domingo, 3 de mayo de 2015

Los Deshollinadores.

 
 

Una tarde, cuando el anochecer empezaba a visitar el día, un rabino rezaba en soledad sentado en un banco de la sinagoga.
Tan concentrado estaba en sus rezos que no se percató de la entrada de un joven que, en silencio, fue lentamente acercándose al lugar donde rezaba. El joven, cuya edad rondaría los dieciséis años se situó detrás del anciano rabino intentando que percibiese su presencia. Pasado varios minutos  y, viendo que el rabino seguía concentrado en sus rezos, el joven se acercó poniéndose esta vez frente a él.
-          Rabino, disculpe, buenas tardes.
El rabino, sorprendido, alzó la cabeza, se quitó sus gafas y respondió:
-          Buenas tardes hijo, ¿qué deseas?
-          Quisiera charlar con usted… si tiene tiempo y no le molesto.
El joven hablaba con respeto, aunque su tono y actitud demostraban la decisión y urgencia de esas edades, en las que las respuestas han de ser inmediatas.
-          Tú dirás, le apremió el rabino, mi tiempo es de quien me necesita.
-          Rabino he venido a verle porque quiero ser judío, señaló con un tono más serio.
Antes de que pudiese continuar, el rabino le interrumpió:
-          Me parce muy bien jovencito, pero antes déjame que te pregunte por qué quieres ser judío qué razón te ha impulsado a tomar esa decisión.
-          Es muy sencillo rabino, todos los judíos que conozco sois ricos y yo quiero ser rico, así que he pensado que si aprendo el Talmud encontraré la respuesta para conseguir mi objetivo.
El rabino se frotó los ojos y con un ademán de la mano le invitó a sentarse a su lado, aquella conversación iba a ser larga.
-          Mira hijo, quiero que me escuches con atención. Ser judío es algo muy distinto a lo que tú estás planteando. Ser judío es una religión, una filosofía de vida, una manera de afrontar el futuro que está más allá de nuestra existencia.
El joven gesticuló mostrando desacuerdo e impaciencia, como si ya supiese de antemano que el rabino no le iba a atender.
-          Mire rabino, si usted no quiere enseñarme el Talmud y prepararme para ser judío, me parece muy bien. Creo que lo mejor será que busque otra sinagoga donde el rabino sea más comprensivo.
Al mismo tiempo que decía esto, se incorporó, alargo su mano hacia el rabino y se despidió:
-          Gracias rabino, hasta siempre.
El rabino le siguió con la mirada al tiempo que pensaba en el error que iba a cometer aquel chico. Aquel planteamiento era un error que le iba a costar muy caro en su vida.
-          Espera, ¡Te propongo un trato!. No quiero que te marches así. Así que te propongo que lleguemos a un acuerdo.
-          ¿Qué acuerdo?
-          Verás te haré cuatro preguntas. Te aseguro que ninguna de ellas tiene una dificultad técnica o conceptual que no puedas resolver, son preguntas para las que estás sobradamente preparado. Si aciertas la respuesta de al menos una de las cuatro preguntas que te haré, dijo el rabino mirando fijamente al joven, te prometo que te enseñaré el Talmud. Ahora bien, si no eres capaz de acertar ni siquiera una, tú me tienes que jurar que abandonarás la idea de ser judío.
El rabino extendió su mano hacia el joven para que en un gesto de honor se comprometiera con el acuerdo. El joven de inmediato estrecho la mano del rabino y éste comenzó las preguntas.
-          Muy bien, quiero que te concentres y que sólo cuando estés preparado me des la respuesta a la pregunta. ¿Estás preparado?
-          Sí Rabino, cuando quieras.
-          La primera pregunta es la siguiente: dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a lavarse?
El joven miró al rabino entre escéptico y seguro. La respuesta no sólo era obvia, era muy fácil.
-          Rabino, es evidente que el que está sucio.
-          No es así amigo mío, porque desde el punto de vista de la REALIDAD, lo que ocurrirá es que el que está sucio miraría al que está limpio y pensaría ¨no me he manchado¨. Sin embargo el que está limpio miraría al que está sucio y pensaría ¨me he manchado¨. Así que iría a lavarse el que está LIMPIO.
El joven miró al rabino incrédulo pero no se atrevió a contradecirle, aún quedaban tres preguntas.
-          Bien continuemos, dijo el rabino. La segunda pregunta es la siguiente: dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a lavarse?
El chico le miró con una expresión que delataba no saber muy bien qué estaba pasando, no sabía si debía contestar, decirle al rabino que le estaba tomando el pelo, o simplemente irse y buscar a otro rabino. El problema es que había hecho una promesa y debía cumplirla. Así que decidió contestarle.
-          Según lo que me has dicho antes, irá a lavarse el que está limpio.
-          No señor, espetó el rabino. Porque desde el punto de vista de la VERDAD, lo que pasaría es que el que está limpio se miraría a si mismo y diría ¨no me he manchado¨. El que está sucio se miraría a si mismo y diría ¨me he manchado¨. Luego iría el que está SUCIO.
-          Muy bien rabino, si tú lo dices… el chico no sabía qué hacer, ni decir, pero su curiosidad le animaba a seguir el juego.
-          Vamos a ver hijo, debes concentrarte en la preguntar y pensar antes de contestarla. Llevas la mitad de las oportunidades falladas, así que no te precipites le pidió con un tono suave y paternalista. Está bien, pasemos a la tercera pregunta: dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a lavarse?
Al chico se le dibujó una sonrisa en la cara y contestó rápidamente:
-          Está muy claro, rabino. Una vez el limpio y otra el sucio.
El rabino negó con la cabeza:
-          No señor. Desde el punto de vista METAFÍSICO es imposible que dos personas que han caído por el mismo agujero, una salga limpia y otra sucia. O salen los dos limpios o salen los dos sucios, luego ésta situación es imposible.
-          Lo que tú quieras rabino….Si tú lo dices… la desesperación del chico iba creciendo por momentos.
-          Te queda la última oportunidad, y ya sabes lo que me has prometido: si no aciertas ninguna pregunta, deberás abandonar la idea de ser judío. Muy bien cuarta y última pregunta: dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro está sucio. La pregunta es: ¿quién de los dos va a lavarse?
-          Mira rabino, está muy claro. Desde el punto de vista de la realidad: el limpio. Desde el punto de vista de la verdad: el sucio. Y desde un punto de vista metafísico tenemos que decir que ésta situación es imposible, con lo que no tiene solución.
La cara del chico reflejaba la sensación del triunfo y de desafío al maestro, algo así como: ¨Ahora veremos qué me dices…¨
-          Hijo mío, suspiró el rabino, no has entendido absolutamente nada, según y cómo piensas tú, lo que jamás verás en tu vida es a dos judíos que sean deshollinadores.
Ésta historia se la escuché en una ponencia hace ya algunos años a Juan Mateo, excelente consultor, formador y escritor de distintos libros sobre liderazgo. Hoy releyendo uno de estos “Cuentos que mi jefe nunca me contó” no he podido resistir la tentación de reproducirlo en nuestra Cambra. Creo que nos ofrece una moraleja que podemos aplicar a todos los ámbitos de nuestras vidas. No sólo cuenta nuestro punto de vista, tenemos que analizar siempre todas y cada una de las alternativas que tenemos a nuestro alcance. No sólo existe una realidad o una verdad, estamos obligados a analizar cualquier posibilidad y respetar otras razones si finalmente pretendemos alcanzar cualquier acuerdo en la vida. Hay gente que lo intenta a diario, que aplica ésta lección a cada uno de sus actos, planteamientos y comportamientos. Aprendamos de los más sabios y tengamos la humildad suficiente para, al menos, reconocer que siempre hay más de una verdad, siempre hay más de una posible solución cuando tenemos la voluntad férrea de alcanzar un acuerdo.


