Árido, estéril, infecundo, inhabitado, deshabitado, desértico, desolado, o cualquier otro sinónimo valdría en este caso para definir y descubrir mi incapacidad para producir textos en este blog. Cual pertinaz sequía llevo meses sin publicar nada, he convertido este espacio en un erial.
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Sé que la mejor manera de enfrentarme a esta situación es intentar doblegar la apatía que me invade, obligarme a sentarme con una mayor frecuencia delante del ordenador y pulsar tecla tras tecla par ir componiendo textos que finalmente tengan algo que contar, algo para compartir.
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He huido conscientemente de comentar la patética y penosa realidad política, social, económica que nos rodea. No he querido ser uno más en la cadena de lamentos, críticas, y comentarios sobre todo lo que nos rodea en nuestro día a día y que tiene que ver con la vergonzante clase política de nuestro país, merecedores de cualquier vituperio, por fuerte que este sea. No soy capaz de zaherir como se merecen todos y cada uno de los personajes de nuestra vida pública que de forma tan vergonzante nos tratan como si fuéramos todos un rebaño borreguil de ineptos, estúpidos o idiotas sin opinión. No he querido y no me interesa, he decidió vivir de espaldas a todos ellos.
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Por otro lado no he sido capaz de componer ningún texto con un mínimo interés para nadie. Mis experiencias vitales no son lo suficientemente atractivas como para compartirlas públicamente, y las más personales las guardo para mí en mi derecho a la intimidad.
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Estoy a punto de terminar mis vacaciones estivales y tampoco he encontrado durante estas casi tres semanas nada merecedor de ser compartido. Han sido muy normalitas, y los días han transcurrido entre paseos diarios por la playa, muchas horas de descanso y muchas más dedicadas a la lectura. En este sentido he de reconocer además que me he confundido y mucho en la selección de las novelas de este verano. A excepción del que seguramente será el best seller del año, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” (Joël Dicker, editorial Alfaguara) una novela muy recomendable para este periodo, de una trama apasionante, con un ritmo narrativo como pocos, y con un excepcional estilo literario, el resto de novelas han sido entre malas y muy malas, y han sido algunas las que he leído en estos casi veinte días. Un desastre absoluto en mi criterio de elección y como no puede ser de otra manera he pagado la penitencia de este pecado leyendo cada una de ellas hasta el final de sus páginas.
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Esta siendo un año de crisis creativa, a penas llevo una docena de entradas y con periodos excesivamente largos entre una y otra. Hoy me he hecho el propósito de escribir estas líneas y publicar la entrada quede como quede. Si perdura mi barbecho, y si esta página se convierte finalmente en un terreno inhóspito, en un páramo o una estepa infecunda, echaré el cierre, e igual que llegue sin hacer mucho ruido saldré por la puerta trasera y por incomparecencia manifiesta dejaré que la Cambra se hunda en este mar fecundo y poblado de sitios que aportan mucho más contenido, experiencias y sentimientos.
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