De vuelta de vacaciones y de vuelta al blog. Llevo un año un
poco perezoso con la escritura y reconozco que me prodigo poco por esta Cambra,
en comparación a años anteriores mis presencias son minoritarias y reconozco que
algo de sentimiento de culpa me invade. He prometido en entradas anteriores ser
más constante en la cita y no dejarme arrastrar por las sensaciones de vagancia
y abandono que en estos meses me han acompañado casi semana tras semana. En
poco más de un par de días inicio mi nuevo curso profesional, y aunque estoy
seguro que será aún más duro y complicado de lo vivido hasta las vacaciones
buscaré los momentos de intimidad suficientes para sentarme en el ordenador y alimentar
este paupérrimo blog.
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Desconectar unos días ha sido una terapia necesaria, las
fuerzas estaban al límite y descansar es una obligación. Reconozco que mis
vacaciones no son nada emocionantes, me dedico a la holganza más absoluta, a
leer, pasear por la playa, comer y beber. Me olvido de todo lo que con trabajo
tiene que ver y dedico un tiempo que en el resto del año no tengo para estar
con mis hijos y comprobar todo lo bueno que me pierdo cada día, redescubro personitas
ya muy capaces de ser independientes, autónomos en más cosas de las que puedo
pensar o adivinar, y me sorprendo con reacciones, acciones, deseos,
pensamientos y conversaciones que me regalan a cada momento y que por mi
torpeza he perdido durante mucho tiempo.
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Muy al contrario de lo que le puede ocurrir a la mayoría de
la gente, estos días para mi son especialmente sentidos, son una necesidad que
año tras año recupero para ver como ellos se hacen mayores y como a la vez me
hacen más mayor e innecesario en sus vidas. De aquí a nada la añoranza por
estos tiempos será grande y en el baúl de mis recuerdos estos veranos tendrán
un espacio muy especial.
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Me alejo del motivo de la entrada, la falta de costumbre y mi
facilidad para irme por las ramas me desviaban del comentario original. Algunos
de vosotros sabéis que reparto mis vacaciones entre Andalucía e Ibiza, este
último destino lo exploto cuando el mono de ver a mi hermano y su familia me
domina, y echándole un rostro impresionante me planto en su casa para disfrutar
de unos días a su lado, además económicamente es una ventaja para mi, no creo
que tanto para él, y desde luego un destino de vacaciones nada despreciable.
Este año no he querido abusar y me refugié durante casi dos semanas en una playa
andaluza que ya he visitado en otras ocasiones. El destino es lo de menos, lo
importante es asegurar el sol y buen trato en el hotel y no hacer más allá de
lo que el cuerpo pida en cada momento.
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En uno de mis paseos diarios, reconozco que no soy animal de
playa y me aburre solemnemente estar tumbado al sol en la arena dejando pasar
las horas, me tope con una tienda parecida a la que en la foto aparece y que
ilustra este relato. La foto no se corresponde con la que yo descubrí, pero
buscando en Internet encontré esta que sirve para ilustrar mi reflexión. Una
tienda de Desavíos. Genial. Es lo más cercano a un colmado o tienda de
ultramarinos que por estos lares conocemos. Pero lo que me llamó poderosamente
la atención era la referencia al desavío en si mismo. Allí encontrabas un poco
de todo: algo de pescado, fruta, verduras, productos de limpieza, algún que
otro para la playa, embutidos o cualquier otra cosa que pudieses imaginar. El
local más bien pequeño y los precios seguro que algo más caros que en los famosos
híper o supermercados. Pero el mayor valor de este establecimiento, como muchos
otros que existen en el sur de nuestro país, es que te solucionan un desavío, y
tal cual te lo anuncian. Pensé en lo que este sencillo término puede encerrar
en si mismo, pregunté a gente más integrada en la vida andaluza y la
explicación fue contundente. ¿Quién no tiene un desavío cada día? Nos pasa a
todos, especialmente al ama de casa cuando más necesita de algo y se encuentra
que no tiene en casa precisamente aquello que es imprescindible en el momento y
nadie había echado cuenta de que no quedaba. Tan sencillo como intentar hacer
un arroz para comer y descubrir que no tienes el ingrediente imprescindible,
vaya desavío. La solución es fácil, uno se va a la calle y encuentra su tienda
donde le van a solucionar este y cualquier otro tipo de desavío que tenga.
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Seguramente sea un poco ridículo el impacto que sufrí con el
descubrimiento. Quizás las neuronas las tendría desechas por el calor, pero me
llamó la atención de forma tan poderosa que no podía dejar de hablar sobre
ello. Hay situaciones, hay cosas en la vida que son así de simples, cualquiera
puede tener un desavío y en Andalucía saben como y donde se lo solucionan. No
hay que hacer marketing, ni tener una gran tienda, ni que la oferta sobrepase
con creces todas nuestras necesidades, existen tiendas para los desavíos y así
te lo anuncian. No le des más vueltas, me dije, lo sencillo es siempre más
contundente, lo fácil no lo debemos complicar, tiene todo el sentido del mundo,
estás en la playa, en tu apartamento, tienes una necesidad básica y encuentras
una solución de forma inmediata. Ya me gustaría a mí que en mí día a día mis desavíos
los pudiese solucionar con cruzar la calle y encontrar ese establecimiento fiel
que siempre está abierto y te ofrece justo lo que necesitas.
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En nuestra sociedad actual descubrir que hay solución para
casi todo es un seguro para la tranquilidad de uno, a lo mejor mi futuro pasa
por ser uno de los que ofrecen estas posibilidades a los desavíos de los demás,
y porque no en una tierra donde el sol y el buen clima está garantizado y donde
lo fácil y sencillo continua siendo fácil y sencillo, pues eso.