Hoy me he levantado con el firme propósito de escribir una
entrada en el blog. No puede ser que la sequía continúe, que sigan pasando los
días, semanas y meses y que sea incapaz de terminar un solo escrito para La Cambra.
No es la primera vez que me pasa en la vida de este blog, y me temo que no será
la última tampoco. De vez en vez entro en periodos de auténtica inoperancia, de
carencia de ideas, incluso de ganas. Sé que la única manera de vencer la
desidia es sentarme delante del ordenador y obligarme a estrujar las neuronas
para terminar alguna entrada de la mejor manera posible. Lo que antaño eran
episodios de placer, momentos de esparcimiento, horas de entretenimiento, se
convierte en un calvario de mala conciencia por el abandono al que someto a
ésta página. Siento que traiciono mi compromiso de enriquecer un espacio que quise
en sus inicios que fuera de unos pocos, o quizás de algunos más de los
previstos, fieles seguidores con los que compartir algo de mí, ya sea en forma
de pensamientos, ideas, sentimientos o incluso fútiles intentos de pésimos
relatos pseudoliterarios.
Éste sentimiento de traición según pasan los días se
convierte en un pesar enorme con una gran sensación de mal estar e incluso de
culpabilidad. Me resulta imperdonable no cumplir con una tarea que no debería
ser tal, puesto que libremente decidí en su día iniciar este trecho de mi
camino bajo la fórmula de la satisfacción de hacer público aquello que ya en el
pasado elaboraba con cierta frecuencia en la intimidad.
Compruebo además que las faltas acumuladas me restan
frescura, capacidad, y facilidad para juntar palabras, expresar ideas y
sentimientos. Lo que siempre me había resultado más o menos fácil se va transformando
en un complicado reto lleno de inseguridades y plagado de dudas.
No he querido dejar pasar un día más y aquí estoy intentando
terminar esto que voy pariendo sobre la marcha, o por lo contrario moriré en el
intento.
En estos más de tres meses han pasado muchas cosas, infinidad
de acontecimientos, un océano de noticias, situaciones incontables. No sólo en
el mundo en el que vivimos y nos rodea, también en mi reducido e insignificante
ecosistema profesional y particular. Han sucedido, o mejor dicho están
sucediendo a cada instante situaciones merecedoras de ser comentadas,
analizadas, compartidas. Hay en este tiempo presente miles de realidades que
serían fuente inacabable de inspiración. He sentido todo tipo de reacciones
ante lo que la vida nos ha ofrecido en estos últimos noventa días. Pero he sido
incapaz de sentarme a escribir de cualquiera de ellas, o incluso de abstraerme
de todas ellas y simplemente elaborar inocuas entradas como rechazo a lo más
negativo que cada jornada nos impacta.
He vuelto hoy decidido a romper una dinámica que en el fondo
me estaba empujando a un cierre adelantado del blog. Sé, soy consciente de
ello, que en algún momento daré por terminada esta etapa y que llegará un día
que cerraré la puerta con llave para no volver más. Dejaré que este baúl imaginario
se clausure y se pierda en el tiempo y en el espacio para no abrirlo nunca
jamás, y sin remordimientos lo olvidaré en una memoria débil y seguro
quebradiza por el paso del tiempo. Pero eso será en otro momento, y de otra
manera.
No podía permitir que
ésta desidia continuará instalada en mí y que me llevase a concluir ésta
actividad por un atajo no deseado. Los caminos que uno inicia de forma
voluntaria en la vida tienen que recorrerse en su totalidad antes de alcanzar
los finales deseados, y si alguno de ellos se ve truncado en su recorrido, ha
de ser por una total imposibilidad de alcanzar la meta a pesar de intentarlo
antes hasta la extenuación.
Hoy he vuelto aquí más por obligación que por devoción. Sé
que estos párrafos que he unido con pespuntes gruesos no aportan nada a nadie,
pero me permito la licencia de traerlos a nuestra Cambra más como una
demostración personal y particular de que la férrea voluntad puede vencer cualquier
dificultad. Tenía la necesidad de romper una mala racha que como les pasa a los
tahúres me dé la mínima confianza para seguir en esta partida.
Creo que he conseguido un punto y seguido, que el último
punto y aparte del mes de mayo ha dejado de ser el primero de muchos puntos
suspensivos que me llevaban irremediablemente a un punto y final aún no deseado.