Esto que a continuación os encontráis es mi primer escrito que decido compartir con vosotros. La fecha por si sola ya anticipa lo que hay en él. Lo he guardado para mi durante todo este tiempo, pero hoy por primera vez comparto mis sentimientos con todos los que decidáis conocer algo más de mi mismo. No pretendo nada con ello, he elegido empezar con lo primero que escribí, por tener aunque sea un criterio, tan bueno o tan malo como otro cualquiera, el cronológico. Dejo por tanto espacio a lo que ya empieza a ser una parte dramática de nuestra historia:
Hoy no han pasado todavía las horas suficientes como para despojarme de la honda tristeza y el hondo pesar que invade todo mi cuerpo y toda mi alma. Son sólo 60 las malditas horas que nos separan del más brutal atentado que nunca hemos sufrido en este mi país que se llama España.
Ayer, por vez primera, acudí a una manifestación. Nunca había ido antes, y creo que nunca volveré a ir. Todavía me pregunto ahora, las razones que me llevaron de forma voluntaria a compartir más de dos horas, con casi dos millones y medio de hombres, mujeres y algunos niños, todos nosotros anónimos unos de otros.
Creo que fue la sensación de impotencia ante la brutalidad, el dolor tan profundo que aún siento lo que me impulso a participar de una masiva manifestación de repulsa y asco, de denuncia y de aclamación por la paz y por el fin del terrorismo y de la violencia, o quizás la necesidad de manifestar mi más sentido pesar a todas las familias de las víctimas de este atentado. (Hoy ya sabemos que son 200 los muertos y por desgracia en las siguientes horas o días podrán aumentar).
Ayer, cuando al fin estaba de vuelta en casa, comprendí que los sentimientos de uno mismo no siempre coinciden con los sentimientos de los demás, que los matices de cada individuo son los que fabrican los millones de razones distintas que debemos respetar, que cuando uno interpreta los acontecimientos converge con muchas personas, seguro que miles o incluso millones, pero que diverges de otros miles o millones de seres humanos con sus razones y sentimientos diferentes. Aprendí que para expresar dolor, impotencia, rabia, y odio; para expresar amor, condolencias, solidaridad, y humanidad no necesito estar rodeado de masa, que en mi soledad, puedo sentir y transmitir todo este conjunto de sensaciones y emociones.
No estoy seguro de que mi presencia ayer en la manifestación, mejor dicho concentración puesto que no fuimos capaces de andar ni tan siquiera cincuenta metros en las dos horas que estuvimos por la cantidad ingente de manifestantes, me ayudara en nada; además como siempre he pensado, al final unos pocos políticos hacen uso de este tipo de grandes gestos para sus propios intereses. El individuo tiene, seguro, muchos mejores métodos de expresión, que el simple hecho de unirse con muchos más congéneres para dejar patente su desacuerdo con lo que esta pasando.
