de vista de la VERDAD, lo que pasaría es que el que está limpio
se miraría a si mismo y diría ¨no me he manchado¨. El que está sucio se miraría
a si mismo y diría ¨me he manchado¨. Luego iría el que está SUCIO.
-
Muy bien rabino, si tú lo dices… el
chico no sabía qué hacer, ni decir, pero su curiosidad le animaba a seguir el
juego.
-
Vamos a ver hijo, debes concentrarte
en la preguntar y pensar antes de contestarla. Llevas la mitad de las
oportunidades falladas, así que no te precipites le pidió con un tono suave y
paternalista. Está bien, pasemos a la tercera pregunta: dos deshollinadores judíos
están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen
uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a
lavarse?
Al chico se le dibujó
una sonrisa en la cara y contestó rápidamente:
-
Está muy claro, rabino. Una vez el
limpio y otra el sucio.
El rabino negó con la
cabeza:
-
No señor. Desde el punto de vista
METAFÍSICO es imposible que dos personas que han caído por el mismo agujero,
una salga limpia y otra sucia. O salen los dos limpios o salen los dos sucios,
luego ésta situación es imposible.
-
Lo que tú quieras rabino….Si tú lo
dices… la desesperación del chico iba creciendo por momentos.
-
Te queda la última oportunidad, y ya
sabes lo que me has prometido: si no aciertas ninguna pregunta, deberás
abandonar la idea de ser judío. Muy bien cuarta y última pregunta: dos deshollinadores
judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando
salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos
va a lavarse?
-
Mira rabino, está muy claro. Desde el
punto de vista de la realidad: el limpio. Desde el punto de vista de la verdad:
el sucio. Y desde un punto de vista metafísico tenemos que decir que ésta
situación es imposible, con lo que no tiene solución.
La cara del chico
reflejaba la sensación del triunfo y de desafío al maestro, algo así como: ¨Ahora
veremos qué me dices…¨
-
Hijo mío, suspiró el rabino, no has
entendido absolutamente nada, según y cómo piensas tú, lo que jamás verás en tu
vida es a dos judíos que sean deshollinadores.
Ésta historia se la escuché en una ponencia hace ya algunos
años a Juan Mateo, excelente
consultor, formador y escritor de distintos libros sobre liderazgo. Hoy
releyendo uno de estos “Cuentos que mi
jefe nunca me contó” no he podido resistir la tentación de reproducirlo en
nuestra Cambra. Creo que nos ofrece una moraleja que podemos aplicar a todos
los ámbitos de nuestras vidas. No sólo cuenta nuestro punto de vista, tenemos
que analizar siempre todas y cada una de las alternativas que tenemos a nuestro
alcance. No sólo existe una realidad o una verdad, estamos obligados a analizar
cualquier posibilidad y respetar otras razones si finalmente pretendemos
alcanzar cualquier acuerdo en la vida. Hay gente que lo intenta a diario, que
aplica ésta lección a cada uno de sus actos, planteamientos y comportamientos.
Aprendamos de los más sabios y tengamos la humildad suficiente para, al menos,
reconocer que siempre hay más de una verdad, siempre hay más de una posible
solución cuando tenemos la voluntad férrea de alcanzar un acuerdo.