36 segundos es la frontera entre dos años. Es el tiempo que
el reloj de la Puerta del Sol de Madrid tardará ésta noche, como tantas otras
en el pasado, en ofrecernos las doce campanadas que anunciará la llegada del
año nuevo.
36 escasos segundos bastarán para finiquitar el 2014, y abrir
todas las puertas a la esperanza de un nuevo año. 36 segundos de nada y
dejaremos en el pasado tantas y tantas cosas ya acontecidas y vividas, que pasarán
todas ellas a formar parte de nuestros recuerdos, de nuestro pasado.
Ya son varias las veces que aquí vengo para cerrar el año,
siempre con los sentimientos encontrados de todo lo bueno vivido y de todo lo
malo que me ha marcado en los últimos doce meses. Son ya varios los años que he
intentado asesinar, enterrar y olvidar los aciagos tiempos sufridos
consecuencia de una crisis económica que finalmente se transformó en una crisis
de valores, de principios y de ética. (Si Luis García Berlanga levantara la
cabeza se daría cuenta de que fue profeta en su tierra, y que además acertó de
pleno con aquella película suya de “Todos a la cárcel”.)
2014, sin ser el peor de los años en los criterios económicos,
ha sido el año de la corrupción. Y no porque no existiera de antes, viene de
lejos y está instalada entre todos nosotros desde hace ya mucho tiempo, sino
porque ha sido el año donde más casos y escándalos se han destapado a la
opinión pública y más estamentos se han visto impregnados de tal lacra. La
justicia ha encerrado en la cárcel a políticos, empresarios, sindicalistas, tonadillera,
torero, presidente de un club de futbol, ex ministro y los que están por caer en
el año que en nada comienza: incluso muy probablemente la hermana de nuestro
rey, y sin duda alguna su marido y ya veréis como muchos más. Todas las
instituciones están o huelen a podrido.
2014 ha sido también, y seguramente como consecuencia de lo
anterior, el año del descrédito en el sistema político de nuestro país, nadie
cree en los que hoy están y la mayoría busca en alternativas antisistema
soluciones a los problemas de ayer y de hoy, busca posiciones que en forma de
castigo desplace a todos los que tan mal han hecho las cosas y que tan pocas
soluciones dignas nos han ofrecido. Los que me conocen ya me han oído comentar
que la nueva opción popular y política no me gusta, que la alternativa no pasa
para mí por un partido de extrema izquierda disfrazado de movimiento
regeneracionista de una democracia que ellos ni respetan ni se creen. Al final
los pensamientos únicos son los primeros en denostar los sistemas democráticos
a favor de los intereses mal interpretados de una mayoría desilusionada y harta
de falsedades y engaños. Estos nuevos jugadores que se sitúan tan a los
extremos (y en otros países conocemos posiciones opuestas igual de extremistas
y poco creíbles), derivan a un
autoritarismo absoluto más cercanas a tesis estalinistas y fascistas. (Este
análisis lo comparto por entero con un demócrata contrastado que tiene mi
máximo respeto, Alfonso Guerra).
2014 se termina en más o menos doce horas. Tendremos 36
segundos para despedirnos de él a la vez que daremos la bienvenida al nuevo
año. Hoy a lo largo del día veremos, leeremos y escucharemos en los distintos
medios de comunicación todo tipo de resúmenes, de espacios dedicados a recordar
lo mejor y lo peor del año, harán memoria de los éxitos colectivos como país y
de los fracasos individuales de los españoles. Nos recordarán a todos lo que ya
no están con nosotros y han sido relevantes en nuestra historia más reciente.
Nos volverán a narrar también los grandes acontecimientos mundiales, los
grandes temas que se han tratado como noticia a niveles nacionales e
internacionales. Habrá referencia al Estado Islámico, la gran amenaza
terrorista de Occidente; al Ébola, la gran amenaza sanitaria de escaso interés
cuando sólo se expandía por el continente africano, pero que al saltar las
fronteras y llegar al mundo civilizado se ha convertido en un problema
internacional; se hablará del conflicto de Rusia y Ucrania; y de todas las desgracias
vividas en estos últimos doce meses. Todo ellos será lo que nos cuenten y que
yo no voy a repetir.
Sólo quiero que penséis en lo mucho que duran 36 segundos, y
la cantidad de cosas que en ese espacio de tiempo podemos hacer. En 36 segundos
puedes dar un cálido abrazo a un ser querido, un beso apasionado, puedes pedir
al menos doce deseos para el nuevo año, escribir un WhatsApp (que no se diga
que sigo siendo un analfabeto digital) a un amigo, puedes beber una copa de
cava, brindar con los que te rodean. En 36 segundos puedes olvidar el peor de
tus recuerdos y pensar en el mejor de tus anhelos, en 36 segundos iniciarás ésta
noche lo que me gustaría fuese tu mejor año.
36 segundos, doce campanas y 365 días por delante para ser
feliz e intentar que todos los que a ti te rodean lo sean aún más.