viernes, 1 de mayo de 2015

El genocidio de la honestidad.




La honestidad es un valor o cualidad propia de los seres humanos que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia, y con la integridad moral. Una persona honesta es aquella que procura siempre anteponer la verdad en sus pensamientos, expresiones y acciones. Así, esta cualidad no sólo tiene que ver con la relación de un individuo con otro u otros o con el mundo, sino que también puede decirse que un sujeto es honesto consigo mismo cuando tiene un grado de autoconciencia significativo, y es coherente con lo que piensa.
Genocidio es el exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad.
Con los conceptos claros desde el inicio y adaptando a mi interés con una mínima licencia el significado de genocidio, declaro con la solemnidad que se merece el exterminio de la honestidad.
Nuestra sociedad ha eliminado de manera sistemática éste valor que antaño era una cualidad propia de nuestra especie. No puedo señalar cuando fue el inicio de tal devastadora catástrofe, no encuentro el origen exacto de tan dañina eliminación, pero hoy sé que, con honrosas excepciones a la vez que mínimas, el ser humano ha fulminado de sus principios uno de sus más importantes valores.
La verdad unida a la justicia y la total integridad se desvanecen en nuestras relaciones. Creo que mucho tiene que ver con una autoindulgencia mal entendida, también con la escasa autocrítica de cada uno, y la ponderación benévola que nos aplicamos de los principios de justicia e integridad. Siendo inconscientes en la mayoría de los casos nos hemos desprendido de todo aquello que nos incomoda, nos molesta, y supone un freno a la hora de alcanzar un banal confort.
Ser honesto es más difícil, es más complicado, en ocasiones incluso supone un esfuerzo denodado por el desafecto de los demás. Ser honesto en esta sociedad, que más se parece a un gigante estercolero, implica una lucha interior por la incomprensión generalizada y una confrontación con aquellos quienes te rodean. La ruindad instalada en los acomodados, en los resignados y en los hipócritas, hace de los honestos un grupo marginal, incómodo para el resto de las conciencias y prescindible socialmente. Nadie quiere oír las verdades del barquero, a nadie le gusta enfrentarse con sus míseros comportamientos, la cobardía humana rechaza ver en un congénere aquello que les recuerda sus peores cualidades. Es mejor que el honesto desaparezca de la faz de la tierra, es preferible moldear la injusticia y la mentira a los propios intereses para que la conciencia no castigue el alma y vivir una mentira de espalda a la justa realidad.
Honestidad, verdad, justicia, integridad y coherencia están íntimamente relacionados en las personas valientes. Son los pilares básicos del conjunto de valores que determinan el bien y el mal. La ausencia de éstos nos conduce irremediablemente a una vida despreciable, abyecta, e infame. Nos hacen sin duda alguna peores personas, más ruines, viles e indignos como seres humanos.
Me duele profundamente estar viviendo este genocidio, comprobar comportamientos miserables e injustos, me duele hasta decir basta descubrir la incoherencia y la falta de integridad en personas cercanas. Me duele la cobardía ajena, la omertá con que algunos callan y tapan la verdad.
No presumo de nada, no me señalo como ejemplo de nada, sólo intento mantener una coherencia que a la vez recoja en mi persona la integridad y la honestidad suficiente para intentar cada día vivir en la verdad y la justicia. No impongo mi razón a nadie, respeto la diferenciación con los demás, pero al menos si pretendo que aquellos que pensando y actuando de forma diferente a la mía lo hagan desde la convicción de la defensa de sus principios.
Hoy sé que ser honesto te pasa un recibo muy caro de pagar en una sociedad donde las cualidades y los valores han dejado de importar.