sábado, 20 de noviembre de 2010

Hoy no quiero escribir.


Hoy antes de sentarme ante el ordenador he pensado en todo sobre lo que no quería escribir.

He decidido que no quería opinar sobre las elecciones catalanas y los ya famosos vídeos. Me parece un auténtico desperdicio de mi tiempo dedicarle una sola línea de este espacio para compartir mis pensamientos sobre los estúpidos vídeos que han lanzado unos y otros como estrategia electoral. Una vez más insultan al electorado, menosprecian a los ciudadanos, nos tratan a todos como seres cerriles sin capacidad intelectual, y sólo para que los mismos de siempre sigan viviendo del mismo cuento cuatro años más.

He decidido que no realizaría el mínimo esfuerzo para polemizar sobre la próxima ley de muerte digna. Y no es que no me interese, y no es que no pueda pensar que se necesite una buena ley que regule situaciones límites. Creo sinceramente que hoy en día tenemos ya una posibilidad a través del Documento de Instrucciones Previas que adquirió carácter legal durante el primer gobierno de José María Aznar en el año 2002, y que permite a cada individuo mediante el llamado Testamento Vital definir lo que sería una muerte digna en determinadas circunstancias en el final de su vida. No quiero discutir si es el momento oportuno, o si se trata más de una estrategia para movilizar ciertas conciencias, y a la vez comprar la voluntad de futuros votos que hoy duermen en el limbo del descreimiento y la falta de ilusión ante una pésima gestión de gobierno.

He decidido que no voy a escribir sobre el conflicto del Aaiún. Sobre el dudoso papel de nuestro gobierno, del resto de países amigos del Sáhara, y de toda la comunidad internacional. No quiero opinar del ámbito de actuación de unos y otros y en especial de la Organización de Naciones Unidas. No me gusta el olor a compadreo que existe en todo esto para terminar sin hacer nada ante esta crisis y seguir prolongando un conflicto que lleva más de treinta y cinco años sin solución.

He decidido que hoy ignoro la fecha del calendario, que nada quiero saber de celebraciones fascistas, falangistas y retrogradas que conmemoran pasados ominosos y abominables. Nada quiero saber ni escribir de recuerdos dolosos, de infamias, ni de gente que se anclaron en un pasado negro de la historia de nuestro país.

He decidido que nada voy a decir del acuerdo de la OTAN de salir de Afganistán de forma y manera progresiva desde la próxima primavera del 2011 hasta finales del año 2014, de la decisión de abandonar un país que según la propia organización es estratégico para el resto del mundo. Ni tampoco voy a comentar las últimas declaraciones del Papa de Roma aceptando el uso del condón en aquellos casos que sea un paso para una moralización, un debut en la responsabilidad, y en aquellas personas que se prostituyen para evitar una contaminación.

Hoy es sábado y no quiero escribir sobre todos estos temas que terminan por amargarme, enfadarme y creando un principio de úlcera de estómago. Ya lo he dicho en varias ocasiones en este mismo lugar, no me gusta lo que veo, lo que escucho, lo que leo casi a diario. Reflexionar sobre todo esto y mucho más me genera un profundo malestar, mucho desasosiego y una absoluta frustración. Nada nunca es como debiera ser, todo está asentado al otro lado de la razón, lo fácil siempre es difícil y complicado, la mentira puede a la verdad, y nuestro mundo siempre está patas arriba. Seguro que soy muy básico, nada sofisticado en los planteamientos, me reconforto con mis principios y me acomodo en la simpleza.

Como hoy no quiero escribir, aquí termino. Me voy al sofá a tomarme una cerveza, a leer una novela, a esperar el inicio del partido de fútbol, y a jugar con mis hijos. Cualquier plan es bueno si termino el día y no me he cabreado, la semana próxima igual otro gallo cantará.

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domingo, 14 de noviembre de 2010

El Parlamentario Patrio


He leído hoy un artículo en Internet que comparaba la calidad oratoria de los parlamentarios y políticos españoles que hoy en día tenemos en nuestra democracia, con los anteriores a la Guerrea Civil y el periodo de la ominosa dictadura. La verdad es que no puedo estar más de acuerdo con la autora, María López, y es que perdemos por goleada.

No voy a plagiar el mismo, ni a repetir los clarividentes ejemplos que ilustran su artículo, pero tirando de las actas del Parlamento, lo que antaño eran casi perlas de la oratoria se han convertido en interpelaciones chabacanas y barriobajeras. Da igual de que orilla del río político vengan las intervenciones, es lo mismo que desde el gobierno o de la oposición, ninguna es buena, ninguna tiene la talla suficiente. Me imagino que como siempre hacer conclusiones de carácter general es meter en un mismo saco alguna brillante excepción, pero como en el fondo se trata de ver el nivel medio, los actuales no les llegan a la suela de los zapatos a sus predecesores.

Y no es difícil de entender, nada tienen que ver ni en formación humanista, ni en capacidad intelectual, ni en creación literaria, ni en profundidad de pensamientos. No son comparables los Zapatero, Pajín, Blanco, Rajoy, Sáenz de Santamaría, Montoro, con nombres tan ilustres como Azaña, Cánovas, Sagasta, Salmerón, Canalejas, Pi y Margall y muchos más. Es una lástima, pero es así, de donde no hay no se puede sacar y así nos luce el pelo a todos.

