sábado, 31 de julio de 2010

El final de una raza


¿Qué nos apostamos? Estamos ante el principio del fin. Hemos dado el primer paso, ya no habrá retorno ni marcha atrás. Se ha iniciado un largo camino para llegar a un final que ya hoy anticipamos, el final de una raza, el final del toro bravo. Un contrasentido ¿verdad?, pero una realidad incuestionable. Prohibir los toros, las corridas de toros para ser más exacto en Cataluña, es el inicio de la desaparición de la raza del toro bravo. Defender que se termine con el mal trato del animal, defender que desaparezca la brutal, antediluviana, anacrónica, salvaje y sanguinaria fiesta nacional es sinónimo de terminar con una de las más bellas expresiones de belleza animal, de equilibrio entre el poder de la naturaleza y la plástica de la fuerza en la manifestación de un animal que nace sólo y exclusivamente para morir en una plaza de toros. Hoy no escribo sobre el arte de la tauromaquia, no hablo de la manifestación de unas raíces culturales de una sociedad, de un pueblo, hoy hablo del fin del toro de lidia.

Me gustan los toros, me gustan los toros en la plaza, me gustan los toros en los tentaderos, pero en donde más me gustan es en las dehesas, en el campo. No sé si los que hoy han prohibido las corridas de toros han tenido la oportunidad de ver y disfrutar del espectáculo del toro en su verdadero hábitat, en el sitio donde nacen, viven, se hacen. Es un espectáculo grande, es un espectáculo único. Creo sinceramente que antes de tomar ciertas decisiones hay que ver en su globalidad las consecuencias de las mismas, terminar con las corridas de toros es terminar con el animal, salvar del sufrimiento al toro es matar su razón de ser como raza, el día que se dejen de celebrar lidias habremos aniquilado una especie, en su defensa así planteada lleva su perdición.

Y además no me gusta que quieran engañarme con razones esquivas, con mentiras para camuflar el verdadero sentido de unas decisiones pertenecientes al mundo de la política, de los nacionalismos, de las confrontaciones, de los intereses siempre de unos pocos que buscan en la diferenciación extrema de las manifestaciones y tradiciones de un pueblo, la base para apuntalar un proyecto político y social opuesto, contrario y excluyente. Poco o nada ha tenido que ver la prohibición con la defensa del animal. Se ha tratado este tema desde el prisma de que aquello que más rezuma españolismo debe de quedar excluido de su territorio. La llamada fiesta nacional no tiene espacio en su nación, no la quieren, la detestan y la aborrecen pero simplemente, y sin engaños, por lo que tiene de asociación al pueblo español. Es así, y todo lo demás ha sido una falsa justificación para envolver su verdadera razón con la manipulación, la polémica, y el engaño.

No soy partidario de las prohibiciones, no me gustan que me digan lo que si o no tengo que hacer. Intento ser respetuoso con el sentir, pensar y expresar de los demás. Nunca considero tener una verdad absoluta, a lo más reconozco mis verdades ligadas a mis principios y muchas veces llenas de incertidumbres. Respeto las sensibilidades de todos aquellos que ven en las corridas de toros una manifestación sanguinaria del sufrimiento del animal, no puedo imponer un criterio contrario, ni convencer con argumentos que son válidos para mi, argumentos ligados a las raíces culturales, a manifestaciones plásticas, a derivas artísticas que nacen de la fiesta, ni argumentos económicos o sociales. Si mis sentimientos, pensamientos, razones y opiniones me parecen válidos, lo son sólo y exclusivamente para mí, y por ello respeto los contrarios. Pero antes que prohibir existen soluciones mucho menos drásticas, existen otras muchas posibilidades. Se puede evolucionar la fiesta, se puede cambiar el reglamento, se pueden evitar una serie de suertes, incluso una vez terminada la faena se puede devolver el toro al corral sin necesidad de ejecutar su muerte. Si la verdadera voluntad es evitar el sufrimiento y muerte del toro en la plaza no entiendo porque no se han explorado propuestas que fuesen por estos caminos. Los reglamentos, como las leyes se pueden cambiar, incluso deben adaptarse a nuevas demandas sociales, a nuevas sensibilidades, a nuevas realidades. No es la primera vez que se hace, hemos evolucionado y aceptado cambios en otras manifestaciones sociales, se han regulado deportes de riesgo, hemos sido capaces de aceptar limitaciones en otros ámbitos de nuestras vidas. Por ello creo que la verdadera razón de esta prohibición no es la que nos han vendido, la que nos han querido imponer como bandera. La verdadera razón es más nociva, esta cerca del radicalismo, del integrismo, se acerca al absolutismo y la falta de libertad de elección de la persona.