Cuando empecé a escribir esto que debería ser una clara manifestación de lo que he sentido y siento durante estos días, estábamos en las horas previas de las novenas elecciones generales desde la instauración de la democracia, teóricamente en plena jornada de reflexión, jornada que por ley se impide a los políticos y a sus partidos ejercer la comunicación de sus programas, la realización de manifestaciones en medios de comunicación, y mucho menos aún concentraciones públicas de presión en un sentido u en otro. Todo ello, y seguramente mucho más queda prohibido para dejar la libertad de pensamiento al ciudadano que al siguiente día debe acudir a emitir su voto. No tuve más remedio que dejar de escribir y atender a las noticias que continuamente relataban diferentes concentraciones frente a las sedes del partido que compone el gobierno actual. Concentraciones, que según los informantes de un medio de comunicación privado y mal calificado por ellos mismos de independientes, se realizaban de forma natural y sin que ninguna organización ni partido político estuviera detrás convocando el acto. Parece ser, y siento decir que deje de creer en sus Altezas Reales los Magos de Oriente y en el querido Ratoncito Pérez ya hace algunos años para mi desgracia, parece ser digo que a través de Internet y mensajes escritos en los teléfonos móviles y seguro que por generación espontánea, miles de conciudadanos inquerían respuestas a la pregunta que todos deseamos ver ya resuelta sobre la nefanda responsabilidad del atentado del pasado 11 de Marzo. No sólo inquerían, sino que acusaban a este gobierno y por lo tanto al candidato de este partido, de ser los responsables del magnicidio por haber apoyado la cruenta y nunca querida por nadie en su sano juicio Guerra de Irak. Creo que hay grandes diferencias entre una responsabilidad y otra. Para mi entender, modesto y siempre exclusivo, la responsabilidad del atentado recae en unos hijos de una mala madre, o quizás varias malas madres (intolerancia, violencia, fascismo, desvergüenza, fanatismo, ignorancia,…..). Los errores de un gobierno se juzgan de otra forma y de otra manera, y si este gobierno es de forma indirecta responsable de estos muertos, no lo fueron menos los gobiernos anteriores y no lo serán menos los próximos gobiernos que ni fueron capaces de resolver el mismo problema del terrorismo, aún aceptando la tesis de que fuesen otros los autores, ni serán capaces para nuestra desgracia de frenar nuevos y tremendos atentados, sean quien sean sus nefastos autores.
La intransigencia de las personas concentradas, y la utilización mediática de las mismas me confirmaron lo que ya sospechaba. El duelo de la pérdida de los seres queridos al final se queda como patrimonio de los desconsolados familiares y amigos de las víctimas, todos los demás, todos aquellos que nos manifestamos en contra del terrorismo e incluso todos los que por omisión no participaron del mismo clamor, utilizamos el dolor ajeno para imponer nuestras razones y nuestras ideas.
Hoy es el día que deberíamos ir a ejercer nuestro derecho al voto de forma individual e independiente. Los partidos políticos han reforzado en estos tres últimos días la necesidad de acudir masivamente a las urnas para demostrar nuestra independencia y fortaleza como país democrático, nuestra fuerza y nuestra capacidad de lucha para no dejarnos amedrentar por los terroristas. La verdad, mi verdad, es que detrás de estos mensajes todo me huele a la necesidad de unos y de otros de sumar la mayor cantidad de votos para salir ganadores de la batalla de las urnas.
Todos han realizado grandilocuentes declaraciones, no han dejado pasar la ocasión para acusarse los unos a los otros parapetados en las víctimas y en el dolor de sus familias. Creo sinceramente que hoy deberíamos dejar guardados en nuestras profundidades personales las sensaciones y los sentimientos derivados de la matanza del pasado jueves, creo que mezclar las muertes de nuestros prójimos con los intereses de la política es una pésima combinación. El corazón nunca es buen consejero para los asuntos de la cabeza.
Hoy deberíamos ejercer el voto excluyendo de nuestras voluntades, el mal sueño de estos últimos días. Mañana, con tiempo y sin pasiones, deberemos analizar si lo que ha ocurrido es sólo consecuencia directa de unas malas decisiones y una mala gestión en asuntos de política exterior, si es parte de un problema mucho más global y nuevo para nosotros, si además podemos tratar de solucionarlo de forma individual como país o si como consecuencia de la globalización de este nuestro mundo y nuestro tiempo debemos tratar el problema con la ayuda y colaboración de otras naciones que se juegan tanto como nosotros. Mañana será tiempo de seguir pensando en nuestras víctimas, en nuestros miedos y en nuestras esperanzas.
Sé que finalmente el resultado de las elecciones de hoy sea el que sea estará prostituido por el terror, es impensable que los sentimientos no nos acompañen a la hora de depositar nuestro voto, pero si he anhelado durante todo el día que la razón, cada una de las distintas razones de cada uno de los distintos hombres y mujeres que hemos acudido a la llamada de las urnas, estuviese limpia y que la suma de la mayoría de la misma razón sea la que durante los siguientes cuatro años nos dirija y nos ayude a solventar y aliviar los dolores y los sufrimientos que los mismos de hace casi noventa horas seguro nos volverán a hacer.
