domingo, 25 de octubre de 2015

Erudito, culto, intelectual y sabio.




Cuatro palabras que tendemos a confundir y a utilizar como sinónimos y que en realidad tienen significados distintos. Quizás no profundizar siempre en lo que cada vocablo significa nos lleva a error y a un mal uso de nuestro lenguaje. No es menos cierto que si buscas el significado de estas palabras en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua no aclara sus diferencias y nos puede hacer pensar que son intercambiables entre ellas.
Realmente no es así puesto que sus diferencias semánticas hacen incluso que se pudiesen clasificar como un escalafón, llegando a la conclusión que una persona erudita no tiene que ser culta por necesidad, o uno puede ser sabio sin necesidad de ser un intelectual a la vez.
Y a lo mejor os preguntáis como me da a mí por meterme un plácido domingo por la mañana en tal berenjenal, que más puede salpicarme y evidenciar lo que no soy ni pretendo parecerlo, que dejarme en un buen lugar como conocedor de la semántica española. Pues por obra y gracia de mi hermano Luis.
El pasado viernes tuve la fortuna de compartir mesa y mantel con él. Fue a todas luces una comida doblemente placentera, por las viandas de las que dimos cumplida cuenta, así como por su compañía. Como ya conocéis aquellos que fielmente seguís mis entradas en este blog, la familia juega un importante rol en mi vida. Despachar unas agradables horas de mesa y sobremesa con sangre de mi sangre me resulta placentero y satisfactorio hasta el extremo. Las reuniones inesperadas, casi improvisadas sobre la marcha resultan siempre las mejores y son las más disfrutadas.
No viene al caso por qué o por qué no decidimos quedar. Lo que hoy me ha traído aquí fue una reflexión que él hizo en un momento que compartíamos un excelente Gin Tonic, para ser exacto el segundo excelente que en esa sobremesa degustábamos. Él mismo, en un momento de la conversación y parodiando a no recuerdo que sabio de la antigua Grecia, se definió de la siguiente forma: Soy educado pero no ceremonioso, soy culto pero no erudito, soy rural pero no rústico. Estuve de acuerdo en la casi totalidad de su definición como persona. En lo relativo a la educación no he tenido duda alguna en mi vida y su condición rural le viene porque desde hace ya años vive en un pequeño pueblo de los campos de Castilla. La discrepancia surgió en la diferencia de erudito y culto, y de ahí la entrada de hoy.
Luis es una de las personas más cultas que he tenido la suerte de conocer en mi vida, y son unos pocos. Tiene vastos conocimientos  de prácticamente todas las artes y muchas ciencias. Es una persona que ha leído con frenesí desde bien pequeño y mantiene una enorme curiosidad por todo. Devora conocimientos a diario y aprende cada día más y más de cualquier materia. Este reconocimiento lo mantengo ya desde hace mucho tiempo, incluso y para ser sincero con una envidia sana y una admiración absoluta. Pero bajo mi criterio no sólo es culto, también es erudito e intelectual. Intento esclarecer las diferencias. Un erudito es una persona que tiene conocimientos profundos y extensos sobre una o unas pocas materias. Él por su formación académica y profesional tiene una enorme erudición en materias específicas como urbanismo, políticas medioambientales, cálculos de estructuras, etc... Su especialización profesional le ha hecho un erudito en estas materias. Para mi aquí radica la gran diferencia entre erudito y culto, en el primer caso puedes saber más que nadie en tu materia pero ser un zote en el resto de los conocimientos. Creo que pasa mucho en perfiles súper especializados, grandes conocedores de sus contenidos específicos y bastante livianos en el resto de conocimientos.
Y además mantengo que es un intelectual, por qué además de la extensa cultura para alcanzar tal categoría necesitas tener la capacidad de entrelazar todos estos conocimientos, expresarlos en condiciones óptimas, compartirlos con interés, conseguir que los receptores conozcamos, entendamos y comprendamos lo que él conoce. Es importante que su intelecto trabaje así como es importante que haga trabajar el intelecto de los demás. Hay mucha gente culta que no tiene la capacidad de los intelectuales. Sus conocimientos pueden ser una inmensidad pero al no compartirlos construyendo argumentos o ideas se quedan en un ocultismo indeseado, egoísta y desaprovechado.
Quizás lo que aún no ha llegado a ser es sabio. La sabiduría creo que se puede incluso alcanzar sin la cultura. Una persona sabia puede ser inculta, puede ser pobre en muchos conocimientos, pero su sabiduría la alcanza por la experiencia de vida, por la observación de la naturaleza, por las vivencias acumuladas. Ser sabio es ser un magister de la vida, y aquí la edad también suma. Estoy convencido que con el tiempo será también capaz de alcanzar la sabiduría, y que además su cualidad de rural le ayudará en este nuevo logro.
Utilizando la figura de mi hermano he intentado marcar las diferencias entre los que muchos confundimos en nuestras apreciaciones del saber y el conocimiento. Seguramente puede que hayan muchos que discrepen sobre esta disertación, al fin y a la postre es la mía en particular y además proyectada sobre alguien al que quiero y admiro. Lo he hecho, como decía, desde la admiración a su persona y sabiendo que por comparación pierdo por goleada, me considero un mero aprendiz a su lado, pero disfruto sobremanera de conversaciones estimulantes que me ayudan a crecer como persona, a desarrollar mi intelecto y ganar en conocimientos. El privilegio de compartir parte de mi vida con él es un regalo que bien vale la pena.


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