Como decía al inicio, es el principio del fin de la raza del toro bravo. Ya hay otra comunidad autónoma que ha iniciado el mismo debate, otra comunidad donde algunos mantienen la misma aspiración de ser nación independiente, de rechazo por todo aquello que huele a español. ¿Cuántas más se van a sumar al carro? ¿Cuántas más van a ver en esta prohibición una oportunidad de destacar su realidad diferencial? Es cuestión de tiempo, es cuestión de imponer un progresismo mal entendido, es cuestión de enarbolar la bandera de la diferenciación de lo que rechazo de raíz por venir de un estado central que no es querido ni respetado.

Lo que más me preocupa es cual va a ser la próxima cosa que nos prohíban. No podremos fumar en ningún sitio público, si conduces a más de 120 Kmts por hora eres casi un criminal, los bollos y las chuches junto con los refrescos estarán prohibidos en los coles a la vuelta del verano, las chicas de la “mala vida” ya no pueden anunciarse en los diarios. Empiezo a estar asustado, vamos a vivir mucho, el estado y sus administraciones públicas se han empeñado en ello, pero se nos va a hacer muy largo y muy aburrido.

domingo, 18 de julio de 2010

Estado Federal o Estado Confederal


Qué no nos engañen. No dejemos que el árbol no nos deje ver el bosque. Que ningún político más de este país quiera insultar a nuestra inteligencia. Qué en el fondo no estamos discutiendo cuestiones baladíes, que de lo que cada día se habla con la excusa del Estatuto de Cataluña, no es un problema tan sólo de las nacionalidades o regiones autonómicas. Que es un problema aún mayor, y que lo que estamos cuestionando es la validez de la Constitución Española de 1978 y la nueva organización del modelo de Estado. Que este cambio nos incumbe a todos, y no sólo a aquellas autonomías que reclaman para sí mayor cuota de autogobierno o la independencia del Estado español.
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Vayamos por partes, y para eso nada mejor que repasar en la Constitución aquellos artículos claves para entender una polémica generada de forma interesada puesto que nuestros políticos una vez más no quieren atajar el problema de raíz. El artículo 2 de la Constitución dice:
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“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación Española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de todas las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
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Lo dice bien claro, no habla de Naciones, se definen como nacionalidades y regiones, que ya de por sí marca una diferenciación de entrada ofreciendo categorías entre las distintas comunidades autonómicas existentes. Para los padres de esta Constitución no todos los ciudadanos españoles tenían la misma categoría.
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En el artículo 9, párrafo 1:
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“Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”
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Nadie está exento dentro del Estado español de cumplir la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico, y eso también nos atañe a todos los españoles. Podíamos seguir buceando en la Norma de normas y nos daríamos cuenta que al final lo que está ocurriendo con este debate que tan exaltados tienen a muchos, no es más que una pura estrategia política para que los de siempre encuentren una buena excusa para seguir viviendo de los impuestos del resto de sus conciudadanos. Esto es más fácil, cambiemos la Constitución, tengamos una nueva y que ésta recoja de nuevo la voluntad de todos los españoles. Existe el mecanismo legal para hacerlo: se disuelven las cámaras, se hace un parlamento constituyente, se redacta una nueva constitución, se aprueba la misma en un referéndum universal, se disuelve el parlamento constituyente y se elige un nuevo Parlamento que elegirá Gobierno.
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Pero aquí esta quizás la clave de todo. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Si cambiamos la actual Constitución, ¿estamos dispuestos a abrir la posibilidad de que el estado pase de ser una Monarquía a una República?, ¿cuestionamos la sucesión al Trono?, realmente ¿hay intención de generar todos los posibles cambios que puedan solicitar muchos de los ciudadanos de este país?, ¿y si al votar la nueva Constitución existe una mayoría que niega la independencia de las nacionalidades que configuran el Estado? No olvidemos que este texto se ha de aprobar con un referéndum universal y quizás no todos los españoles votarían la escisión de ciertos territorios autonómicos del Estado actual. Se complica ¿verdad?.
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Al final de lo que hablamos es de qué tipo de organización queremos como Estado, uno Federal, parecido al de EEUU, Alemania, Argentina, Bélgica, y Brasil por ejemplo, o una confederación de estados como la UE dentro de nuestro propio territorio. Un gobierno con unas prerrogativas claras y profundas, con capacidad de legislar en todos los territorios por igual, o un gobierno central con apenas responsabilidades y con un poder mucho más limitado. Esto es lo que realmente nos tenemos que preguntar, esto y si realmente estamos preparados para abrir el melón de la Constitución del 78 hasta las últimas consecuencias.
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Mientras tanto que no nos tomen el pelo, que no nos manipulen y que si tenemos que hacer reformas nos las cuenten como son, a las claras y por derecho, sin verdades a medias, sin polémicas, sin confrontaciones interesadas, con madurez y responsabilidad.
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Por mi parte hoy poco más que añadir, si de una partida de Mus estuviésemos hablando yo quiero ver este órdago.
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domingo, 11 de julio de 2010

