Otra víctima más de la pandemia que padecemos. Un muerto más que nos deja con una premura innecesaria e inmerecida, aún no era su hora, nunca es la hora para el último tránsito, pero seguro que este viaje sin retorno se ha adelantado en su salida mucho más de lo previsto.
Se
ha ido otro gran escritor, otro de los que hicieron grande el arte de la
literatura a lo largo de su existencia. Este chileno rojo, muy rojo desde el
día que nació, como él mismo decía acerca de sus orígenes idearios, luchador por
las libertades de su país, preso en el régimen de Pinochet y exiliado de su
país, ha sido uno de los mejores escritores contemporáneos de nuestra época.
Para Luis Sepúlveda la única
obligación del escritor era «contar bien una buena historia y no cambiar la
realidad, porque los libros no cambian el mundo. Lo hacen los ciudadanos». Así
lo repetía el narrador, una y mil veces a lo largo de su vida.
Yo entré en su universo a
través de una de las novelas que más me han gustado, y por cierto más he
regalado nunca, “Un Viejo que leía novelas de Amor”. Fue, recuerdo bien, en el
verano de 1988 y desde aquel día me conquistó y me convertí en uno más de sus
fieles seguidores literarios.
Después fueron muchas más
sus obras que he comprado, leído y deleitado: “Patagonia Express”,” Nombre de torero”,”
Mundo del fin del mundo”, “Diario de un killer sentimental & Yacaré”, “Historia
de una gaviota y del gato que la enseñó a Volar” ….
Luis Sepúlveda, descansa en
paz, y que nadie dude nunca que él fue un buen contador de excelentes historias
sin cambiar la realidad.