1 comentario:
Creo que todos recordaremos aquel día, donde estábamos, que hacíamos, y en las primeras personas que pensamos cuando conocimos la noticia. Yo estaba en Italia, Senigallia, un pueblo de cuatro calles donde nunca ocurría nada, de hecho, el día que atracaron a un taxista cerca de la estación, salió en todos los periódicos locales, en las emisoras de radio y fue el único tema en las calles durante semanas. Pues allí, daba yo clase de español en un Liceo Turístico.
Salía de una de mis clases y me dirigía a otra cuando uno de los profesores me dijo que subiera a la sala de audiovisuales. Allí en todas las televsiones se veían las imágenes de los trenes en Atocha. Vi a un compañero de la Facultad con la frente ensangrentada saliendo de uno de los trenes y entonces reaccioné. Cogí el móvil y marqué mi casa...Mi hermana cogía ese tren para ir a la Facultad todos los días y a esa hora, mis amigos que iban a Madrid a trabajar, Atocha es un punto clave para mí y los míos. Nada, imposible contactar, pensé que era la cobertura y decidí bajar al patio. Por el camino todos se habían enterado y me paraban. Uf, sólo quería hablar con mi casa. El director apareció con la enfermera del colegio, querían darme no sé que, pero la verdad dejé mi educación a un lado y ni me paré. Llegué al patio y volví a marcar, después de minutos que parecieron horas, debido a los cortes de teléfono, hablé con mi madre, mi hermana estaba bien y entre mis amigos todos se había localizado y estaban bien. Seguramente si hubiera pasado algo, mi año en Italia no habría tenido sentido.
Es una sensación horrorosa que hoy mantengo.
Por la tarde, todas las cadenas retransmitieron la manifestación. Yo anteriormente, sólo había estado en la de Miguel Ángel Blanco y quizás aquella otra también estuvo politizada, pero a mí, en Italia, no me llegó ningún mensaje y no vote aquel año por un despiste de mi tutor del Ministerio de Educación, y aquella tarde, sola en mi casa y en aquel pueblo donde nunca pasa nada, sí sentí la necesidad de estar allí. El dolor siempre se lleva por dentro, y sí, pasadas unas semanas son los familiares de las víctimas las que siguen sufriendo mientras nosotros nos tomamos una caña en el bar de siempre, pero para mí es importante decir algo y no quedarse como si no hubiera pasado nada.
Estoy de acuerdo contigo,muchas veces somos como muñequitos en manos de los políticos que utilizan nuestros sentimientos para producir cambios, como si los errores que cometieron unos no los cometieran los otros, pero no me voy a quedar con eso, la culpa la tenemos nosotros por no mantenernos objetivos y por dejarnos convencer por los que dicen "saben" lo que ocurrió. Pero eso es tan difícil cuando el dolor y la indignación están presentes que mejor no juzgo y me quedo calladita. Con esto no quiero decir que no condene esa manipulación y esa falta de respeto de la que fui consciente durante los meses posteriores a mi vuelta a España cuando vi el circo que tenían montado sobre el 11 M.
Me quedo con la respuesta de la gente, con los taxistas que llevaron a los familiares de hospital en hospital, con las miles de personas que salieron de sus casas junto con los médicos, psicólogos, forenses que se trasladaron de otras comunidades para ayudar a las familias destrozadas sin medir el tiempo, porque ese día todos reaccionamos para ayudarnos.
Ok, Jorge, llámame ingenua pero todas esas cosas no estuvieron dirigidos por otras razones que las del simple deseo de ayudar. Y eso es simplemente MARAVILLOSO.
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