Nostalgia



Dice la letra de este afamado tango escrito en 1936 por el poeta argentino Enrique Cadícomo:


Gime, bandoneón, tu tango gris,
quizá a ti te hiera igual
algún amor sentimental...
Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas...
Si las copas traen consuelo
aquí estoy con mi desvelo
para ahogarlos de una vez...

 
Hoy he acudido como cada año desde estos últimos cinco a una cita ineludible, a un recuentro con el dolor, a un rencuentro con los que hoy no están ya a mi lado. Lo he contado en otras ocasiones en esta Cambra, alguna vez en forma figurada como texto y pretexto de un futuro aún por llegar, alguna otra como la expresión más sincera de mi dolor, sentimiento que desde hace ya algunos años se ha consolidado en mi personalidad como uno más de la esencia de mí ser.

Hoy he subido a Peñalara, de buena mañana, cuando el Sol apenas se despereza, con las primeras luces del alba, sin el agobio del calor que después nos ha regalado el día. He subido sólo, sin más compañía que un puñado de recuerdos, de sentimientos, con mi alma de fantoche sola y triste, sin copas ni consuelo. He caminado hasta la cima sin resuello, con las fuerzas al límite, buscando el dolor físico de mi cuerpo para alejar de mí el dolor del alma. He subido al encuentro de ellos, al encuentro de los que se fueron de forma prematura, de todos, de los que allí se quedaron en forma de cenizas y de los que dejamos enterrados en compañía de los suyos. He subido por los que no están, por los que aún nos hacemos compañías, por los que todavía son muy jóvenes y no entienden de estas cosas, pero he subido especialmente por mí.

Se lo debo a ellos, me lo debo a mi mismo. Cuando al final alcanzo la cima, cuando me siento exhausto, cierro los ojos y espero a que la brisa envuelva mi cuerpo, libero un sordo llanto y dejo que los sentimientos y recuerdos que me han acompañado durante la subida gobiernen mi ser y se apoderen de mi voluntad. No lo puedo evitar, no lo quiero evitar. Cada año es lo mismo, cada año afloran las mismas sensaciones de dolor y de nostalgia. Dolor por mí, nostalgia de ellos, de todos y cada uno de los que se fueron sin marcharse nunca, nostalgia de su amor, de su cariño, de su protección, de sus cuidados y desvelos. Nostalgia de sus palabras, de miradas, de gestos, de sonrisas, de sus lágrimas y llantos, nostalgia de un abrazo, una caricia, un te quiero.

Si las copas traen consuelo, aquí estoy con mi desvelo. Demasiado fácil sería ahogar en alcohol este enorme sentimiento de añoranza y de dolor. La herida no se cierra, y no es malo que permanezca abierta, estar vivo también es sentir que una parte de mí se fue con ellos, que una parte de mi murió con ellos.

Como cada año he bajado más aliviado, he cumplido con la cita, he soltado parte de los fantasmas. Quizás el secreto está en volver siempre y soltar lastre despacito, sin prisa, sin pausa. Subir año tras año, llorar en silencio lo que el resto del año guardo para mí, dejar en su compañía lo que cada uno de ellos me ahorraba de dolor y sufrimiento. Buscar en un solo envite el consuelo que no disfruto el resto de los días.

Nostalgia por aquellos que se fueron.