Creo además que la distancia se hace aún mayor si comparamos las sociedades de ambas épocas, el nivel de formación actual, el nivel cultural actual es mayor, es más amplio y de mayor calado que hace ochenta años. Nuestra sociedad ha evolucionado y estamos más formados y preparados que en los tiempos de las Repúblicas. Deberíamos ser aún más exigentes y reclamar de nuestros parlamentarios y políticos un mayor grado de calidad en intervenciones parlamentarias, discursos, declaraciones e incluso discusiones dialécticas entre contrincantes, se ha perdido incluso la capacidad de la ironía en el diálogo político.

O quizás lo único que ocurre es que han leído a Mark Twain, y están intentando hacer suya la ilustre frase del escritor que decía: “Es mejor tener la boca cerrada y parecer un estúpido, que abrirla y disipar la duda”.

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sábado, 6 de noviembre de 2010

Truco o Trato.


El año pasado, por estas mismas fechas, subí a la Cambra un comentario sobre la muerte del mito de Don Juan y Doña Inés la derrota de nuestra tradición ante una moda importada del mundo anglosajón. No tengo intención de ser reiterativo, lo dicho dicho está y no por pasado deja de tener el mismo sentido para el que aquí escribe. Dejemos a Don Juan y Doña Inés descansar en paz y pasemos página.

Cuenta la leyenda de origen celta que el malvado espíritu Jack O`Lantern deambulaba por los pueblos y aldeas de casa en casa la noche de Haloween solicitando truco o trato. La leyenda aseguraba que era mejor cerrar un trato por duro y costoso que fuese, pues de no aceptar, el espíritu realizaría truco maldiciendo la casa y a todos sus habitantes.

Hoy parto de esta invitación a elegir truco o trato para compartir mi punto de vista sobre lo que una vez más, cuando las elecciones autonómicas y municipales se acercan en el calendario, ocurre con Batasuna, ETA y el Gobierno de la nación. Todos sabemos que cuando ETA y su entorno necesitan financiación intenta a través de estas elecciones situar a sus peones en los ayuntamientos, para alcanzar así las partidas presupuestarias que el estado destina a los distintos partidos que logran representación en las instituciones municipales. Empiezan de esta manera una frenética actividad para alcanzar un trato con el gobierno de la nación, y da igual el gobierno porque todos han intentado sellar el mismo acuerdo para apuntarse el tanto del fin del terrorismo. Pero siempre tiene truco. Tiene truco por parte de unos y de otros, porque los primeros no tienen intención de dejar las armas definitivamente y porque los segundos sólo piensan en el rédito electoral que conseguirían para perpetuarse por más tiempo en el poder. Difícil es hacer tratos con trucos, misión imposible.

El problema es de toda la Nación y por tanto si estamos dispuestos a hacer un trato debería ser el Estado, y no los gobiernos, quien debería liderar la iniciativa para cerrarlo. Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, a través de representantes permanentes, podrían realizar cualquier negociación o trato con la banda terrorista. No creo que sea tan complicado nombrar una comisión que represente al estado y a la sociedad, para que independientemente del gobierno de la nación pueda iniciar un proceso transparente y público, sin trucos, para terminar de una vez por todas con esta lacra social que desde hace más de cincuenta años nos amenaza, amedrenta y golpea donde más nos duele.

Fijen unas bases o unos mínimos desde los cuales se construya un trato, sean especialmente sensibles con las víctimas, en el respeto por los que más han perdido, exijan en nombre de todos y con el respaldo de todos que se cumplan los acuerdos, y a partir de ahí con luz y taquígrafos, sin prisa pero sin pausa, se establezca el proceso de la negociación. Mientras que no se alcancen los objetivos dejemos también trabajar a los gobiernos, apoyemos las políticas antiterroristas, dejemos que las fuerzas de seguridad del estado hagan su trabajo y golpeen las estructuras de la banda. El Estado no ha de tener prisa, si el trato se hace sin trucos tenemos las de ganar.

El problema siempre surge cuando los interés son particulares y no generales, ETA siempre hace malos tratos, siempre termina por filtrar y desvelar las negociaciones, chantajea para conseguir lo que no se puede dar, se aprovecha de la codicia de la otra parte, y una vez que ha conseguido su porción del pastel termina reventando los procesos y dejando a los pies de los caballos a todos lo que se han acercado con el objetivo de alcanzar un acuerdo, para continuar con lo único que saben y quieren hacer.

Creo que estamos muy cerca como sociedad de aceptar el trato, ya no queremos más trucos, pero creo que debemos exigir que el trato lo hagamos entre todos, en nombre de todos. Creo que es el único camino, ganamos todos, nadie en particular se ha de anotar el tanto, es un problema que nos afecta a todos por igual. Si lo entendemos así, si así lo planteamos el final del terror estará muy cerca, sólo nos deberíamos entonces asustar la noche de Haloween, sólo los espíritus herederos de Jack O’Lantern nos quitarán el sueño.

Yo elijo Trato, pero sin Truco.
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